“En estado de gracia”, de Carmelo Guillén Acosta

Por Francisco Onieva.

MIRAR DESDE EL ASOMBRO

Confianza en unos principios éticos y estéticos y fe ciega en una palabra que aborda la trascendencia e inmanencia divina son los dos principios fundamentales que rigen la creación poética de Carmelo Guillén Acosta (Sevilla, 1955), quien acaba de publicar su décimo libro de poesía, En estado de gracia, editado en la más antigua de sus colecciones de poesía, Calle del Aire, por la editorial Renacimiento.

Los cincuenta poemas que componen esta nueva entrega se disponen en tres secciones lacónicamente tituladas con números romanos. En ellas, Guillén Acosta merodea en torno a los mismos núcleos temáticos sobre los que ha construido una obra de declarada filiación cristiana, y lo hace manteniéndose fiel a un estilo característico en el que, con un lenguaje sencillo y cuidado, busca la belleza de la palabra -concebida como un acto de amor cuyas raíces se encuentran entre los rescoldos de Dios- en la elegante cadencia del verso blanco, que deviene casi salmódica en el alejandrino.

Tras “Mira afanoso el mundo”, que funciona a modo de poética, en el cual se invita a un tú a abrirse al alrededor, acude a la primera persona para sondear los misterios y revelaciones de la relación establecida con la divinidad a partir de los pequeños instantes cotidianos, entre los cuales están la belleza, la amistad o el amor, pero también el dolor, cuyas raíces temporales hay que agradecer y, en consecuencia, experimentar para lograr la salvación, pues sin él no hay redención posible.

La redención, por tanto, es un acercarse de manera incondicional a Dios, una ascensión gozosa hacia su gracia divina que se manifiesta en las realidades más habituales y en la naturaleza. Por eso, el sujeto poético, amparado por dicha gracia, detiene su mirada en lo insignificante y humilde, y lo celebra antes de trascenderlo, consciente de que es reflejo de una realidad superior, que nos desborda y que nos sirve de cobijo en su condición de presencia total, en la cual se funden belleza y bondad.

Hay en el autor, pues, una actitud de total permeabilidad ante lo que nos ofrece la vida. De este modo, frente el espectáculo del mundo no cabe más que el asombro, “desde donde debiera mirarse el universo”, sencillo y cotidiano, que es contemplado sin más pretensiones que ser en este estado de gracia, anhelo máximo del sujeto poético y gozo sin límites. Disfrutar del instante, por tanto, confiere al hombre una suerte de plenitud o eternidad efímera desde la que observa perplejo los prodigios cotidianos y desde la que se dispone y ensancha la retina con la intención de intuir la existencia verdadera y objetiva, fiel a sí misma y a los demás, origen y término.

Sin embargo, esta plenitud no es posible sin una apertura incondicional hacia los otros, en los que el yo encuentra la parte más esencial de su identidad. En tal acto, que dimana del contacto con Dios, juega un papel crucial el lenguaje, generador de lazos con los demás, con lo que asistimos a un humanismo de profunda raíz cristiana.

En semejante estado de gracia, el poeta solo puede sentir “Gratitud”, título del poema que conforma la tercera sección, con el que se traza una estructura circular en la que este vuelve a dirigirse a una segunda persona para agradecer todo lo recibido, incluida la palabra que se instala en el silencio y en la contemplación, camino necesario para la reflexión.

Autor: Carmelo Guillén Acosta

Título: En estado de gracia

Editorial: Renacimiento

Año: 2021

 

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