“Los ojos fríos del vals”, de Marina Casado

Por Pedro García Cueto.

La editorial asturiana Bajamar ha editado con gran elegancia en la cubierta el último libro de Marina Casado Los ojos fríos del vals. La cubierta representa a una mujer que lleva alas, porque el cisne es también un motivo de este libro sorprendente donde la poeta madrileña, que ganó el premio Carmen Conde en 2020 con Este mar al final de los espejos, vuela alto. Marina es también profesora y ya había escrito varios poemarios y un luminoso ensayo sobre la figura de Rafael Alberti titulado Oscuridad y exilio íntimo en su obra.

Con todo este bagaje y una mirada muy personal al mundo, uno se adentra en los versos de Marina Casado como si iniciase una aventura, una especie de buceo por la inmensidad del océano, donde el paisaje de corales se imanta, con sorpresa, a nuestro corazón. Como muy bien dice el poeta Andrés París en el prólogo, Marina se adentra en el espejismo de la vida:

“Al final del camino, la autora desemboca sabiamente en la aceptación del mundo como es dado; reconoce, con madurez, el hecho de la máscara, su infelicidad y mentira y decide, voluntariamente, desplegar sus aladas manos para contemplar desde el cielo la realidad con ojos de cisne, sin tapujos y temores”.

Marina ama la música y no solo en el título hay melodía, sino en todos los poemas, porque parece que los versos danzan al compás de la mujer soñadora que los va tejiendo como si fuese un telar. En el poema, “Nostalgia primera o amanecer”, la realidad del ser que vive esa efímera presencia en el mundo es evocada:

“Esta tristeza de violín / desenroscada por los ojos, / estas rosas marchitas, / la claridad de un nuevo día / manchando mis refugios, / deslumbrando, / buscándome. / Por dentro de la muerte / solo se escucha / nuestro propio silencio”.

Y es ese silencio el que nos hace ver la hondura de la poeta que navega por un mar de sentimientos, pero que sabe que todo es espejismo. Y el recuerdo del mar, tan presente, como si acunara a la poeta, en la memoria tejida hilo a hilo, como nos evoca en “Sorolla, el verano”:

“Regresa igual que un cosquilleo / la flor azul de mis veinte años, / playa de la Caleta, el corazón aún en pleamar”.

Y es el corazón nuevo, puro, que se va dando a la vida, y el sueño de un cuadro de Sorolla, porque en Marina Casado no vive solo la poesía, sino su conjunción con la pintura, la música, todo esplende en el poema.

Y en “Primavera provisional”, late la soledad, porque hay un conjuro con las palabras para que estallen en el verso y lleguen a nosotros como un beso o una caricia:

“Vuelvo de todo lo perdido / y se alejan los pájaros en la memoria. / El invierno ha tejido demasiadas preguntas / para esta madrugada sin respuestas. / Escribo la palabra soledad en un cuaderno / y empieza a palpitar, como si me aguardara”.

Todo el libro es un espejo de vida que cae sobre el lector, donde los versos ahondan nuestra tristeza o nuestra alegría, porque la música del verso no es efímera, sino que se asienta en nosotros para que la escuchemos lentamente. Una virtud del libro es esa forma de escribir que invita a leer los poemas una y otra vez, para que penetren en nosotros, como un sueño cumplido.

Y la fragilidad, porque Marina Casado esconde también la niña que aún vive en ella, la que fue dejando besos y abrazos, por ello, en “Frágiles”, se mira en el espejo del tiempo:

“Interpreto uno a uno los signos sigilosos / de la melancolía; / comprendo que mi corazón late en exceso: / que soy una niña de paredes frágiles / por mucho que me esfuerce / en adornar esta hermosa angustia”.

Soledad, melancolía, joven, niña, todas las palabras con eco crean un libro que es también mirada al pasado, comprensión de la vida como un espejismo, donde nos miramos y vemos el que somos, pero también el que fuimos.

Y la idea del cisne, eje central del libro, con esa influencia de Rubén Darío que palpita en Marina, porque el cisne es el animal bello que se encamina a la muerte, es el esplendor que dura poco, el abrazo que se cierra, el beso que se evapora en la levedad del día. Por ello, en el poema que da título al libro, “Los ojos fríos del vals”, nos dice:

“Ningún mapa desemboca en diciembre. / Solo sabemos que suena igual que una libélula, / que bajo sus columnas / hay un salón de baile / que cualquier cisne blanco / elegiría para morir”.

De la imaginación de la poeta que cree en su ensoñación que el cisne canta cuando muere, porque es el arte quien ha influido en su vida, a la realidad de esos hombres, cuya lengua no entiende. Indudablemente, el libro es también un canto a la diferencia, a sentirse especial en un mundo homogéneo, donde apenas nos distinguimos unos de otros. Y es en el arte, en la belleza, donde se cumple ese deseo.

Libro que vuela alto el de Marina Casado, porque está tejido con la luz que esplende al amanecer donde un cisne blanco ilumina con su claridad nuestros sueños rotos.

 

TÍTULO: LOS OJOS FRÍOS DEL VALS

AUTORA:  MARINA CASADO

EDITORIAL:  BAJAMAR

AÑO: 2022

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