Juanjo Llorens: «Desde los 16 años la luz del teatro me acompaña a todas partes»
Por Horacio Otheguy Riveira
Muy complejo mundo este del teatro en cada montaje. Una complejidad de la que, sin embargo, el público absorbe con rapidez una historia compacta que acaba admirando o no, generalmente sin caer en la cuenta de múltiples detalles. Tras las emociones despertadas hay mucha gente diseñando escenografía y martillando decorados, diseñando vestuario y cosiendo, colocando y manteniendo, y un diseñador de luces que da vida a todo ello con los actores dando forma y vigor a sus personajes, hasta percibir la energía del público desde que comienza cada representación; cada tarde, un mundo.
Un espectador bastante asiduo me escuchó elogiar el trabajo de Juanjo Llorens al salir de uno de sus muchos espectáculos. Como el hombre solo pilló parte de mis palabras, me preguntó qué actor era del elenco, que no lo veía en el reparto que consultaba en el móvil. Claro, ahora con la falta de programas (solo la CNTC los entrega), se ha multiplicado el despiste habitual del público acerca de los miembros de las Compañías teatrales.
Al principio sonreí, pero me quedé dándole vueltas. Así que Llorens actor. ¿Por qué no? Me quedé con esa tecla sonando sin aparente base real. Al espectador le respondí con la elemental verdad: «es el maestro que ha diseñado las luces…». Pero a mí mismo me dije que no estaba errado, también es un actor que no aparece físicamente en escena, pero qué sería de las historias que se escenifican, los números circenses, los monólogos y los ballets, sin la luz que les da brillo, esplendor o entristece en penumbras conmovedoras…
Juanjo LLorens llegó a Madrid desde Alicante con mucho rodado en la intensa vida teatral de la provincia desde que en el Instituto descubrió el veneno del teatro. Vino de paso, tomó contacto con la Compañía Nacional de Teatro Clásico dirigida por Adolfo Marsillach y en el campo técnico el escenógrafo y figurinista, Carlos Cytrynowski: «Dos viejos, fíjate, para mí que era tan joven me parecían dos viejas glorias de las que tenía mucho que aprender pero me chocaba esa diferencia de edad, y resulta que entonces tenían los años que yo tengo ahora».
Los dos grandes del teatro en Madrid ya se fueron para siempre. Primero “Citri”, gravemente enfermo en 1995 con 58 años; luego Marsillach, también con grave enfermedad en 2002 cumplidos los 73. El porteño y el catalán se entendieron de maravilla, y a su lado, también junto a la experiencia de Pilar Miró (Madrid, 1940-1997) como directora de escena de «La verdad sospechosa», el alicantino Llorens, ávido de mayores conocimientos, se fue quedando en la capital y enlazando un espectáculo tras otro. Aquellos maestrísimos hoy son muy recordados y se pueden conseguir vídeos de sus excepcionales trabajos.
Un origen ilustre que da paso a un presente de logros permanentes. Cuando le comento que es impresionante su estela de galardones: nada menos que 11 premios y 10 finalistas, me dice: «Debe ser porque estoy en todos los lodos, me gusta tanto mi trabajo que no me pierdo ninguno de lo más grande a lo más íntimo y pequeño. Así es desde los 16 años, haciendo teatro en el Instituto. Allí descubrí las posibilidades de la luz en el teatro y la llevo a todas partes…».
Juanjo cuenta anécdotas con entusiasmo. Al escucharle, la magia se hace presente y uno se incorpora a su faena, le sigue, se sube a escaleras, busca alternativas artesanales para esta o aquella otra escena, y hasta fácil resulta andar por los huecos que dejan los cables, los brotes escenográficos, los primeros pasos de toda función antes de que se ponga en pie con su elaborado cuerpo de luz con que obtendrá la victoria final, un triunfo al margen del mayor o menor éxito de crítica y público:
«Son tantos los elementos puestos en práctica, tanta la gente que se esmera, acierta y se equivoca y vuelve a intentarlo en cada aventura teatral que cuando la luz aporta la emoción final es algo impactante para todos: la emoción final que al levantarse el telón se ocupará de que todo lo que esté en escena aporte lo más posible para que cada espectador descubra algo o mucho que le resulte inolvidable».
Enamorado de la luz, Juanjo Llorens juega fuerte en todas las disciplinas. A continuación, un breve desfile de creaciones magistrales comentadas por él mismo, para que en el futuro todos tengan en cuenta que si no fuera por él y sus colegas, al apagarse luz de sala e iniciarse la acción solo tendríamos una angustiosa oscuridad.
Un monólogo de Max Aub interpretado por Carmen Conesa en 2016. «Ocurrió algo siempre deseado y muy difícil de lograr: trabajar desde el primer momento en la sala de ensayos con el suelo de la escenografía que te permite volar con la dirección y la interpretación, y en este caso, al tratarse de un monólogo la actriz se volcó desde el primer momento».
Debut en el espectáculo circense con la primera función de El circo de los horrores: Manicomio, que en 2017 cumplió diez años realizando giras nacionales e internacionales: “Fue la primera vez que me vi incapaz de afrontar un trabajo a mitad del mismo y estuve a punto de arrojar la toalla. En realidad, lo estaba pasando tan mal que apenas dormía, tanta la dificultad que encontraba con las peculiaridades de este género tan apasionante. Finalmente, los productores me pidieron que me tomara unas 24 horas, que descansara, que ellos confiaban en mí, que les gustaba lo que iba haciendo. Les hice caso y volví con fuerzas renovadas… y hasta hoy, que ya llevo realizados todos los espectáculos que estrenaron hasta la fecha, tanto en Los Horrores de Suso Silva como en los circos familiares de Circlassica”.
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El jovencito Frankenstein, 2018. «Fue muy duro. El escenario tenía sus complicaciones, pero me entendía de maravilla con el director Esteve Ferrer. Los problemas se multiplicaron porque la descoordinación y el mal entendimiento con la dirección técnica me afectó en el trabajo y fuera de él, perturbando mi vida personal. El resultado estuvo bien, gustó mucho, pero la amargura se quedó ahí, para darme por aprendido un nuevo marco de referencia».
La mort i la donzella, 2022. «Orgulloso de que por primera vez se pudiera hacer una buena producción en Elche con dinero público de la Comunidad Valenciana».
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