«Hojas de Ginkgo», de Julia Bellido
Por Ana Isabel Alvea Sánchez.
UN DESPERTAR AL PRESENTE Y SU ASOMBRO
En poesía nada es gratuito, todo significa, ya lo decía nuestro maestro y poeta Dámaso Alonso cuando hablaba de la materia o forma motivada, y en Hojas de Ginkgo (Cypress, Colección «Poesía Al Albur»), de Julia Bellido se cumple especialmente. Una poesía esencial, depurada, de poemas breves en los que fulgura lo cotidiano sin barroquismo, levantados con palabras del lenguaje coloquial -las palabras del habla, defendía Eugénio de Andrade-, con el decir de la calle, no menos intenso, en la música del verso endecasílabo o heptasílabo, para mostrarnos el mapa de una vida.
Julia Bellido es una poeta que busca la palabra exacta, como decía Juan Ramón Jiménez, en imágenes que dotan de visualidad y plasticidad al poema, pero que persiguen la precisión. Descripciones de escenas que nos llevan a una emoción o reflexión en un tono contenido y sereno.
Nos explica la autora que el árbol de ginkgo resulta ser en Japón símbolo de renacimiento y esperanza, y nos cuenta cómo al año del estallido de la bomba de Hiroshima, a menos de un kilómetro de distancia, un viejo ginkgo empezó a brotar; igual nosotros podríamos también volver a renacer, después de nuestras torpezas, desengaños y dolor, mientras tengamos tiempo para ello. Pudiera indicarnos su título un renacer en las segundas oportunidades.
Paseamos, a través de sus versos, por la memoria que nos describe escenas o recuerdos impregnados de belleza y alegría, del asombro del vivir, a pesar de la inevitable fuga del tiempo. Se ampara en un amor que vence a la muerte, y en los espacios o lugares emblemáticos que dejan una huella sentimental: Madrid, Playa de la Concha, Roma, Sierra San Cristóbal… La naturaleza está muy presente y es motivo de gozo y celebración.
Reflexiona sobre la propia escritura y la poesía, las cuales pueden herir: es un precipitarse / a un abismo de sed que nunca cesa… y es a la vez tan breve, / y resulta tan simple / como un cuenco de agua que se vuelca. Se asienta en el presente y en él siembra y crece. Nos advierte también de la mentira que puede ser el amor, de su desengaño: Del árbol del amor de nuestra cama / colgaban las mentiras. Vivir conlleva equivocarse, ignorantes de que el invierno siempre nos espera. A pesar de todo, es consciente del asombro de la vida, y quiere apreciarlo en el aquí y ahora. Reconoce el frágil equilibrio de la vida, y por ello mejor apurarla, pues no sabemos el rostro del mañana.
En su canto a la vida no faltan el impulso de los hijos, la razón del aire y la luz que me baña, o la preocupación por sus desvelos.
Detiene su mirada en el comportamiento humano, en nuestro paso fugaz y precipitado por el presente y el desconocimiento: La idea es no pararse. / Y así no darnos cuenta. Y no dejamos de dar vueltas como ratones ciegos en la puerta giratoria de la vida, donde azar y destino son lo mismo.
Entabla la poeta jerezana un diálogo con sus lecturas, esa experiencia también vivencial: John Steinbeck o Wislawa Szymborska. Se acoge a la fe como única certeza frente a cualquier barbarie, tal como hizo Edith Stein.
En estas cavilaciones sobre la existencia, no puede faltar la muerte, esa cita ineludible. Piensa la autora tanto en la propia como en la desgarradora ausencia de los seres queridos; pero este final lacerante nos abre los ojos a la vida y su prodigio, al fulgor de las cosas cotidianas, al misterio que somos y que ella escribe; nos despierta para que lo apreciemos.
Sus poemas no se desgastan con las lecturas reiteradas, como el viento no rompe los trigales: puedes pasar la mirada una y otra vez y, en su sobriedad, mantienen su vigor sin decepción alguna, y su mensaje; vivencias universales y estos planteamientos frente a la incertidumbre que nos hace caer en la cuenta de que nos podemos olvidar de lo importante.
Julia Bellido, poeta: me satisface lo que escribes, pero nada te pareces a mì. Veo con otras gafas la vida y, si alguna vez un recuerdo me hace daño, pienso en los mejores momentos. «Te aceptas o te mueres». Por eso escribo la revista virtual y bimestral Ginkgo revista literaria, para levantarlos a todos: colaboradores y lectores. Comencè en pandemia con las dificultades propias de no verse a los ojos, con mòvilesque se rompìan, bùsqueda de precios, laptops muy lentas, etc. Y aquì estamos; con una inflaciòn que llegarà al 100%, …y aùn practicando la docencia. ¡Valiente!. Te dejo un abrazo luminoso.