«Clasificada S»: el destape en una esclarecedora y divertida novela de Ricard Reguant
Por Horacio Otheguy Riveira
Hoy un hombre de teatro muy activo, que adapta y dirige diversas funciones en catalán, en castellano, en italiano y rumano… Ricard Reguant es un apasionado del espectáculo que brilla entre musicales y variedades, pero no descuida otros géneros muy distintos como el terror o el suspense y la alta comedia. Allá lejos y hace tiempo, durante la briosa y escurridiza etapa de la Transición, participó intensamente como actor y director en el mundo del destape: un nuevo show que llenaba los kioscos y los cines de desnudos femeninos y no pocos masculinos también en los teatros. ¡El cuerpo existe y es imprescindible y es divertido y placentero! Así parecía gritarse por las esquinas en el descubrimiento de un mundo que hasta hacía poco tiempo los “caballeros censores” se ocuparon de alargar faldas, reducir escotes, eliminar palabras (en una comedia de Alfonso Paso María Luisa Merlo acariciaba un conejo de peluche que hubo que cambiar por un gato, ¡hasta esos extremos se llegaba!).
En un mundo cerrado a cal y canto con ánimo inquisitorial por el nacional-catolicismo imperante, muchos empezaron a descubrir desnudos y sesiones íntimas a través del ojo de la cerradura del boom del destape. Entonces cualquier película exhibía sorprendentes curvas en actrices hasta entonces vestidísimas, incluidas portadas de revistas de gran tirada. Todavía prohibida la pornografía como Casa del Demonio, se inventaron un punto intermedio en el que no se veían los sexos femeninos ni masculinos, pero se coqueteaba alegremente con simulaciones de coitos y otras delicias aderezadas por muchas secuencias de pechos juveniles de diverso tamaño y espaldas que sí podían exhibir traseros ¡de-no-ve-la! como dijera alguna vez el gran López Vázquez en una de sus muchas comedias.
Ahora Ricard Reguant nos ofrece su crónica de tiempos vividos intensamente, y lo hace junto a quien fuera su segundo, un seudónimo con nombre extranjero, alter ego que le acompañó en aquella emocionante travesía por tiempos nuevos, y en esta gran aventura de contar lo que se ha vivido con el ánimo divertido y relajado que provee la distancia. Richard Vogue-Ricard Reguant lo hace con una prosa ligera que abarca todo como en uno de sus espectáculos de variedades donde lucen como vedettes la ironía, el desparpajo y muchas cosas más…
Lejos de resultar dramáticas, se convierten en un compendio de historietas de humor, a veces estrafalarias e increíbles, pero siempre divertidas e insólitas. ¿Quién podría imaginar que en el transcurso de tantos rodajes de films eróticos o incluso pornográficos pudieran estar ocurriendo tantas barbaridades detrás de las cámaras? Pues así fueron las cosas cuando se abrió la veda y nos cogió a todos sin saber muy bien que hacer con el erotismo cinematográfico que se nos vino encima. La novela refleja una época, y un momento crucial, de rompimiento con la moral impuesta.
«Nos llegaban noticias del extranjero de películas de signo sexual, que estaban triunfando en todo el mundo (excepto en España, claro). Así, el nombre de una mujer llamada Emmanuelle corría de boca en boca, diciendo que era el no va más de la sexualidad, rozando casi la pornografía.
Un día, mi tío Luis me preguntó si era capaz de escribir un pequeño guion para un cortometraje erótico que él y un amigo suyo iban a rodar con un par de señoritas interesadas en el noble arte de la actuación. En el proyecto existían unas restricciones: todo debía ocurrir en una habitación y las señoritas tenían que acabar en pelotas; ¡Ah!, y todo sin diálogos, pues solo iban poner música de fondo. Por supuesto, acepté al momento, aunque ya se me advirtió que no podría ir al rodaje. Sin embargo, como no pagarían el trabajo, les puse una condición: que me llevaran a Perpiñán a ver los films que en España estaban prohibidos. Cumplieron, y un fin de semana nos fuimos juntos, con su amigo Pepe, a Francia a ver cine prohibido. En 3 días cogí un empacho cinéfilo maravilloso. No solo conocí las aventuras eróticas de Emmanuelle, con su consiguiente excitación permanente, ¡aquello era mejor que las pelis de Super-8! También me sorprendí con Z, un film político que jamás hubiera pensado se pudiera hacer; con Muerte en Venecia, que no llegué a entender por qué no se estrenaba en España si no había ni un desnudo…
[…] Utilizamos el despacho de la productora para reconvertirlo en el consultorio del doctor Casimiro Verga. El magnífico actor Ferrán volvió a colaborar con nosotros dando vida a ese médico tan especial. En 4 días filmamos todas las visitas que tenía para que les resolvieran sus problemas. Pusimos además a una secretaria bombón que le volvía loco. Recuperamos a Mina Paget —de Porno Club—, y, evidentemente, a Lina Emerson para que interpretara a la prostituta Guadalupe; también contratamos a la guapa Eva, que después del film con Ferri se creía Meryl Streep, y a Jazmín, que ya había dado a luz pero se conservaba igual de lozana y pechugona. Combinamos a nuestras estrellas con actores, sobre todo de teatro, dado la comicidad de la historia, y descubrimos a nuevas actrices que ya estaban duchas en el arte del erotismo cinematográfico. Las historias, si no recuerdo mal, eran: La de una prostituta que, al casarse, ni goza ni hace gozar a su marido. Una historia tonta con una solución aún más chorra pero que nos permitía mostrar mucha carne y, en un momento dado, utilizar un aparato de ginecólogo para que Mina se pusiera, sin ropa interior of course, con una pierna mirando al norte y la otra al sur, justo delante el objetivo de nuestra cámara. Otra iba de un patrono déspota al que, en el fondo, le va la humillación y el masoquismo. Esta historia era una especie de venganza personal de Quique hacia un antiguo jefe que se descubrió le iba la marcha masoca». […]
En definitiva: un libro muy recomendable, regocijante recorrido por una piel de toro que descubría los placeres sexuales con el aire surrealista o esperpéntico propio de un país que había estado adormecido a hostias.
Editorial Applehead ya la tiene en venta