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El humanismo radical de José Saramago

Por Agustín María García López.

[i]           Para Concepção Lucas da Silva, Fernando Cabrita, Lídia Jorge y Pilar del Río.

La poesía de José Saramago[ii] se articula en torno a tres poemarios: Los poemas posibles, el primero de ellos, se publica en 1966, cuando su autor contaba 44 años —una segunda edición aparece en 1982, 16 años más tarde, y la tercera y definitiva, con 146 poemas, en 1985—; Probablemente alegría, segundo de sus libros, ve la luz en 1970, cuando aún faltaban cuatro años para la dilución de la dictadura, y, finalmente, en 1975, aún en pleno apogeo de la Revolución de los Claveles, da a la estampa su tercer y último poemario, El año de 1993, visión —distópica y utópica a la vez— de un mundo futuro.

Si hubiésemos de buscar una marca de agua que diese sentido unitario a la producción poética de José Saramago, no hallaríamos otra más conspicua que el humanismo, un humanismo radical, en el sentido preciso que la expresión adquiere en estas palabras de Erich Fromm: «Por humanismo radical entiendo una filosofía global que insiste en la unicidad de la raza humana; en la capacidad del hombre para desarrollar sus propios poderes, y para llegar a la armonía interior y establecer un mundo pacífico. El humanismo radical considera como fin del hombre la completa independencia, y esto implica penetrar a través de las ficciones e ilusiones hasta llegar a una plena conciencia de la realidad. Implica, además, una actitud escéptica respecto del empleo de la fuerza; precisamente porque, a lo largo de la historia del hombre, la fuerza ha sido, y sigue siendo (al crear el temor) lo que ha predispuesto al hombre para tomar la ficción por la realidad, las ilusiones por la verdad. La fuerza volvió al hombre incapaz de independencia y, consiguientemente, embotó su razón y sus emociones»[iii].

De este modo, el humanismo que trasmina a través de toda la obra de Saramago responde, como no podía ser de otra manera, a una llamada de rebeldía: «Reyes, sacerdotes, señores feudales, patrones de industria y padres —escribe, en otro lugar, Erich Fromm— han insistido durante siglos en que la obediencia es una virtud y la desobediencia es un vicio. Para presentar otro punto de vista, enfrentemos esta posición con la formulación siguiente: la historia humana comenzó con un acto de desobediencia, y no es improbable que termine por un acto de obediencia»[iv].

La poesía de Saramago se inscribe así en la teoría luminosa de un profundo lirismo humanista, las dos categorías inseparables que trazan el orden y el sentido de la poesía portuguesa de todos los tiempos. En palabras de Eugénio de Andrade, que consuenan de manera armónica con la voz del sujeto ético de Emmanuel Lévinas, surgido de las cenizas del propio sujeto de la modernidad: «Ecce Homo, parece decir cada poema. He aquí el hombre, he aquí su efímero rostro hecho de millares y millares de rostros […]. No es otro el rostro al que cada poeta se halla religado. Su rebeldía se alza en nombre de esa fidelidad»[v].

«Catorce de Junio», el poema que sirve de colofón y epílogo a esta Poesía completa, es claro testimonio tanto de la profunda arquitectura lírica como del anchísimo y fluido río de humanidad que prestan su carácter a la poética de José Saramago:

Catorce de junio

Cerremos esta puerta.
Lentas, despacio, que nuestras ropas caigan

Como de sí mismos se desnudarían dioses.
Y nosotros lo somos, aunque humanos.
Es nada lo que nos ha sido dado.
No hablemos pues, sólo suspiremos
Porque el tiempo nos mira.
Alguien habrá creado antes de ti el sol,
Y la luna, y el cometa, el espacio negro,
Las estrellas infinitas.
Ahora juntos, ¿qué haremos? Sea el mundo

Como barco en el mar, o pan en la mesa,
O el rumoroso lecho.
No se alejó el tiempo, no se fue. Asiste y quiere.

Su mirada aguda ya era una pregunta
A la primera palabra que decimos:
Todo.[vi]

Sí. Sagrados por humanos. Con una delimitación siempre aplazada. En la obra poética de Saramago es recurrente el símbolo de la sombra, de la sombra en rebeldía que huye de sí misma, de la sombra que no consiente orillas ni contornos que la inscriban en la burbuja de un ser monádico que no es sino el olvido de los entes, de los pobres entes palpables, como las flores, o como las piedras, o como los gorriones, o como tú o como yo. De acuerdo con Lévinas, «lo que se trata de captar con toda su pureza» es «esta categoría de salida no asimilable ni a la renovación ni a la creación. […] Tema inimitable que nos propone salir del ser. Búsqueda de una salida, pero en absoluto nostalgia de la muerte, porque la muerte no es una salida, así como tampoco una solución. El fondo de este tema lo constituye —que se nos disculpe el neologismo— una necesidad de excedencia. Así, si se hace precisa la evasión, el ser no aparece solamente como el obstáculo que el pensamiento libre tendría que franquear, ni como la rigidez que, invitando a la rutina, exige un esfuerzo de originalidad, sino como un aprisionamiento del que se trata de salir»[vii]:

