Locke & Key, una obra que no podemos olvidar
Joe Hill logró desarrollar, hace años, una obra icónica del cómic de terror contemporáneo
Pocas obras, en la actualidad, han sido tan completas e innovadoras como el trabajo de Hill. Todos conocíamos la capacidad de este creador para asombrar al lector. En La capa nos mostró una magistral subversión del superhéroe. En Espectro (Wraith) conocimos a un conductor siniestro hacia Christmasland. De ambos trabajos ya dimos cuenta en otro momento en esta revista, gracias al integral que recientemente publicó Planeta.
Hoy queremos volver la vista atrás y recordar una obra con un sinnúmero de elementos innovadores y creativos. Nos estamos refiriendo a Locke & Key. La historia, inicialmente publicada en la editorial estadounidense IDW, nos cuenta los sucesos que afectan a una familia y las consecuencias de estos. A raíz de estos desagradables acontecimientos, la madre y sus tres hijos se van a vivir a la “casa de las llaves”. En dicho lugar, comienzan a ocurrir multitud de fenómenos sorprendentes. Unos serán mágicos, otros siniestros. Unos terceros juegan con lo trágico y lo dulce.
Las llaves son, al fin y al cabo, las herramientas para ir al mundo de lo mágico. Una de las llaves permite que una persona se pueda adentrar en el cerebro de otra, otra llave permite cambiarse el género, y, desde luego, hay muchas más. Esto hace que la imaginación del lector (si se adentra en la obra) pueda juguetear con su propia imaginación y pensar en lo que se podría llegar a hacer con cada una de estas llaves.
Ahora bien, como siempre sucede con lo que circunda a lo humano, nada es tan bueno como parece. La casa contiene en su interior, además de esas maravillas, también uno de los elementos más siniestros. Hill, magistralmente, utiliza la estrategia que empleó en su momento el (también magistral) cineasta Alfred Hitchcock. La idea que tenía este director era la de dar mayor información al lector de la que poseían los personajes. De este modo se genera un mayor suspense y efecto de la narración, ya que sometes al lector (en este caso) a cierta impotencia.
Pues bien, Locke & Key va dando una de cal y otra de arena. Por un lado, nos divertiremos y nos emocionaremos. Posteriormente, unas páginas más adelante o, incluso, en la misma página, nos sobrecogerá la capacidad de Hill para generar situaciones siniestras e inquietantes. Tanto es así, que a los personajes principales los podremos llegar a aborrecer y a tenerles cariño. En este sentido, la sensación que tuve al finalizar la obra es que Hill había jugado conmigo.
Gabriel Rodríguez es el responsable de la narración visual. Su estructura busca, habitualmente, el impacto del lector y emplea las viñetas grandes. Son escasas las páginas de carácter más racionalista, con viñetas más pequeñas. La obra tiene un marcado carácter emocional. El trabajo de Rodríguez es muy bueno, logra transmitir mucha información en cada viñeta y es detallista. En este sentido, su obra tiene cierto carácter preciosista que sobrecoge.
Estamos, por lo tanto, ante una obra necesaria para los amantes de las novelas gráficas inquietantes y sobrecogedoras. Ahora bien, que nadie piense que es una obra con multitud de sangre y seres chungos. Alguno hay, pero lo más relevante es la sensación de impotencia que logra crear. Cuando lo leas, creo que vas a querer entrar en la obra para darles información a los personajes. Además, y esto es lo que me parece más complicado, este juego logra mantenerlo durante todas sus páginas. He aquí la brillantez de la obra; unida con el desbordante mundo mágico creado por el autor.
Si estás interesado, Panini Cómics ha publicado dos obras, en tomo ómnibus. Cada una, en una cuidada edición de tapa dura. El primero tiene 488 páginas y el segundo volumen, 520.
Por Juan R. Coca