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‘Sobrevivir a Mauthausen-Gusen’, las memorias de Enrique Calcerrada Guijarro en los campos nazis

PILAR M. MANZANARES.

De los más de 9.000 españoles que fueron deportados a los campos de concentración nazis sobrevivieron poco más de 3.000. De ellos, solo un puñado tuvo la oportunidad y el valor de publicar sus memorias. Ninguno, hasta ahora, lo había hecho tras sobrevivir a Gusen, el «Matadero de Mauthausen», el recinto en el que perecieron 4.000 de los 5.500 españoles que fallecieron en todos los campos de concentración nazis.

Décadas después de la guerra y fiel al juramento pronunciado por los españoles supervivientes de Mauthausen el día de la liberación, Enrique Calcerrada Guijarro escribió este inigualable y estremecedor libro testimonial, de gran calado literario y valor histórico.

El relato de Enrique arranca en Francia, junto a casi medio millón de compatriotas, huyendo del avance de las tropas franquistas. Un periplo que comienza en los durísimos campos que levantaron los franceses en sus playas para los refugiados españoles. El estallido de la Segunda Guerra Mundial situó a Enrique en una nueva contienda y no tardó en caer en las garras de las tropas alemanas.

Durante meses fue tratado como prisionero de guerra, y obligado a transitar por diversos campos en Francia, Alemania y la Polonia ocupada. En enero de 1941, su historia dio un giro dramático cuando lo deportaron al campo de concentración de Mauthausen. Desde ese instante, se convierte en el mejor cronista de la suerte que corrieron millones de hombres y mujeres en los campos nazis. Cuando, en octubre de 1941, fue trasladado a Gusen –un subcampo de Mauthausen conocido como el Matadero, donde murieron cerca de cuatro mil compatriotas–, Enrique pensó que su nuevo destino no podía ser peor que el anterior. Se equivocaba. Carros repletos de cadáveres, prisioneros famélicos, hambre, frío, enfermedades, vejaciones y sadismo… Y, frente a todo ello, el deseo de sobrevivir, la solidaridad entre los cautivos y el compromiso vital de vivir para contarlo.

Enrique Calcerrada Guijarro fue testigo y víctima de las durísimas condiciones de vida que sufrieron miles de compatriotas españoles. Lo vivió, lo sufrió y, muchos años después, tuvo el acierto de contarlo con una precisión y una sensibilidad admirables.

  • El autor

Nacido en el seno de una familia muy humilde, al inicio de la guerra civil española Enrique Calcerrada Guijarro contaba con apenas dieciocho años. Al acabar la contienda, cruzó los Pirineos hacia un exilio que no imaginó ni en sus peores pesadillas.

A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, capturado en Saint Dié, en los Vosgos, lo trasladaron como prisionero de guerra a un stalag. En septiembre de 1940, los acuerdos firmados entre Hitler y Franco propiciaron que los republicanos españoles perdieran su condición de prisioneros de guerra y fueran enviados a campos de concentración nazis. Así fue como, en enero de 1941, lo deportaron al campo de Mauthausen, y más tarde a Gusen. Liberado finalmente por las tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945, sería repatriado a Francia, donde pasado un tiempo pudo recuperar sus derechos como ciudadano. Comprometido durante el resto de su vida con los deportados y fiel al juramento de los supervivientes, en los años setenta del siglo pasado escribió este testimonio.

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