‘Villanos victorianos’, una antología de Siruela
RICARDO MARTÍNEZ.
Un ejemplo más, cabría decir, en que se pone de manifiesto el poder de convocatoria de algunas palabras que, en el discurso literario, por una u otra razón (por distintas razones) son capaces de convocar a algún tipo de lector. Amor y sangre, héroe o villano serían algunos de estos ejemplos que, a saber por qué, movilizan el código emocional de tantos lectores y así, impulsando su voluntad más o menos consciente, les lleva a amigar con el libro que les propone tales palabras dotadas de su peculiar sinergia.
Si hemos de resaltar algunos ejemplos concretos de las villanías aquí recogidas, creo que optaría, de una parte, por la narración titulada ‘La historia de filantromatemáticas’ una historia de una sencillez rayana en un comportamiento que pudiera ser tildado de obvio, ahora bien, aquí vendría bien el recordar la anécdota que se atribuye a Andre Gide cuando recordaba a sus contertulios que lo obvio es aquello que, por razón de serlo, es bueno recordar de vez en cuando, pues tiende a ignorarse.
De los autores acogidos en esta antología, éste citado es el título del argumento elegido por el autor William Sidney Porter (‘conocido en todo el mundo por el pseudónimo de O. Henry’), nacido en Greensboro, Carolina del Norte, en 1862, y muerto menos de cincuenta años después en Nueva York. “Entre medias – se nos dice en su presentación- vivió en Austin y en Pittsburgh, viajó en compañía de forajidos por el Caribe y Sudamérica, pasó una temporada en prisión por malversación de fondos y escribió cientos de relatos” Un afinado curriculum acorde para su actividad de escritor villano.
Su historia se ocupa de dos delincuentes que, al parecer, sienten lo que en ocasiones ocurre como compensación moral: “Cuando un hombre estafa a la gente ciertas cantidades de dinero, empieza a asustarse y quiere devolver una parte.”Y, si te fijas bien en cómo entiende esa caridad, verás que intenta devolver el dinero a la misma persona a la que se lo quitó” Y eso es lo que hacen, hipotéticamente, dos amigos que luego de un robo importante se asientan en un pueblo tranquilo, Floresville, que tenía “unos dos mil cordiales y parsimoniosos habitantes”.
Si su mal había derivado de una mala educación, pensaron, creemos aquí, en este lugar, una educadora Universidad del Mundo, y para ello anuncian su iniciativa, a la que pronto acuden profesores y numerosos alumnos. La cuestión es que un día, haciendo cuentas, advierten que un profesor que fue necesario a última hora, el de Matemáticas, les supone un desembolso desorbitado que hace languidecer sus cuentas. Uno de los socios se asusta y el otro se lo explica todo, luego de mostrarle dos grandes columnas de dinero contante.
En realidad, los estudiantes se jugaban todos sus bienes al Foro, un juego de cartas simple de reglas y famoso en el Far West. El juego había sido montado por un extranjero que creía en el vicio de los jóvenes y que, al final, resultó ser el aparente profesor contratado de Matemáticas, pagado por los propios socios fundadores.
Una buena operación urdida por los delincuentes para retener su todavía valorado dinero y alejarlo de los viciosos estudiantes
La otra historia, titulada ‘Jane Cuatro Cuadros’ (tal era el formato de su tarjeta de visita) también va de una forma sui generis de entender la justicia social. La buena de Jane, brillante, inteligente, roba a los ociosamente ricos para devolverlo en obras sociales y benéficas.
El sagaz y joven inspector de Scotland Yard Peter Dawes quiere atrapar a la ladrona. Ella le burla robando un cuadro valiosísimo de una forma burlona, lo que quiere decir que el inspector ha fracasado. Pero he aquí que ella devuelve su apropiación indebida a cambio de un sustancioso donativo sin ser detenida. Entonces, el inspector jefe se dirige a su inspector Dawes: “La pregunta que me preocupa es ¿quién es Jane Cuatro Cuadros?
Eso –repuso Peter- es justo lo que voy a descubrir”
Obvio, una vez más: el policía a su labor. Pero eso ya será tema de otra narración, si acaso.
Esta historia corresponde a Edwar Wallace, de quien se nos dice en la presentación que “ningún autor de este volumen antológico tuvo más éxito en vida que él” y se enriquece su curriculum diciendo que “de alguna manera encontró tiempo para hacer apuestas desastrosas, presentarse como candidato a un cargo político y fracasar, y casarse dos veces”, rematando su historia personal de una manera un tanto curiosa; “cuando murió estaba en Hollywood trabajando en el guión de King Kong”
Las demás historias, en fin, se adornan asimismo con peculiares historias que el animado lector no desdeñará como parte de una forma de enseñanza.
Pasen y lean.