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‘Un amor’, de Sara Mesa

DAVID PÉREZ.

Creo que fue con la publicación de Cicatriz (Anagrama, 2015) cuando empezó a sonar con mucha fuerza ‒a nivel de suplementos culturales‒ el nombre de Sara Mesa (Madrid, 1976); aunque ya había leído alguna reseña de su novela anterior, Cuatro por cuatro, que también se publicó en Anagrama en 2012. Y a partir de entonces, a partir de Cicatriz, aparecen libros suyos en Anagrama con una gran repercusión crítica: Mala letra (2016), Cara de pan (2018) y Un amor (2020). Un amor fue elegido como mejor novela publicada en España en 2020 por medios como El Cultural o La Vanguardia. Sara Mesa es una autora que yo había anotado que debía leer; pero, a veces, son tantos los escritores nuevos por los que siento interés, que no puedo abarcarlos a todos, y también es cierto que, en muchos casos, me suelo interesar más por escritores (o escritoras, en este caso) latinoamericanos que españoles.

Tendríamos que llamar a Freud, quizás, para explicar esto, pero normalmente presiento que un autor latinoamericano me va a sorprender más que uno español, y Latinoamérica es el campo de lecturas hacia donde he «especializado» mi pasión. Sin embargo, estaba hablando de libros, en el colegio donde trabajo con una profesora de Lengua y Literatura, y acordamos que yo le iba a dejar Los recuerdos del porvenir de Elena Garro y ella me dejaba a mí, Un amor de Sara Mesa. Así que con todo este circunloquio, quería simplemente contar que he llegado tarde a Sara Mesa, de una forma tal vez injustificada. Porque lo cierto es que, lo digo desde ya, me ha encantado Un amor y me gustaría repetir con ella.

La protagonista de Un amor es Nat, una joven treintañera que ha alquilado una casa ‒con bastantes desperfectos‒ en el pequeño pueblo La Escapa. Aquí parece buscar un espacio de tranquilidad para ejercer un trabajo de traducción que tiene pendiente. Sin embargo, el lector empezará a vislumbrar desde el principio que Nat, más que buscando el silencio del campo, viene huyendo de algo indeterminado. Desde un primer momento, Mesa dibuja escenas tensas en torno a la llegada de Nat al pueblo. Las primeras tienen que ver con su casero, un tipo de aspecto desagradable, marrullero con el dinero y de ademanes machistas.

Nat, además de traducir el libro, con escenas francesas de teatro, que ha traído consigo, también quiere cultivar un huerto en su jardín. Aquí se ha producido una coincidencia temática con la novela Los llanos del argentino Federico Falco, también publicada por Anagrama en 2020. En Los llanos también hay un personaje treintañero que alquila una casa en el campo y viene huyendo de su pasado en la ciudad. Pero las coincidencias acaban aquí, ya que mientras Los llanos es una novela lírica sobra la pérdida, Un amor es una novela muy tensa sobre las relaciones de dependencia y poder que se establecen entre los seres humanos.

Serán pocos los datos que Sara Mesa dé al lector sobre el pasado de Nat, pero estos ‒en las contadas ocasiones que aparecen‒ serán muy significativos y simbólicos. Como promete el título, Nat vivirá una historia de amor en La Escapa, pero no será, en cualquier caso, una historia cómoda o exenta de tensiones. «Ella no pertenece a este sitio, jamás ha pertenecido.», leemos en la página 157 y, esta es de la desubicación, es una sensación que permanecerá en Nat en todo momento y que marcará su paso por el pueblo, como un arrastrar de extrañamientos y desencuentros. Los habitantes de La Escapa se rigen por unas reglas que ella no acaba de comprender, y sentirá de forma continuada los malentendidos como una losa que pesará sobre la inalcanzable tranquilidad de sus días.

La novela está escrita en tercera persona, y Mesa hace un inteligente uso del estilo indirecto libre para acercarnos al desasosiego vital de Nat. Además se sirve de los elementos descriptivos del clima para cargar de tensión las escenas desde fuera (el calor, las tormentas, los ladridos de los perros en la noche…). En apariencia, el lenguaje es sobrio y no llama mucho la atención sobre sí mismo. Mesa trabaja con ahínco, sin embargo, la contención narrativa, muy por encima del lirismo.

Al acabar de leer el libro, he tenido la sensación de que todos los elementos que la autora ha ido dispersando por sus páginas tenían una función específica y que el incremento de tensión narrativa ha funcionado perfectamente, tocando todas las teclas que se había propuesto tocar. Por ejemplo, en sus paseos, Nata pasa por una casa en ruinas con unas pintadas amenazantes. Allí le acabarán contando que vivían unos hermanos que practicaban relaciones incestuosas hasta que los vecinos del pueblo les acabaron expulsando. Y estas páginas en las que se habla de esta casa, cobrarán un significado simbólico unas cuantas decenas de páginas después. Es decir, Un amor es un prodigio de ingeniería narrativa, la obra madura de una autora en pleno dominio de su arte. En una crítica que leí, comparaban la tensión narrativa de Un amor con la que consigue J. M. Coetzee en sus novelas. Y la verdad es que me pareció un comentario bastante acertado, sobre todo pensando en libros de Coetzee como Desgracia.

En Un amor leemos esta frase cargada de significado: «Él ostenta el poder de la víctima», sobre el poder de las «víctimas» sobre las personas que se sienten «culpables» trataba en gran medida la novela Desgracia, y así mismo lo hace Un amor. Nat ha estado huyendo del «poder de las víctimas», que pueden perdonarla o ejercer sobre ella sus privilegios en cualquier momento, pero en La Escapa se va, de nuevo, a encontrar con él. El final de Un amor es impactante, y remata de forma estupenda una gran novela. Una novela tensa y sombría sobre las pérdidas y sobre las enfermizas relaciones de poder que se establecen entre las personas. Como dije, Un amor me ha dejado con ganas de seguir con la obra de Sara Mesa. Creo que los siguientes libros suyos que voy a leer serán Cicatriz y Cara de Pan.

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