«Oceanía»: un nuevo gran personaje entra en la historia del teatro

Por Horacio Otheguy Riveira

Un homenaje al padre es siempre una reconstrucción de la propia supervivencia. Lo siguen muy de cerca ojos de niño asombrado, atribulado, aterido de miedo y de esperanza. La clave de nuestra existencia está íntimamente ligada al terror o compasión descubiertos a temprana edad. Convertido en un gran artista, ya septuagenario, Gerardo Vera (1947-2020) coescribió con su mayor colaborador, José Luis Collado, aquella historia fundamental a través de un monólogo interpretado ahora por Carlos Hipólito.

Al salir del teatro nos quedan muchas imágenes formidables de lo visto y vivido, pero sobre todo, algunas acciones que coronan de modo glorioso el retrato familiar con un gran personaje desarrollado en profundidad: sus dramáticos silencios, su soberbia prestancia, y de pronto un violento empujón, y más allá una mano que afirma la buena compañía, otra mano a través de una ventana, despidiendo toda amargura… Vida y muerte de un hombre guiado por la lúcida compasión de su hijo.

La enorme vitalidad de Gerardo Vera seguía en pie, a pesar de no pocas dolencias, hasta que la Covid dijo basta. Un creador de excepcional talento allí donde actuaba, como figurinista y escenógrafo, realizador de cine, director de teatro y ópera, en todas partes buscando nuevas formas de expresión, alentando rupturas convencionales, afirmándose como un renacentista del siglo XXI con una cultura ecléctica profunda y una visión plástica, poética, de gran dimensión. No tenía un estilo reconocible en cada espectáculo, de allí que en sus seguidores despertaba una notable capacidad de asombro, siempre dispuestos a dejarnos sorprender con nuevas facetas, lo mismo en la puesta en escena de un extraordinario melodrama como Agosto, la hilarante Maribel y la extraña familia, o las novelas de Dostoievski del último tiempo, Los hermanos Karamázov y El idiota, por citar solo cuatro panorámicas de mundos diversos. Y una quinta dirigiendo El crédito, una comedia negra muy eficaz con Carlos Hipólito, otro hombre de teatro que juega muchos partidos y en todos resulta sensacional: cantando y bailando, en el humor irónico o directo, y en la gran tragedia, como sucedió con Macbeth, otro genial trabajo póstumo de Gerardo Vera.

Estos antecedentes acompañan al espectador adicto al caminar hacia el teatro y ocupar la butaca ya pre-emocionado. En casi todas las funciones recordadas de Vera hay un traductor y dramaturgo, José Luis Collado, mano derecha a veces como ayudante de dirección, y el director, maestre fundador de LaJoven, José Luis Arellano, también a menudo formando equipo. Todos ellos presentes en este memorial vigoroso no más empezar la acción con Hipólito-Vera de espaldas, frente a un ordenador portátil, empezando a recordar una infancia. La de Vera, en un pueblo donde su padre, de igual nombre, era Jefe de Falange, serio, duro, silencioso progenitor, pero un eufórico vivales entre copas y amigos. Pues bien, lo grande de esta Oceanía (cuyo título se expande como un mar impetuoso desde el principio) consiste en que trasciende lo biográfico para convertirse en un Retrato de familia de alcance universal, con un desarrollo dramático donde los acontecimientos históricos se suman a tendencias psicológicas y expansiones emocionales.

En Oceanía, escrita por Gerardo Vera y José Luis Collado, sobre la vida del primero desde que tenía 9 años, se abarcan muchos episodios bajo la estructura de un monólogo que, en cuerpo y voz de Carlos Hipólito asume la personalización de una autoficción que pasa a engrosar la dimensión de los grandes personajes trágicos del teatro, ya que la primera persona se disuelve en la gran variedad de registros que exhibe de su padre, quien va del odioso señor del brazo en alto a un final impactante pasando por una serie de situaciones que le humanizan, ofreciéndonos mucho material para observarle en los rincones más oscuros de su vida, y en aquellos repentinamente luminosos.

Tan grande “es” la sabiduría de Vera que la contagia a su equipo hasta lograr que la obra trascienda el impetuoso discurso sobre su vida, para contar la mucho más inquietante y dolorosa de su padre, y así cicatrizar cuanta herida pudo quedar en el camino.

Un tributo conmovedor que puede admirar cualquier espectador, incluso aquel que compra su entrada sin saber de qué va la obra. También él se verá cautivado por el misterioso personaje que estuvo en la sombra de los creadores del teatro que solo suben al escenario el día del estreno, un artista colosal que decidió contar cuanto le separó y unió a su padre, y escribió Oceanía para reconciliación de cualquier espectador con su origen, su progenitor. Sucede entre pasos de comedia y numerosos abrazos en diferentes escalas, dentro de un espectáculo en el que un fantástico intérprete supera toda expectativa y nos conduce a mundos lejanos y presentes entre sonrisas y lágrimas liberadoras. Un hombre, un actor, asumiendo las vivencias de otros hombres que se exhiben para ayudarnos a ser y comprender.

En el gran escenario, Carlos Hipólito es dueño y señor de muchas emociones de distinto tenor; nos lleva, nos cuenta, nos muestra episodios interesantes compartiendo el sentido del humor de los autores y su propia flexibilidad para pasar de personajes típicos de pueblo chico a la grandeza de otros. Cambia de registro con la plasticidad de un gran actor, siempre en constante evolución.
Sentado, Gerardo Vera. Izquierda, José Luis Collado; derecha, José Luis Arellano: creadores de una pieza de teatro biográfico que, como toda obra maestra, adquiere resonancias de personajes vigorosos más allá de los datos reales. (Foto: David Ruano).

De: Gerardo Vera y José Luis Collado
Dirección: José Luis Arellano

Intérprete: Carlos Hipólito

Diseño de espacio escénico y vestuario Alejandro Andújar

Diseño de iluminación Juan Gómez‐Cornejo

Diseño de videoescena Álvaro Luna

Composición música original Luis Delgado

Una coproducción de Teatro Español, Carhip 5 S.L., Traspasos Kultur S.L. y COART+E

NAVES DEL ESPAÑOL EN MATADERO. SALA MAX AUB. HASTA EL 24 DE ABRIL

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