Renovado éxito para unos sueños de seducción irresistibles
Por Horacio Otheguy Riveira
Se estrenó cuando pocos confiaban que la pandemia lo permitiría. Con reducción de butacas en la pequeña del Lara, la Lola Membrives, resistió heroicamente. Luego pasó a la sala principal con cambios en el elenco y más público. Regresó a la Membrives y ahora, estos sueños que van y vienen, se instalan en el gran Teatro Amaya despertando sonrisas y carcajadas con su pátina de buena comedia romántica titulada en el original como el latiguillo de la película de Bogart-Ingrid Bergman, Casablanca, Play it Again, Sam (Tócala de nuevo, Sam). La canción del gran amor que se perdió, que se dejó ir valientemente por un cínico de buen corazón.
Pero la ocurrencia de Woody Allen nada tiene que ver con esa pérdida, sino con otras en las que se reflejan muchas de las constantes de su propio personaje cinematográfico: el tipo torpe que no hace más que meter la pata, abandonado por la mujer que quiere, harta de su incompetencia amorosa; derrumbado en una depresión aliviada por un psiquiatra, está decididamente necesitado de nuevos amores, de flamantes conquistas que le hagan sentir un hombre nuevo, en lo posible arrebatador. Y de allí que, de su pasión cinéfila, brote el mismísimo Humphrey Bogart (tal cual en la película, como juego de birlibirloque, pero en escena, un actor lo más parecido posible) para aconsejarle como el antihéroe de Casablanca, apuesto y conquistador de mujeres con facilidad pasmosa de la que el bueno de Allan Fix necesita con urgencia.
En el texto original las mujeres con las que sueña, las que le dejan y las que le adoran o pueden llegar a adorarle obligan a un reparto numeroso que la Compañía PasoAzorín Teatro convierte en dos estupendas actrices para todos los papeles, además de tres intérpretes fijos. Con el ritmo conseguido del coadaptador-director Ramón Paso, el alto nivel actoral de todos consigue que la ansiedad patológica del protagonista se deslice como por arte de magia por situaciones tan cómicas como patéticas, pero siempre sin perder el estilo de una comedia de enredos de los años 80, que desde luego se ve ahora con la frescura de una completa novedad. Si quitamos los objetos y las señales propias de aquella época y encajamos las peculiaridades de hoy, tanto en la tecnología como en algunas costumbres, Tócala de nuevo, Sam refresca la escasez de brillantes comedias y se convierte en unos Sueños de un seductor de eficaz estructura dramática donde adquiere esplendor una acción trepidante con diálogos breves, bien encadenados, junto a una rapidez tan divertida como eficaz en los cambios de vestuario para las múltiples mujeres que visitan a Allan Fix encarnados por solo dos estupendas actrices: Inés Kerzan y Ángela Peirat, quienes junto a Ana Azorín, la coprotagonista amiguísima de Allan, conforman el plantel fijo de la Compañía. A su lado también participa activamente Jordi Millán, quien aquí compone el trío de hombres singulares de la representación que se dispone a cumplir años en el Teatro Amaya: Bogart es Sergio Otegui y Allan, Javi Martín. Un equipo que se parte de risa al agradecer los aplausos, en franca comunión con un público que llena la gran sala entusiasmado. En el transcurso de la obra, la profesionalidad del elenco es, como siempre se les ha visto, impecable: nunca un tropiezo, una tentación de reír fuera de contexto o un cansancio por el tiempo que llevan representando. Muy frescos Sueños de un seductor por una producción de inmejorable resultado.
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