Donde tu sombra

Donde tu sombra, mi perfil
Es línea de certeza. Ahí convergen

Las olas circulares, en su límite
El punto riguroso se propaga.
Ahí se reproduce la voz inicial,
La palabra solar, el lazo de la raíz.
De nosotros nace el tiempo, y, creadores,

Por la fuerza del perfil coincidente,

Cogidos de la mano amanecemos dioses.[viii]

El poeta proyecta su perfil de niebla apenas disipada, como silueta provista de todas las posibilidades, sobre la honda superficie cálida de la presencia amada, y, a partir de su eclosión, sobre los diez mil seres, sobre las diez mil cosas, pudiendo decir de sí mismo, como Luis Felipe Vivanco: «Cansado de ser otro (tal vez de ser yo mismo), / me entregaré a las cosas que no ambiciona nadie / para ignorar con ellas, libre de otros dominios»[ix].

En el prólogo a su Poesía completa, Saramago trae a colación un poema gnómico de Antonio Machado que abre —como cita inicial— el libro: «Demos tiempo al tiempo: / para que el vaso rebose / hay que llenarlo primero»[x]. El secreto consiste, no obstante, en no colmarlo nunca, como nunca se colmaría el pozo sin fondo de las Danaides. La clave está en saber que «…no hay camino. / Se hace camino al andar»[xi].

La navegación vital y literaria de José Saramago es natural y fluida: poco a poco, su poesía fue abandonando el metro y la rima, para abrazar finalmente la prosa en los poemas de El año de 1993. En su derrotero circular y ascendente, la poesía de Saramago va adquiriendo, de manera paulatina e indirecta, un sesgo narrativo que irá determinando progresivamente el carácter de los libros que siguieron: Manual de pintura y caligrafía, Levantado del suelo, Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis…

No precisa de otro ámbito la vida que no sea un rimero de memorias, y la memoria, desde aquella noche remota en que nos atrevimos a bajar de los árboles, a jugar a ser humanos, y a nombrar —asombrados— las cosas, no vive, por ser vida, en los conceptos. La andadura poética de la sangre recobrada sobrepasa los límites de las definiciones, y sigue un camino de significados que, precisamente por ser de raigambre puramente humana, se pierde en su vacío transparente, más allá de todos los límites, más allá de todo absoluto:

Paisaje con figuras
No hay mucho que ver en este paisaje:
Campos alagados, ramas desnudas
De sauces y álamos encrespados:
Raíces descubiertas que cambiaron
Lo natural del suelo por el cielo vacío.

Aquí nos cogemos las manos y caminamos,

Rompiendo nieblas.
Jardín del paraíso, obra nuestra,
Somos aquí los primeros»[xii].

 

Notas

[i] El presente texto fue leído por su autor en el Homenaje a José Saramago celebrado, con motivo de la Feria del Libro de Sevilla correspondiente a 2019, dedicada a la literatura portuguesa, en el Consulado General de Portugal en Sevilla.

[ii] Saramago, José: Poesía completa, traducción de Ángel Campos Pámpano, colaboración de Pilar del Río, prólogo del autor, Madrid, Alfaguara, Biblioteca José Saramago, 2005.

[iii] Fromm, Erich: Y seréis como dioses, traducción de Ramón Alcalde Dalmau, Barcelona, Paidós, Nueva Biblioteca Erich Fromm, 2020, págs. 23-24.

[iv] Fromm, Erich: Sobre la desobediencia, traducción de Eduardo Prieto, Barcelona, Paidós, Nueva Biblioteca Erich Fromm, 2016, pág. 11. Los subrayados son del autor.

[v] Andrade, Eugenio de: «Poética», Poemas de Eugénio de Andrade. O homem, a terra, a palavra, apresentação crítica, selecção, notas e sugestões para análise literária de Paula Morão, Lisboa, Seara Nova/Editorial Comunicação, Colecção Textos Literários, n.º 22, 1981, págs. 139-140. La traducción es nuestra.

[vi] Saramago, José: Op. cit., pág. 637.

[vii] Lévinas, Emmanuel: De la evasión, introducción y notas de Jacques Roland, Madrid, Arena Libros, 1999, pág. 82.

[viii] Saramago, José: Op. cit., pág. 371.

[ix] Vivanco, Luis Felipe: Los caminos (1945-1965). Seguido de Continuación de la vida, El descampado y Lugares vividos, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1974, págs. 153-154.

[x] Machado, Antonio: «CLXI. Proverbios y cantares», LI, Nuevas canciones, en Poesías completas, edición de Manuel Alvar, Madrid, Espasa-Calpe, Colección Austral, n.º 33, 1995, 20.ª edición (1.ª edición —con exclusión de doce poemas de las «Poesías de la guerra» —en adelante, «Poesías de guerra»—: 1975), pág. 297.

[xi] Machado, Antonio: «CXXXVI. Proverbios y cantares», XXIX, Campos de Castilla, en Poesías completas, op. cit., págs. 239-240.

[xii] Saramago, José: Op. cit., pág. 365.

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