«INLOCA», de Ana Vallés, un espectáculo dirigido a «dotados para la oscuridad»
Por Horacio Otheguy Riveira
In Loca, latín: En lugares; INLOCA: no loca: las dos valen. De hecho van juntas. Los lugares por los que transita este fabuloso show surgen de un viaje intenso por caminos introspectivos. Reflexiones en voz alta que se exponen entre bailes, canciones y un ser lo que se es luchando por un ser lo que se aparenta. Muchos desnudos parciales e integrales, hombres que se visten de mujeres y mujeres que dudan entre uno y otro sexo, pero el manto de voluptuosidad de toda la trama, desarrollada en poco más de dos horas, transita por un pesimismo optimista, ante «el regalo de vivir» con la buena y mala sombra que acompaña la memoria y el presente de cada uno: personajes e intérpretes que se funden entre sí, entre lo autobiográfico y la pura ficción, la invención de modos de vida dentro de Europa, la vieja Europa cargada de violencia durante siglos y en este híbrido de lenguajes —teatro, danza, acrobacia…— citas fugaces de artistas y creadores que atravesaron el continente en fértil combate de emociones.
Momentos que empiezan con dos mujeres frente al mar en calma y acaba en una gran fiesta por toda la Compañía: en el trayecto, los cuerpos se extasían en una libertad plena, vestidos o desnudos se liberan de ancestrales ataduras y encuentran caminos nuevos. Todo sucede en un fresco desordenado, caótico, dentro de una mente que se permite pensar en voz alta, exponerse, piel y huesos, y sobre todo el alma extasiada ante la belleza infinita de la búsqueda incesante de uno mismo.
En definitiva: un espectáculo con un brío fabuloso, intérpretes con gran dominio del espacio y el contacto directo con el público, ya que no hablan entre ellos, sino para los espectadores, y entre ellos bailan, cantan, monologan, suma de facetas en un único ser fantástico.
De las numerosas escenas, dos que ilustran el vaivén de la función:
- Mientras se empolva ante una mesa de cafetería, iluminada por un hombre de la Compañía, una mujer recuerda un encuentro en París con una amiga. Bebían una coca cola, disfrutando del pasaje del negro líquido por la pajita, y se asombraban del olor a incienso que llenaba la terraza, la plaza… Les dio la risa imaginando que la Virgen María de la Catedral de Notre Dame se hartó de cargar todo el tiempo el cuerpo de su hijo y prendió fuego a todo. Al rato, pánico en la ciudad y en el mundo porque Notre Dame se había incendiado. Más risas: «Creíamos que lo habíamos incendiado nosotras».
-
Dos vidas paralelas en el tiempo, dos formas de entender el mundo cercanas y un “papel” que unió para siempre a dos grandes creadores de la primera mitad del siglo XX. Me estoy refiriendo, a Paul Klee (1879-1940), a Walter Benjamín (1892-1940) y a esa pequeña obra de apenas 32×24 cm, titulada Angelus Novus, realizada en 1920. Durante una visita a Munich en junio de 1921, Walter Benjamin, acompañado de su gran amigo Gerschom Scholem, visitó la galería de Hans Goltz en la Odeonplatz para comprar el Angelus Novus, aquel cuadro que tanto le había impresionado un año antes en Berlín. Huyendo de los nazis, rumbo a Estados Unidos, lo tuvo que vender para pagarse el pasaje. Murió, suicidándose, ya que no podía salir de España y temía caer en manos del Tercer Reich.
Que alguien encienda la luz. Que nadie duerma.
A lo que hemos dado en llamar espacio le hemos puesto límites.
Pero no hay límites en la luz.
Llamémosle mejor lugar y supongamos que no haya límites, que no sea nuestro deseo encontrar un marco que
delimite y defina.
Hablemos asumiendo nuestra condición de europeos, lo que somos, esa mezcla de patetismo y grandeza.
¿Algo se mueve en Europa? Todo es tan absurdo que sólo puede ser real.
Sin caer en el optimismo impenitente de Zizek ni machacarnos alegremente pensando que el mal nos hace mejores ¿es posible al menos una transfiguración, un alterarse (¡convertirse en otro!), tomar distancia y mostrar la verdadera cara, el verdadero rostro?
In loca, libremente del latín: “lugares a donde”.
Y todo junto, inloca: no loca. Un adjetivo inventado para negar la locura (¿nunca loca?) Lo que no supondría cuerda, y menos aún, razonable.
