Mujeres obreras al servicio de Tea Rooms: «Diez horas de cansancio. Tres pesetas»

¡TRAS EL ÉXITO DE LA PASADA TEMPORADA, VUELVE AL FERNÁN GÓMEZ!

Horacio Otheguy Riveira.

Teatro histórico al servicio de un emocionante teatro actual. El Madrid de los años 30 servido con mucho detalle a través de un gran proceso audiovisual más allá del escaparate por donde vemos pasar parte de la muda silueta de algunos personajes clave, pero también el palpitante nuevo rumbo de una ciudad que pocos años después se verá luchando denodadamente por defender la República frente al ogro del fascismo. Y El Ogro es como llaman a Fermín, el dueño del Tea Rooms un salón de lujo para señoras servidas por mujeres obreras, donde aún hoy muchas podrán decir —como señala Matilde—: «Vivimos en una sociedad podrida. Así ha sido siempre. Pero yo tengo fe. Tengo fe, tengo esperanza de que las cosas van a cambiar, sé que este mundo de carroña tiene los días contados, tengo fe en que se abra un nuevo camino…».

Posan cada una en su estilo. No tardarán nada en ponerse en acción en un frenético servir a damas y caballeros que se encuentran tan a gusto servidos por poco menos que esclavas. De negro impecable, el colorido brío lo pondrán las numerosas bandejas con exquisitos manjares. Con un reparto excelente que se ve siempre muy bien adaptado al carácter coral de la puesta en escena. De izquierda a derecha: Carolina Rubio, Carla Cabrera, María Álvarez, Silvia de Pé, Elisabet Altube, Paula Iwasaki.

Tea Rooms presenta a ocho mujeres en los convulsos años de los grandes movimientos sociales bajo la flamante Segunda República. Son empleadas de un distinguido salón de té en el centro de Madrid, reflejo de la propia experiencia de la autora de la novela, Luisa Carnés (Madrid 1905-Ciudad de México 1964), quien supo presentar con claridad los conflictos habituales de mujeres obreras en el marco de una España dolorosamente arcaica en el maltrato empresarial a las clases trabajadoras, aquí ejemplificado en los perfiles femeninos donde no falta la temible encargada adicta a la empresa, caiga quien caiga.

Aún la República no había logrado extender al día a día sus ambiciosos proyectos sociales: así las cosas, «Duelen las plantas de los pies, y los muslos y el índice de la mano izquierda, de tanto hacer el nudo corredizo… y se tiene un peso enorme sobre los párpados. ¿Cuántas horas? Diez. Diez horas. El reloj suena nueve veces y una nueva empleada llega a hacer el turno de noche. Diez horas de cansancio, tres pesetas».

Las escenas se suceden en el gran espacio por donde las trabajadoras han de llevar y traer sus numerosos productos de pastelería, un andar como si fuera ballet que solo por momentos necesita música, pues lo coreográfico está presente desde el texto que sirve a los diálogos y los cuerpos ágiles en voces siempre adecuadas al perfil de cada personaje.

Un acierto grande de la puesta en escena radica en la base: la adaptación al teatro de una novela a la que le pesan una serie de comentarios de la autora que detienen la acción, optando por juicios de valores que no emiten los personajes. Algo que aquí se ha depurado y enriquecido. En esta versión teatral escrita y dirigida por Laila Ripoll, responsable de otras obras mayores, también corales, como por ejemplo El triángulo azul o RIF (de piojos y gas mostaza), se ofrece una síntesis dramática conmovedora en la que las intérpretes se deslizan con una seguridad asombrosa; cada actriz, un personaje, un sexteto formidable, dos de las cuales se ocupan de otros dos personajes; total, ocho mujeres entre conflictos de un tiempo lejano con arraigo en este momento, tantos años después, exactamente 88 años desde que se publicó la obra original.

