Entrevistamos al escritor Adrián Gualdoni
Adrián Gualdoni publica el libro de relatos Selección natural, De Lirios del Taller.
Nuestro entrevistado camina sonriente, hemos quedado en la plaza de Santa Bárbara, en Alonso Martinez, en un Madrid que se resiste aún a la primavera, pero que nos recuerda que fue aquí, en este barrio, donde nos conocimos hace una década. Caminamos nostálgicos hacia Diablos Azules, el bar literario donde tantos jueves disfruté de las Jam de relato que presentaba Adrián Gualdoni junto a Marcelo Luján. Diablos ya no existe, pero hay otro lugar mágico que habita sus paredes, la librería Lata peinada.
Os dejo con la entrevista al escritor Adrián Gualdoni.
Selección Natural. Editorial De Lirios del Taller.
Sonia Aldama: Has escrito un libro con una estructura impecable, pero son relatos con su propia autonomía, aunque Especies amenazadas nos abre el camino para los demás cuentos. ¿Crees que este equilibrio ayuda al ritmo de la narración?
Adrián Gualdoni:
El orden de los relatos es lo que más me costó decidir. Este libro está construido a partir de relatos escritos en diferentes momentos, entonces para construir una narrativa conjunta, para encontrar ese equilibrio del que hablas, le di muchas vueltas hasta terminar con la forma que tiene actualmente. Podría haberlo ordenado de muchas otras maneras distintas, claro, pero estoy muy satisfecho con el resultado final, creo que consigue contar lo que buscaba.
S:A: Si hay algo que une cada relato es la voz narrativa. ¿Cómo se consigue escribir con voz propia?
A:G: No creo que haya una fórmula mágica, o al menos no creo que sea una sola. En mi opinión, cada historia te pide que le encuentres la manera de contarla. Cada relato necesita encontrar su tono, su voz. Ahí me parece que está la clave para que un relato funcione o no: en encontrar la voz adecuada. Las historias se pueden repetir, pueden ser súper originales o las más tópicas y trilladas, pero si encuentras el tono, la voz, el punto de vista para contarla, funcionará.
S:A: ¿Está presente la memoria sensorial en tus relatos? Los animales, norteamérica…
A:G: Como te dije en la primera respuesta, en el libro hay relatos escritos en diferentes etapas de mi vida. Hay historias que me resultan muy personales, aunque tomé una decisión muy consciente de huir de la autobiografía. Otras historias me son más lejanas, aunque en todas hay elementos personales, por supuesto. Lo que hay en todas es una gran influencia de lecturas, y durante un tiempo reconozco una obsesión por la literatura norteamericana, de ahí que esté tan presente en el libro. Después me fui abriendo a otras lecturas, y creo que eso también es visible en el libro. Además, tengo una vinculación personal con los Estados Unidos: tengo familia allí y he viajado muchas veces. Pero el vínculo es sobre todo literario. En cuanto a los animales, viene de mis años de trabajo en el zoo de Madrid. Durante esa época convivía a diario con todas las especies imaginables, y era inevitable que se colaran en las historias que escribía. Preguntaba mucho a veterinarios y cuidadores para obtener ideas o documentarme.
S:A: Puerto escondido comienza con un tono cómico, también Vecindario, te alejas de la imagen de escritor atormentado, ¿disfrutas escribiendo?
A:G: Mucho. Sobre todo en la primera parte, al escribir una primera versión. Después me cuesta más la reescritura, aunque es en ese punto donde se consigue que un relato funcione o no. Pero el momento en que tienes una historia en la cabeza y te sientas frente al teclado y dejas que la historia fluya al papel, es fascinante.
Por cierto, me gustaría unir esta pregunta con la anterior, porque has acertado en algo con los dos relatos que mencionas: es probable que sean los que contienen más elementos autobiográficos. No es que sean autobiografía, pero sí que parten de sucesos que viví. Por ejemplo, en un vuelo de Puerto Escondido a Ciudad de México sucedió eso que uno piensa que solo pasa en películas, y fue que por la megafonía del avión preguntaron si había algún médico a bordo. Aunque lo escribí tiempo después, ese cuento nació en ese avión. Y lo de la jauría de perros en la playa sucedió también. Igual que Estados Unidos, México creo que es otro universo lleno de literatura. Me gustaría poder viajar más por ese país para conocerlo un poco más a fondo.
S.A: Otra cuestión que me fascina de tu escritura es cómo manejas los indicios y la tensión dramática. ¿Hay muchas lecturas antes de llegar a esta técnica tan precisa? Por ejemplo en el relato Red Cloud, hay que contener mucho la respiración.
A.G: Sí, a dosificar la información se aprende, y se hace leyendo mucho a los grandes, por supuesto, pero también intentando y equivocándote. También yo tuve una formación inicial, hace años, como guionista. Y si bien la narración cinematográfica tiene una estructura más formulada, se pueden aprender muchas cosas. Sobre la dosificación de la información, yo recomendaría a quien quiera aprenderlo que leyera la entrevista que Truffaut le hizo a Alfred Hitchcock (“El cine según Hitchcock”, publicado por Alianza Editorial). Ahí el maestro cuenta muchas técnicas narrativas que trascienden el género del suspense.
