‘En las nubes’, de Ian McEwan
AGUSTINA CAMPAGNALE.
Una de las cosas que más me molesta en el mundo es encontrarme con que uno de mis libros tiene rayones, páginas dobladas o manchas. En especial cuando no fui yo quien los hizo. Pero un día eso cambió.
Después de tal vez dos años de mi última lectura de En las nubes, lo abro otra vez y en casi todas las páginas que reviso encuentro pequeñas marquitas, signos o dibujos en lápiz o tinta, migajas de un recorrido que dejó alguno de los tantos alumnos a los que les presté el libro. Me había olvidado que esa novela había sido tan intervenida. Tan leída.
Con la primera marca que vi, me espanté. Con la segunda y las siguientes mis sentimientos cambiaron. De repente dejé de verlas como defectos y descuidos y empecé a interpretarlas como huellas de los lectores que lo transitaron. Es un libro con historia. Por eso quiero escribir sobre él.
- Un encuentro fantástico
Siempre me ha resultado llamativo cómo nuestra experiencia puede marcar definitivamente la idea que tenemos sobre las cosas del mundo. Esto me pasa con En las nubes, novela en la que no puedo pensar alejada de las clases de literatura de la escuela. Durante algunos años fui profesora en una escuela secundaria. Tenía a cargo estudiantes de los primeros cursos, personas con los pies en la infancia y las frentes asomadas hacia la adolescencia. ¿Qué les puede enseñar una profesora de literatura a esos niños de once, doce, trece años? ¿Qué libro elegir para no ser rechazada o ignorada? Con esas preguntas me fui a la Biblioteca Popular de mi ciudad el mismo día en que me contrataron y ahí sucedió algo fantástico. Apareció, entre miles de libros, el lomo de En las nubes de Ian McEwan. No habían pasado ni quince minutos de búsqueda y ya había encontrado el libro perfecto. Esa aparición casi mágica fue su carta de presentación.
- Peter Fortune y la defensa del silencio
La imaginación nos transforma a nosotros, pero también –y acá está la clave del asunto- transforma nuestra realidad. En las nubes toma esa premisa para conducirnos por muchos episodios fantásticos que serán transitados por su protagonista, quien compartirá con nosotros su versión particular del mundo y los acontecimientos que en él ocurren.
Peter Fortune es un niño de 10 años que tiene un problema: los adultos lo consideran un “niño difícil” porque generalmente está distraído y no habla mucho. Lo que esos adultos no saben es lo que el mismo Peter, pero ya adulto, va a revelar en esta novela. Según explica, el silencio y la distracción que lo identificaban en su niñez se debían a que en su cabeza se combinaban dos realidades diferentes, la que compartía con el resto de los mortales y la que le permitía hacer el mundo cotidiano más interesante, resultado de su tremenda imaginación. Entre las primeras páginas del libro encuentro un asterisco de algún estudiante donde empieza la frase:
El problema de tener la cabeza en las nubes y de no ser muy locuaz es que los maestros, sobre todo los que no te conocen mucho, probablemente piensen que eres bastante tonto. O, si no tonto, al menos aburrido. Nadie es capaz de ver las cosas increíbles que pasan por tu cabeza. (Pág. 19-20)
Cuando se hizo grande, Peter entendió que su silencio preocupaba mucho a la gente, por lo que decidió empezar a hablar un poco más y contar qué pasaba por su cabeza. Este libro nace de ese aprendizaje adulto, tal vez como un salvavidas para los niños callados que alrededor del mundo sufren ese mismo estigma. Sin embargo, en todos los episodios la novela defiende el silencio y la intimidad de la imaginación.
Existe un cuestionamiento a la idea de que sea normal o saludable estar constantemente en compañía o constantemente comunicado. Esa idea es poderosa, no solo para los niños lectores, sino para cualquier lector en cualquier época de su vida. Nos lleva a preguntarnos por qué solemos pensar que estar siempre comunicado o en compañía es tan positivo y qué miedos o preocupaciones escondemos detrás del rechazo al silencio y la soledad. Repaso las páginas y en una parte del capítulo introductorio titulado “Peter Fortune”, alguien dibujó una carita sonriente en el margen de un párrafo que dice
En cuanto a lo de estar solo, eso tampoco les gustaba demasiado a los adultos. Ni siquiera les gusta que otros adultos estén solos. Cuando te juntas con otros, la gente ve lo que estás haciendo. Estás haciendo lo mismo que ellos están haciendo. Peter tenía ideas diferentes. Juntarse con los demás estaba muy bien, en su momento. Pero sin exagerar. En realidad, pensaba, si la gente dedicaba menos tiempo a juntarse y a hacer que los demás se juntaran y dedicara un poco más de tiempo al día a recordar quiénes eran o quiénes podrían ser, el mundo sería mucho más feliz y quizá nunca habría guerras. (Pág. 13)
- Lo real de la fantasía
Recuerdo a muchos de mis alumnos y alumnas escribiendo en tareas sobre En las nubes que se habían sentido muy identificados con lo que le pasaba a Peter. Recuerdo también que algunos adultos a los que les recomendé el libro me hicieron al pasar el mismo comentario.
En efecto, la identificación con la historia es frecuente porque la cotidianeidad es una de sus protagonistas. Y, aunque el lector pueda vivir en un contexto y condiciones muy diferentes que Peter Fortune, la novela nos presenta una serie de episodios cotidianos en los que Peter se pelea con su hermana, se cansa de su familia, pierde a un ser querido, entre otras situaciones que, con diferentes variables, podrían sucederle a cualquiera. Cada una de estas vivencias funciona como un trampolín hacia lo fantástico que crea la imaginación de Peter y que hace de estos acontecimientos algo que vale la pena recordar y contar.