Son ellas: Antonia, la más veterana, aparentemente servil, profundamente solidaria; Matilde, alter ego de la autora, narradora y personaje vivo de la función; Marta, la más joven, a la que la miseria ha vuelto valiente y decidida; Laurita, la protegida del dueño, frívola y despreocupada; Trini, joven animosa, bien dispuesta a adaptarse y ser fiel a sí misma; Teresa, la encargada, el perro fiel, siempre defendiendo a la empresa; Rosa, una mujer desesperada con un bebé y un marido que la engaña;  Laurita, ingenua y soñadora… Son mujeres acostumbradas a obedecer y a callar, acostumbradas a estirar un jornal que no da ni para comprar un billete de tranvía. Son mujeres que sufren, que sueñan, que luchan, que aman… Y Madrid siempre de fondo, un Madrid convulso y hostil, enorme y vivo. Y tras ellas tres hombres ausentes en escena, pero muy vivos en la historia: Cañete, el camarero enamoradizo; Fermín, el duro empresario que no contrata mujeres casadas, y Ricardo Soto, un actor que seduce con buena planta y mucha labia… Las que están y los que se nombran en un régimen de impoluta y carísima casa de Té, donde cada tanto unos roedores se divierten con los bombones.

 

Al principio, oscuridad en sala, escenario en penumbras y un foco para Paula Iwasaki, Matilde, personaje y voz de Luisa Carnés. Se coloca en el centro para presentar el ambiente en que transcurrirá la acción. Lo hace en un tono de voz acariciante, muy dulce, transmitiendo una tristeza que cautiva por su rara energía:

«MATILDE: La primera vez que escuché a un portero gritarme que subiera por la escalera interior era muy pequeña. Ahí fue cuando me di cuenta de que la sociedad está dividida en dos mitades que rara vez de cruzan y nunca se juntan: aquellos que utilizan la escalera principal y “los otros”, los de la escalera de servicio. Desde ese día comprendí que mi sitio está en la segunda mitad. La mitad de las manos enrojecidas por la lejía o los dedos picoteados por la aguja, la mitad de los tacones torcidos y el abrigo remendado, la de los patios húmedos donde siempre llora algún niño o riñe alguien, la de las patatas viudas, la que se acuesta muchas veces sin cenar, la del periódico doblado debajo del brazo… como este. (Pausa, despliega el periódico) Esta semana parecía que iba a ser como todas. El lunes me presenté donde el anuncio: “Urge mecanógrafa modestas pretensiones”, pero no salió. El martes más de lo mismo, aunque en la otra punta de Madrid. Las colas para el puesto eran interminables y el encargado estaba más pendiente de nuestro escote que de la velocidad de nuestros dedos. Tampoco salió, claro. El miércoles más colas sin resultado, aunque también recibí respuesta de un tal M. F. que buscaba una secretaria particular. Me pedía foto de cuerpo entero y me preguntaba cosas relacionadas con mi intimidad, también si tenía familia, novio y, por supuesto, mi edad. Todo eso para ver si le “convenía”. […] El el jueves tuve más suerte y me cogieron para ayudar con un buffet en una fiesta privada… Cocktails, la frigorífica repleta de fiambres, una Yazzband, cestos de mimbre colmados de dorados panecillos, mantequilla inglesa… ¡Qué olorcito más delicioso! Me esmeré en el trabajo todo lo que pude y les debí gustar porque al terminar me dieron una tarjeta y me mandaron aquí, en pleno centro de Madrid, al salón, al establecimiento principal, al Tea Room…».

Portada de la edición actual de la novela por Hoja de Lata.
Luisa Carnés.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reparto:                  
Matilde: Paula Iwasaki                
Encargada: Silvia de Pé                
Antonia: María Álvarez                
Rosa/Laurita: Carolina Rubio                
Trini: Elisabet Altube                
Felisa/Marta: Clara Cabrera      

Texto: Luisa Carnés

Equipo Artístico
Dirección y dramaturgia: Laila Ripoll
Ayudante de dirección: Héctor del Saz
Diseño de escenografía: Arturo Martín Burgos

 

Construcción de escenografía: Equipo Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa
Diseño de vestuario y plástica: Almudena Rodríguez Huertas
Confección de vestuario: Gabriel Besa Sánchez
Ayudante de vestuario: Pablo Porcel Rojas
Diseño espacio sonoro y música original: Mariano Marín
Diseño de video escena: Emilio Valenzuela
Diseño de iluminación: Luis Perdiguero

Fotografías: marcosGpunto

Producción:  Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa

TEATRO FERNÁN GÓMEZ. SALA JARDIEL PONCELA. DESDE EL 20 DE OCTUBRE AL 6 DE NOVIEMBRE 2022

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