Neil Gaiman y Colleen Doran – Nieve, cristal, manzanas
La reescritura de cuentos de hadas es una constante en el mundo literario anglosajón, sobre todo desde que Angela Carter publicara sus relatos en las décadas de los 70 y de los 80; además, recordemos que el género gótico y de terror se desarrolló en el ambiente británico desde muy pronto en textos clásicos como Drácula o Frankenstein, sin olvidar otros títulos anteriores como El Castillo de Otranto o Los misterios de Udolpho y que de alguna manera estos han influido en la imagineria de los cuentos de hadas desde una perspectiva moderna.
Pues bien, un ejemplo actual y de excepcional calidad de reescritura del mito de “Blancanieves” nos llega de manos de Neil Gaiman y Colleen Doran con Nieve, cristal, manzanas (Planeta, 2021). Aquí, escritura y dibujo van de la mano a la hora de configurarse como un cuento deliciosamente perverso para dejar al lector sin palabras y absolutamente mesmerizado. La historia y el guion de Gaiman son prodigiosos, tejiendo la revisión del cuento de una manera absolutamente íntima y envolvente, por ello el lector se ve impelido hoja tras hoja a continuar con la lectura no encontrando un punto seguro en el que parar. Así, uno sigue leyendo ante la clara necesidad de saber “y qué pasó después”, algo propio de los mejores cuentos.
El relato es breve, de unas 25 páginas, y tiene la fuerza suficiente como para querer releerlo nada más llegar a su final. En la obra se revisita el cuento de Blancanieves en forma de relato adulto, donde predominan aspectos tales como el erotismo y la crueldad, pero de una forma especialmente poética. Esto viene acrecentado por el dibujo de Doran, quizás la zona más cercana a la novela gótica venga de mano del abigarramiento preciosista de muchas de las viñetas, en un estilo que nos recuerda al de Aubrey Beardsley y en el que el lector se detiene para recrearse ante el excepcional grado de detalle de todas las imágenes.
Evito comentar detalles de la historia, sobre todo porque el placer de descubrirlos de primera mano se lo dejamos al lector que se encontrará en un terreno que le será a la vez familiar y completamente nuevo, como si de un sueño se tratara. Reconocemos los hilos, pero las imágenes del tapiz han cambiado lo suficiente como para que haya un efecto inquietante y bello en cada quiebro de la historia. Es una obra tan bella que duele, tan dulce que puede amarga o quizás más bien lo contrario, tan amarga que no deja de recordarnos lo dulce que es la belleza y la pasión porque el amor duele, acaba siempre por doler. Este texto le gustará a los lectores de los cuentos de hadas, a los de literatura de terror, a los que prefieran la fantasía. Pero aun siendo un cómic aparentemente de nicho, es una obra de arte tan intensa que al final le gustará a todos aquellos lectores que disfruten de una buena historia con un buen dibujo, ambos hechos con el mejor gusto, al fin y al cabo, ¿a quién no les gusta perderse dentro de un libro así?
Por Francisco J. Francisco.