No importa tanto la razón, tu razón, como la pasión que imprimes en ella. ¿Hay razón sin pasión?
La decisión de entrar en lugares, de franquear una puerta, de rasgar el paraguas que nos protege del caos. La tentación insatisfecha, el deseo perpetuo. No existen los límites, no se llega a ningún lugar o estado. Entramos, pero no llegamos. Ana Vallés
Dramaturgia y dirección Ana Vallés
Reparto: Vicente Colomar, Ana Cotoré, Antón Coucheiro, Claudia Faci, Celeste González, Alfredo Pérez, Alfredo Rodríguez, Ricardo Santana, Nuria Sotelo
Espacio, vídeo y producción de sonido Baltasar Patiño
Iluminación Baltasar Patiño y Miguel Muñoz
Vestuario Matarile – La Canalla
Coreografía Intérpretes y Ana Vallés
Ayudante de dirección Ana Contreras
Asistente de coreografía Paloma Díaz
Asistente de espacio, vestuario y objetos Lara Contreras
Ayudante de producción Tati García
Producción y coordinación Matarile Juancho Gianzo
Colaboradores Enrique Gavilán y Javier Méndez Oro
Video difusión y documentación Edición Rusa
Fotografía y tráiler Bárbara Sánchez Palomero
Diseño de cartel Equipo SOPA
Realizaciones SFUMATO (Escenografía), PERONI (Tejido escénico) y Lara Contreras (Atrezzo)
Coproducción Centro Dramático Nacional y Matarile con apoyo de Agadic-Xunta de Galicia
Acerca de Ana Vallés
Autora, directora de teatro y actriz. Cofundadora de la compañía Matarile en 1986. Impulsa los espacios de exhibición y difusión contemporánea: el Teatro Galán, el Festival Internacional de Danza En Pé de Pedra y la saLa Montiel. Desde ahí ha desarrollado la mayor parte de su trabajo artístico.
En su compañía Matarile ha dirigido más de 30 montajes. En 2019 el Festival de Otoño de Madrid programa una retrospectiva reciente que incluye Daimon y la jodida lógica, Los limones, la nieve y todo lo demás y Teatro Invisible. Ese mismo año es finalista a la mejor dirección en los Premios MAX por Circo de Pulgas. En 2008 el Festival TAC de Valladolid le dedica un homenaje por su trayectoria artística.
Los espectáculos de Ana Vallés han sido presentados en Boston, Belgrado, París, Novisad, Porto, Leipzig, Boloña, Dresden, Edimburgo, Almada, Bayonne, Bucarest, Rennes, Dinan, Douardenez, Lanester, Brasilia, Tavira, Varsovia, Viana do Castelo, Cluj-Napoca, Timisoara.
Ha recibido numerosos premios, entre otros, el Premio del Público al Mejor Espectáculo del Festival Internacional Don Quijote de París 2009 por Animales Artificiales, Premio al Espectáculo más Innovador del XI Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de Valladolid por Historia Natural en 2005 y por Hombre Bisagra en 2015, Premio del Público en la Feira do Teatro de Galicia 2005 al Mejor Espectáculo por Historia Natural, Premio Compostela a la Mejor Dirección del Teatro Gallego y Premio Compostela a la Mejor Iluminación del Teatro Gallego por Café acústico y el Premio María Casares a la Mejor Dirección del Teatro Gallego por The Queen is Dead.
Además, el Teatro Galán y el Festival En Pé de Pedra (teatro y festival gestionados por Matarile Teatro desde 1993) han recibido el Premio Zapatilla de ARTEZ 05 (Revista de Artes Escénicas), al equipo de programación en 2005, el Premio de la Crítica de Galicia 2006 al Festival internacional de danza En Pé de Pedra y Premio Abrente 2010 del MIT de Ribadabia por la labor teatral de Matarile Teatro. Además obtuvieron una nominación a los premios de la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca a la Mejor Programación de Danza en España en 2005.
Como directora de escena ha trabajado también, entre otros, para Teatro de La Abadía, Centro Dramático Galego y Auditorio de Galicia.
En 2016 Ediciones Invasoras publica una recopilación de textos (Cerrado por Aburrimiento – Staying Alive – Teatro Invisible – El Cuello de la Jirafa) y en 2021 publica los textos de El diablo en la playa, en colaboración con Celeste González y Claudia Faci.
© Juancho Gianzo Leer menos