Secuestrar y torturar: cosas de buena gente en busca del dinero perdido
Por Horacio Otheguy Riveira
Para escribir esta negra comedia, Los secuestradores del Lago Chiemsee, Alberto Iglesias se basó en los hechos reales ocurridos en Alemania y que los medios de comunicación dieron gran relieve. No era para menos. En aquellos tiempos de crisis del 2010, un grupo de jubilados de clase media alta secuestraron al asesor fiscal que les hizo desaparecer dos millones de dólares con los que iban a comprar una maravillosa casa en Florida: sol y mar hasta el fin de sus días. Dos matrimonios y un amigo soltero se ocupan del secuestro y cada uno se irá repartiendo papeles en una comedia que nunca antes habían representado.
Alberto Iglesias es el autor y el secuestrado que pasa el mal rato de estar hecho un desastre sentado en una silla, maniatado, golpeado, torturado de diversas maneras con la modesta colaboración de las esposas, auténticas protagonistas de la otra comedia, la que se desarrolla mientras ellos se ocupan de castigar al ahora indefenso para obligarle a devolver el dinero. El dinero que empapelará los sueños de un grupo bien avenido en apariencia, pues dentro de su normalidad hay fisuras alarmantes. De esas se ocupa este autor español que transita con éxito por la alta comedia tradicional en la que unos buenos burgueses se cuentan cosas que ya saben para que las sepamos nosotros, espectadores sorprendidos ante la capacidad de agresividad y cinismo de este grupo, por otro lado muy simpático: desde el duro (Helio Pedregal) al indefenso sumiso “débil y cobarde” (Juan Calot), pasando por el más anciano que guarda sorprendentes cartas bajo la manga (Manuel Galiana). Casi siempre en el patio al aire libre donde desayunan y comen a pesar del relativo mal tiempo, las divinas esposas se ocupan de todo, amigas de toda la vida, que pueden trapichear en los juegos más rebuscados: aún seductora, siempre muy elegante Gloria Muñoz, y la pizpireta desmemoriada, tal vez pura impostura para simular olvidos convenientes, Vicky Peña.
Con este repartazo nunca antes reunido, los silencios, guiños y bravuconadas coinciden con flashes de extraña poética, humor muy negro y una ingenuidad que les ciega, tornándoles incapaces de comprender que por mucho que maltraten al que suponen ladrón, el desgraciado puede que acabe siendo mucho más fuerte y hábil que ellos, en la cima de los trucos de un sistema económico demasiado poderoso para ser vencido por unas tenazas.
Sebastià Brosa y Silvia de Marta diseñaron una escenografía perfecta para dar cuenta del ambiente bucólico en que transcurre la acción, y además le dieron un toque de libro infantil, una especie de troquelado en el que encaja admirablemente el trabajo de Antonio Belart, creador de un variado vestuario para todos: señoras y señores de impoluta apariencia y buenos modales que se introducen en la más cruel violencia sin ningún titubeo.
Mario Gas dirige con parsimonia. A ritmo adecuadamente lento, como el tiempo vacacional que viven los personajes, dejando que cada valioso intérprete haga uso contenido de su maestría tantas veces aplaudida a lo largo de carreras artísticas sensacionales.
Elenco:
Juan Calot, Manuel Galiana, Alberto Iglesias, Gloria Muñoz, Helio Pedregal y Vicky Peña
Dirección: Mario Gas
Dramaturgia: Alberto Iglesias (foto)
Diseño de escenografía: Sebastià Brosa y Silvia de Marta
Diseño de iluminación: Paco Ariza
Diseño de vestuario: Antonio Belart
Ayudante de dirección: Laura Ortega
Dirección de producción: Nuria-Cruz Moreno
Adjunto dirección de producción:
Fabián Ojeda Villafuerte
Ayudante de producción: Francisco Flor
Ayudante de vestuario: Cristina Martínez
Producción ejecutiva: Barco Pirata
Fotografía: Sergio Parra. Fotos de escena: Pablo Lorente
Diseño gráfico: Eva Ramón
Jefa de prensa: María Díaz
Dirección técnica: Mister Nilson
Distribución: GG Distribución
Coproducción: Teatros del Canal
ESPECTÁCULO PRESENCIADO EN LOS TEATROS DEL CANAL, DONDE SE REPRESENTÓ EN LA SALA VERDE, DEL 18 DE FEBRERO AL 6 DE MARZO 2022
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