S.A: Las imágenes poéticas también se suceden en el libro, en el relato Instinto, el personaje es una luciérnaga y flota en el aire frente a una ventana.
A.G: Ese relato es seguramente el más fantasioso del libro, pero a la vez intenté con él transmitir ese momento tan real de la adolescencia en que uno no tiene aún en claro quién es ni quién quiere ser. La teriantropía existe en las distintas mitologías de todo el mundo, aunque de nuevo me centré en la norteamericana, con mucha presencia de sus pueblos originarios. Me pareció que me daba la oportunidad de contar la extrañeza del propio cuerpo de una manera metafórica. Pero a la vez lo quise hacer contando una historia muy banal y prosaica, la de un chico que no sabe cómo acercarse a la chica que le gusta, que al final suele ser el mayor drama de todo adolescente.
S.A: El ritmo es muy ágil en los cuentos, los personajes van de acá para allá y los muestras a través de las acciones. ¿Ese ejercicio es el más difícil en narrativa?
A.G: No sé si es más o menos difícil, pero a mí es la forma que más me gusta para contar una historia. Por eso prefiero el cuento sobre la novela, ya sea como escritor o como lector. Evidentemente, no voy a despreciar la novela, pero me gusta contar las historias con precisión y sin añadir detalles superfluos que muchas veces aportan poco o nada.
S.A: ¿Te ha influido la música en la escritura? El final del relato Veteranos tiene una sonoridad bellísima.
A.G: Intento que la prosa tenga un ritmo de lectura, a lo mejor no a lo largo de todo el cuento, pero sí en algunos momentos puntuales, entre ellos los comienzos y los finales. Como lector disfruto no solo de que me cuenten una buena historia, si no que también me gusta saborear una prosa bien escrita. Para mí es importante, y sí, además de esta influencia literaria que te acabo de mencionar, también está presente la música. Yo escucho música casi todo el tiempo, y me gusta acompañar la escritura con ella. En muchas ocasiones, busco una música adecuada a la historia que estoy escribiendo.
S.A: También aparece lo erótico, casi narrado desde lo prohibido. En estos relatos se explora el punto de vista, la distancia moral de los personajes. ¿Eres consciente cuando escribes de las técnicas narrativas o ya están interiorizadas?
A.G: En el momento de escribir primeras versiones no suelo plantearme muchas cuestiones técnicas, sino más bien intento dejar que fluya la escritura, así que supongo que en muchos casos esas técnicas están ya interiorizadas. En las correcciones ya sí que uno aplica de manera más consciente técnicas aprendidas, ya sea en talleres de escritura o a través de la lectura de los grandes maestros.
S.A ¿Hay denuncia social en este libro? ¿Hay esperanza para la especie humana?
A.G: Hay una denuncia social intencionada en algunos relatos, sí. Al final es imposible abstraerse a la realidad que te rodea, y es difícil que no aparezca en lo que estás escribiendo. Y cuando esa realidad se hace más dura, es casi inevitable. Estamos viviendo años muy oscuros, sin duda. Y ahora mismo no son solo las noticias las que te deprimen, si no además ver en foros y redes sociales algunas reacciones a esas noticias por parte de gente de a pie, de la gente que tiene vidas parecidas a las nuestras. A veces cuesta entender que, ante determinados asuntos, haya puntos de vista tan diferentes a los propios, si no es partiendo de la premisa, justamente, de que hay casi tantas opiniones como seres humanos hay en la Tierra… La confrontación permanente, la ausencia total de diálogo, eso es lo que hace tan difícil mantener la esperanza. Por otra parte, también creo que, si miramos la historia de la humanidad, a pesar de los matices de cada momento, todo lo que estamos viviendo se ha vivido ya de alguna manera. Y aquí seguimos. Al final, la vida siempre se abre paso.
ADRIÁN GUALDONI
(Buenos Aires, 1971) Licenciado en Comunicación Audiovisual, en 1995 se instaló en España, donde estudió Guión de Cine y TV. Trabajó, entre otros lugares, en el Zoo y el Parque de Atracciones de Madrid. Coordinó la Jam de narrativa breve “El tamaño sí que importa”, que se celebró semanalmente en Madrid durante 10 años. Profesor de Narrativa latinoamericana en Cursos Culturamas. Sus relatos se han publicado en diversas antologías, como Hijos de Mary Shelley (Imagine, 2013), La carne despierta (Ed. Gens, 2013), Relatos de Tres Rosas Amarillas (Tres Rosas Amarillas, 2012), Error 404 (Relee, 2017), Puente Rosario – Madrid (Ed. Baltasara, 2018) y Decamerón Veinteveinte (De Lirios del Taller, 2021). Selección Natural es su primer libro de relatos.