‘Personajes en un paisaje de infancia’, de Bohumil Hrabal
RICARDO MARTÍNEZ.
Una vez más, la editorial Galaxia nos propone la lectura de uno de los escritores más versátiles, expresivos, jugosos e inteligentes con los que pueda contar la deferencia literaria para contarnos historia (a veces cabría pensar, cualquier historia) y con ella, metiéndonos muy deliberadamente dentro de su transcurso-decurso, proponernos un juego humano de algún modo, esto es, un viaje por el corazón y el entendimiento del hombre, ese solitario que, tantas veces, acude a los libros para no sentirse solo
(Discúlpenme ahora el añadido, pero quiero hacer justicia a esos escritores anónimos que en algún momento han dado de sí una frase memorable de una manera especial y que la memoria les agradecerá; alguien, para referirse a los libros escribió: “Cada libro es un hogar” Dado que yo he leído esta alusión al libro y la lectura aceptando que se trata de un anónimo persa; lo doy por bueno y me siento, de alguna manera, consolado)
Ahora, en mi condición de lector, me atrevo a reproducir un fragmento, para mí hermosísimo, de este libro liberador: “…las revoluciones de la dinamo que manda la corriente eléctrica a todas las bombillas empiezan a moderarse y a medida que la electricidad disminuye se debilita la luz de las bombillas, poco a poco la luz blanca se convierte en rosa y la luz rosa, en gris, como si se filtrase a través de un tamiz de gasa y organdí, y por último los filamentos de volframio dibujan en el techo unos raquíticos dedos rojizos, una clave de sol carmesí”
Me ocurre, atento lector, que, cada vez que tengo ocasión de leer a Hrabal, pienso en los más lúcidos cuentos de amor: él, autor, es realista, proverbial en su sensibilidad social; es rico y luminoso en el lenguaje y su estilo transporta con ligereza al que lee a un mundo en el que no falta la realidad pero tampoco una cierta ilusión de libertad en el horizonte. Sí, así es, hay autores que gozan de un interior vivo, a su modo equilibrado, y todo ello hecho de palabras tan sencillas como significativas. Nadie, cree, alcanzará motivos para decir que la escritura le excluye; al contrario, de un modo u otro le atrae. Su prosa, así, lleva un mensaje implícito de comprensión y amistad hacia el lector.
Algo que expresa por su dinamismo latente, por los colores incluso: “Y de golpe vi que sobre el puente se precipitaba un coche de bomberos, los cascos brillaban y el trompeta sostenía su instrumento y tocaba: ¡Fuego!, y todos los bomberos llevaban uniformes blancos de tela basta, el coche amarillo tintineaba sobre el puente como una caja de música, los bomberos se sostenían en las barras, de pie sobre aquel altar retumbante que ahora desaparecía detrás de las casas y los jardines”
Así de lúdico, así de vital. Sin miedos.