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«Kilómetros de tiempo», de Carmen Castellote

Por Jorge de Arco.

Que la Historia es la esencia de innumerables biografías, lo dejó escrito hace un par de siglos Thomas Carlyle. Y si traigo a colación al filósofo escocés es porque su máxima se cumple plenamente en Kilómetros de tiempo (Colección Torremozas. Madrid, 2021), un estupendo volumen que recoge la poesía completa de Carmen Castellote (Bilbao, 1932).

Cabe detenerse en la forma en que estos versos han podido reunirse y ver la luz por vez primera en España. Lo cuenta con detalle Carlos Olalla en su prólogo. Al hilo de un trabajo que preparaba sobre mujeres del exilio, encontró en internet tres poemas de la autora bilbaína. Con ellos, publicó una entrada en su blog y “meses más tarde recibí un tweet desde México en el que un joven me agradecía que hubiera escrito sobre su abuela. Le pedí que me contase todo lo que pudiera recordar sobre ella, sus anécdotas, vivencias… Pero él me respondió: `No, no, lo que mi abuela quiere es que me de usted su dirección porque quiere enviarle todos sus libros´”. Solícita y amable, ella cumplió lo dicho y junto al empeño del compilador y el cálido cobijo editorial, el lector puede ahora disfrutar de estas páginas llenas de verdad, amor, sufrimiento y acordanza.

Fue Carmen Castellote una de esas “niñas de la guerra”, que luego pasó a formar parte de los “niños de Rusia”. En 1937 viajó, como tantos otros, desde Bilbao a Leningrado con la esperanza de que nuestra Guerra Civil pasara pronto y pudiera regresar cuanto antes a casa. Allí, fueron recibidos con emoción, cariño y pancartas que rezaban: “Vivan los hijos del heroico pueblo español”…. Después, fueron distribuidos en “Casas donde se sintieron protegidos, Casas donde fueron alimentados, Casas donde recibieron enseñanzas, Casas donde compartieron juegos, riñas, lloros y risas con sus compañeros y compañeras -su `otra familia´- para el resto de sus vidas”, tal y como anota en su reveladora introducción Pablo Fernández Miranda, en nombre de la Asociación de los Niños de Rusia.

En junio de 1941, la invasión alemana de la Unión Soviética provocó el traslado de muchos integrantes de aquellos hogares a las tierras del Este del país, hasta llegar a la siberiana Tundrija. Y, hasta allí, llegó también Carmen Castellote, a un lugar donde la nieve, el sufrimiento, el dolor y el hambre serían enemigos tan temibles como los nazis. Acabada la guerra, muchos de los niños y niñas fueron reagrupados en Moscú, donde, precisamente, la escritora vasca realizó su licenciatura y postgrado en Historia. En 1957, se casó y se marchó a vivir a Polonia, donde nació su hijo Wlady. Poco después, llegó a México y se reencontró con su padre, Ricardo Castellote, quien fuera pieza fundamental para acercar a su hija a escritores allí residentes como León Felipe, Pedro Garfias, Juan Rejano…

En 1976, publicó su primer poemario, Con suavidad de frío (1976). A éste, le seguirían, Vuelo de nieve a sol (1979), Diálogo con la esfinge (1983), Acta de renacimiento (1985) y el inédito Gavilla de horas (2018). Todos ellos, se agrupan en esta entrega que me ocupa, junto con un epílogo de la autora en el que reconoce que esta compilación quiere “rescatar la memoria histórica, poner a salvo la poesía del exilio y así ensanchar el horizonte cultural de España”.

En su conjunto, el verso de Carmen Castellote se aparece desnudado de oropeles, pleno de expresividad y alumbrado por un imborrable haz de recuerdos que llevan hasta un ayer sombrío, desconsolador, sobre todo en su citado primer poemario:

Caminos, kilómetros de tiempo,
nada puede apartarme de la guerra,
de sus muertos escondidos en su infancia.
Y la vida nada sabe de ese hoyo,
abierto aquí, en mi corazón.

(…)

Es tarde y quiero dormir,
pero la noche está llena de muertos.
Iza el miedo sus alas nocturnas.

Su decir va evolucionando hacia un macrocosmos de mayor amplitud donde el yo lírico va reconociéndose en un espacio renovado –“Quiero ser vuelo de perfume”-, de vital claridad, y en el cual quisiera tener cabida la celebración y la dicha. Porque la niebla que brotara, tantas veces, desde lo pretérito pareciera disiparse y tocar un porvenir quizá más confortador. Sin embargo, no siempre es posible olvidar los objetos y territorios que fueran tristura del diario acontecer:

Hoy las cosas lejanas
son amenaza de luz en mi pupila:
el rizo prensado en el pupitre,
la mariposa que ahogué en el libro,
los sueños que dormían bajo llave,
ceñida al cuello con un tibio cordel.

Desde una escritura que se rebela, que se inmola para rehacerse desde sus adentros, Carmen Castellote da motivos para creer e imaginar un ámbito más humano, en el que aún sean posibles el don del conjuro y de la belleza. Virtudes ambas, al cabo, que asoman y se hacen cómplices desde su alma, silenciando en todo momento lo superfluo, lo ordinario, para dejar paso a la esencia sustantiva de un verbo de horizonte cierto. Y de vívido compromiso:

Me asombra el secreto adelantar del alba,
la ruta escondida de la luz y su delirio,
el ensayo del fruto y su anhelo de ser,
el indómito celo de las flores.
Me asombra el arte del mundo para volverse él.

One thought on “«Kilómetros de tiempo», de Carmen Castellote

  • Qué belleza de reseña! Que manera de hacer que nos adentremos en la vida y en los versos de esta poetisa. Y que descubrimiento estos versos!

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