Del relativismo destructivo
Black Lives Matter. «Ya, pero las vidas de los blancos también».
Poner fin a la violencia de género. «Sí, bueno, pero también a todas las violencias».
Investigar los abusos sexuales en la iglesia. «Pero también los de las demás instituciones».
¡Qué terrible y qué espanto la guerra en Ucrania! «Sí, pero pasa en todos los sitios»
En estos tiempos tan tristes y convulsos en los que es imposible olvidarse del dolor y el sufrimiento de millones de personas, en las conversaciones diarias, en las tertulias formales o improvisadas, y en las redes sociales (tan proclives al eructo intelectual, al canibalismo ideológico y a los estornudos de la imaginación) abundan los cínicos, los pasivo-agresivos, los que vienen de vuelta de todo y los bien intencionados que llegan tarde y se acuerdan de Afganistán, cuando caen las bombas en Ucrania; de Siria, cuando los talibanes se hacían con el poder de Kabul; de Irak, durante el asedio de Alepo; o de Yemen, cuando estallan las bombas en Bagdad… Muchos quienes, por cierto, suelen dejar fuera de su relativismo destructivo otros conflictos menos mediáticos u olvidados como el de Myanmar, el de República Centro Africana, el Congo, Tigray, Sudan, Sudan del Sur, Libia…
¿Estás triste y cabizbajo viendo a millones de personas con el corazón roto dejando atrás su vida por una brutal invasión que creíamos impensable a estas alturas en Europa? «Pues ha pasado antes y pasa en todos los sitios».
¿Qué te movilizan las víctimas de la violencia de género? «Pues anda que no hay también víctimas de otro tipo».
¿Qué estás comprometido con la protección de las especies en peligro de extinción? «Pues también hay perros maltratados en tu barrio y no haces nada».
¿Qué te preocupa la pobreza en Burundi? «Pues mira que hay pobres en el metro a los que ignoras y muchos indigentes en el parque enfrente de tu casa».
Es fácil distinguirlos. Van por ahí minando las muestras de empatía, boicoteando cualquier asomo de sensibilidad, taponando conversaciones emotivas y abortando expresiones solidarias, sean de pensamiento, palabra u obra. Suelen hacerlo escupiendo comparaciones arbitrarias, conclusiones precipitadas y ejemplos descontextualizados. Hablando con el sentido común contusionado, con la perspectiva magullada después de derrapar y salirse de la carretera en una de las muchas curvas que hay en la senda del pensamiento crítico y caerse al arcén del relativismo destructivo.
Sí, el sufrimiento humano es siempre el mismo.
Sí, la dignidad de las personas es igual en todas partes del mundo.
Sí, desgraciadamente, existen raseros diferentes para acoger a los refugiados y las reacciones y las respuestas a las guerras no son siempre las mismas.
Sí, la injustica, la inequidad y la crueldad y complejidad de los conflictos del mundo resulta abrumadora.
Pero comprometerse, solidarizarse, empatizar, compadecer, emocionarse y movilizarse por alguna de las muchas causas posibles en el mundo debería ser una puerta de entrada para entender la complejidad y las raíces de las injusticias de nuestro alrededor; para comprender su impacto, sus terribles consecuencias y poder encontrar el papel que cada uno puede jugar para contribuir a resolverlas.
Sí, ha habido, hay muchas más guerras.
Y sí, si el ejército ruso bombardea hoy colegios y hospitales en Ucrania es porque también lo hizo en Siria con total impunidad.
Sí, hay refugiados afganos que también están terribles circunstancias y son solo una porción de los más de 80 millones que hay en el mundo.
Sí, también hay refugiados sirios que, terrible y dolorosa paradoja, continúan aislados en precarias condiciones en los mismos países que ahora están haciendo un despliegue impresionante de solidaridad con las familias que llegan de Ucrania.
Todos ellos, y muchos más, problemas terribles de alta complejidad que solo pueden resolverse con soluciones sistémicas que requieren compromiso, apoyo y atención a largo plazo.
Por eso, movilizarse y compadecerse ahora por una familia refugiada de Ucrania o por la paz en una guerra que, por proximidad geográfica o por un efecto espejo cultural, se siente más cercana, no es un acto que merezca ser censurado desde el pensamiento maximalista del “todo o nada”, ni ridiculizado desde el cinismo, ni devaluado desde la prepotencia o caricaturizado desde la propia frustración. De verdad que no es la ocasión para perfeccionarse en el deporte de moda de la polarización ni para fumigar las expresiones ajenas de bondad, por otra parte, tan necesitada en estos tiempos. Debería ser, sin embargo, una oportunidad para implicarse por primera vez o para afianzar un compromiso, un momento de reflexión para pensar éticamente en, efectivamente, las guerras que se ignoran o se han dejado pasar por alto y en cómo poder comprometerse a largo plazo para contribuir a aliviar la situación de todos los que las sufren, sin excepciones.
Pero esas expresiones de relativismo destructivo que se multiplican hoy día por todos los lados no son más que cargas de profundidad en el germen de una persona que puede ser un poco más solidaria. En la idea, la aspiración, de una ciudadanía comprometida que es imprescindible para poder hacer frente a todas las guerras que hay alrededor y a las que, desgraciadamente, habrá en el futuro.
Hola Fer!
Te das cuenta de que en agosto de este año cumpliremos veinte años conociéndonos en Aix-de-Provence? Me alegro de que siga incluido en tu lista de recipientes de tu columna y hoy dedicaré una horita a leer tu texto más reciente.
Para un lingüista-intérprete como yo es difícil aceptar que las palabras no alcanzen a expresar el ultraje y la tristeza frente a la guerra en Ucrania. Y es por lo menos igualmente difícil estremecerse permanentemente por todas las otras guerras y la violencia cometida por hombres contra hombres (y más frecuentemente contra mujeres) en el mundo. Haces bien en recordarnos el reto que consiste en mantener un equilibrio entre no conformarnos con la injusticia y la violencia por un lado y por otro no caer víctima de la desesperación total.
Te saludo de Hamburgo y me alegraría de tener noticias de ti y de cómo te va en la vida.
Un abrazo
Niels
Un abrazo fuerte, Niels. Y gracias por tu mensaje. Toujours aussi jeunes que la Provence française nous a vus! 🙂
Fernando, en tu relato veo reflejada a Colombia.
La esperanza es que hoy la juventud está tomando conciencia de su humanidad.
Un abrazo
Sandra
Un abrazo muy grande, Sandra. Gracias por el mensaje.
Fernando, como siempre tus escritos son agradables de leer tanto por su contenido como por la facilidad con que escribes y describes tu pensamiento de la realidad en que vivimos en el mundo .
Recibe un caluroso abrazo
Patricia
Gracias por tu mensaje Patricia. Un saludo muy afectuoso
Buenos días, Nando
Siempre me gusta leerte para estar pegada a la tierra. Otras guerras, otros dolores y olvidos. Seguir apostando por el compromiso en la ética, bondad y humanidad en las parcelas que vivimos cada uno. Abrazo grande, amigo
Gracias, Inma. Sí, para no olvidarnos de ninguno y hacer siempre lo más que podamos. Un abrazo enorme.
Vamos con que podamos ser mas solidarios a largo plazo, de verdad y en pequeñas cosas accesibles a cada uno de nosotros,
que podamos cultivar la paz adentro… o dejar de estar en guerra…
Gracias por este potente escrito
Un abrazo grande y extrañoso
De nada, Lole. Cada haciendo lo que puede parra dejar atrás la violencia, actuando en lo micro y en lo macro. Un abrazo grande.