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‘La corporación’, de José María García Sánchez

JOSÉ LUIS MUÑOZ.

Apego de este escritor, y también abogado, por los títulos breves de sus novelas: Makoko, Tráfico (premio exaequo La Orilla Negra), Sin pensión y ahora La corporación. Breves, los títulos, sociales, las novelas, contundentes, los mensajes. Con un sentido del humor, que es negro, y tramas malévolas que solo a una mente retorcida se le pueden ocurrir, las novelas de José María García Sánchez van de tráfico de personas (Makoko), tráfico de órganos (Tráfico), solucionar por fin el déficit de las pensiones (Sin pensión) para tranquilizar a cierto partido que no puede conciliar el sueño con el mantra de que el sistema no es sostenible, y ahora con una distopía futurista que realmente, para nuestra desgracia, no lo es tanto.

Alegrémonos todos porque Cataluña es por fin independiente y lo gobierna una corporación cuya cabeza visible es Jordi Pujol III, el presidente que luego se coronará rey, heredero de una dinastía como la del coreano Kim Jong-un. El padre de la tierra catalana se agencia un valido ruso que responde al  nombre de Rasputín Merdeiev (yo lo llamaría Ras-Putin Merdeiev, de triste actualidad). El banquero de esa Cataluña independiente responde al nombre de Juan Antonio Samaranch II, presidente de Caixa Tank. Jaime Robles, factótum de los medios de comunicación, dirige un engendro que se llama Teve Tres.  Artur Max y Artur Zax, aunque lo parezcan, nada tienen que ver con Artur Mas. La ministra de justicia se llama  Dolores del Cadalso, porque ajusticia.  Un tipo se llama Liberto, y es una especie de Espartaco  de Santa Coloma; otro se llama Elisendo Palurdie. Y en el teatro  reina una compañía que se llama La Cura dels Guaus. Con semejantes nombres no cabe duda de que nos hallamos ante una sátira política, y muy bien armada, por cierto.

José María García Sánchez, fiel a su espiritu iconoclasta (se autodefine como ácrata descreído), construye una novela distópica en la que los catalanes independientes, y aislados, son ciudadanos sumisos y felices, porque tienen un chip implantado en la cabeza, que tambien los hace localizables, pero el asunto se descontrola en cuanto algunos elementos subversivos, que haylos en esa Cataluña utópica, empiezan a quitarse ese chip implantado en su cabeza y a cuestionarse todo, y la novela sigue las andanzas de esa familia de rebeldes, Joan, Benito y Marta, que se ocultan en las cloacas de la ciudad, y el endiosamiento de ese Jordi Pujol III, ya autocoronado rey, una especie de Ubu Rey de Alfred Jarry, que manda a sus secuaces (hay una agencia Pinkerton en homenaje a los westerns, de los que el autor es muy devoto) para localizar y eliminar a los disidentes.. 

Como novela distópica que es, los coches vuelan, los drones matan, la policia privada de la agencia Pinkerton utiliza pistolas eléctricas, hay un programa  telebasura que se llama Sálvate y las ejecuciones, públicas, en las que los reos son desmembrados,  no con caballos sino con coches, se llevan a cabo en la Plaza de toros Monumental y se retransmiten en prime time por el canal de Teve Res para que los ocho millones de habitantes de Cataluña las puedan disfrutar. Pan y circo.

Un ritmo trepidante (la novela se puede leer en dos jornadas y media), capítulos muy cortos y situaciones hilarantes con predominio  del humor negro hacen que La corporación sea un desmadre inteligente y muy  divertido, además de muy bien escrito. Se puede definir la novela con dos palabras: gamberrada genial. Y no desvelo su final apoteósico, un escenario con el que nos estamos familiarizando en estos días aciagos. Así es que es casi un libro profético.

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