Ese Peter adulto que narra sus recuerdos lo hace desde el punto de vista de su niñez y esta elección da lugar a que en el realismo de lo cotidiano ingrese lo fantástico de la imaginación sin que haya una frontera claramente delimitada entre una y otra experiencia de lo acontecido. Me resulta difícil identificar si es una marca voluntaria o un rayón descuidado lo que señala el final del capítulo introductorio y dice
Y el propio Peter aprendió, al hacerse mayor, que, puesto que la gente no sabe lo que te pasa por la cabeza, lo mejor que puede hacerse, si quieres que te comprendan, es decirlo. De modo que empezó a escribir algunas de las cosas que le pasaban cuando estaba mirando por la ventana o tumbado en el suelo mirando el cielo. Cuando se hizo adulto se convirtió en inventor, escritor de cuentos y llevó una vida feliz. En este libro encontrarás algunas de las extrañas aventuras que sucedieron en la cabeza de Peter, escritas exactamente tal como sucedieron. (Pág. 21-22)
Esta es una de las características más sobresalientes de la novela: el ingreso de lo fantástico en la historia deja las puertas abiertas a diferentes interpretaciones y pone en escena de qué manera nuestro punto de vista sobre la realidad puede estar constituido por elementos que obedecen a distintos órdenes (el de la realidad, el de la imaginación). Lejos de ser una certeza, ese “tal como sucedieron” de la cita anterior es un guiño a la ambigüedad entre realidad y fantasía que se presentará en muchos episodios. En cada capítulo el lector puede dudar de qué sucedió dentro y qué sucedió fuera de la cabeza de Peter. Tal vez lo interesante no sea preguntarnos por la diferencia entre realidad y fantasía, sino por cómo ambas en conjunto construyen otra instancia de interpretación y de verdades. En suma, otro mundo.
- Todos somos Peter
Si bien el protagonista es un niño al que le suceden típicas situaciones que podrían pasarle a muchos otros niños, los episodios también pueden hacer reflexionar a un adulto sobre su propia vida. Lo interesante de esto es que lo que dos líneas atrás mencioné como “típicas situaciones que podrían pasarle a muchos niños” son hiladas de modo tal que nos permiten observar que, en última instancia, los temas en los que pensamos los adultos no varían mucho de lo que aprendimos y nos preocupaba en nuestra infancia. Esto se puede notar por ejemplo en el capítulo sobre “El matón”, en el que Peter se encuentra en una situación incómoda con el niño abusivo de su clase, Barry Tamarlane.
En un momento, nuestro personaje encuentra una forma de vengarse de los malos tratos de Barry. La manera en la que Peter descubre cómo combatir la situación es dando un giro a la figura de Barry, a la posición que ocupa en la sociedad escolar para removerlo del pedestal de matón. Este es un pasaje en el que el protagonista reflexiona acerca del poder y de qué es lo que sostiene los roles sociales. Así, Peter es capaz de sabotear esa legitimidad de Barry como matón y consigue que todos los niños de la escuela se burlen de él. Sin embargo, luego de esa supuesta victoria, Peter se angustia.
No le satisface lo que hizo e inmediatamente se arrepiente de haber respondido de la misma manera que el matón, de haberse convertido en el matón. El capítulo se constituye a través de un camino reflexivo en el que se plantean diferentes problemas sociales y morales que Peter resuelve pensando, actuando, equivocándose, evaluando sus errores y volviendo a actuar para modificar lo que hizo. Algún estudiante, tal vez identificado con Peter o con Barry dibujó un signo de exclamación gigante en
Peter intentó concentrarse en su victoria, pero ya no estaba tan a gusto con ella. Se había burlado de Barry (…). Había querido defenderse y darle una lección a Barry, pero había acabado por convertirlo en un objeto de burla y desprecio de toda la escuela. Sus palabras habían hecho más daño que un puñetazo en la nariz. Había aplastado a Barry. ¿Quién era el matón ahora? (Pág. 91)
Existen libros “infantiles” o “juveniles” que pueden ser leídos y disfrutados en cualquier momento de la vida, no solo cuando se tiene determinada edad. Creo que En las nubes es parte de ese conjunto extraño y valioso de libros que normalmente se consideran destinados para determinado grupo etario, pero que tienen la capacidad, como todo lo bueno, de funcionar bien en distintos niveles. Si se lee a los 12 la experiencia será una, seguramente fantástica y de constante identificación con lo que le sucede al protagonista, como las experiencias que dejaron huellas en mi libro. Si se lee a los 29, la experiencia será igual de fantástica pero traerá también quién sabe qué otras cosas. Mi plan es seguir leyéndolo a lo largo de los años para conocer cómo es mi experiencia a los 37, a los 42, a los 54, a los 68…
Descubrí En las nubes buscando un libro para que mis alumnos disfrutaran y aprendieran, pero al final terminó convirtiéndose en mucho más, un patrimonio de mi biblioteca personal.
Excelente descripción. Como adulta que leyó el libro con avidez por sentirme representada en mi adolescencia agradezco a quien me lo recomendó.
Muy buena reseña de una docente amante de sus alumnos
Gracias Agustina Campagnale por tus comentarios sobre en las Nubes, será un nuevo libro por leer y recomendar a muchas docentes para utilizarlo como una hermosa herramienta a través del cual muchos adolescentes se sientan identificados y comprendidos en esta etapa de sus vidas. Felicitaciones!! Y gracias por tu compromiso con la docencia.