Los libros de la isla desierta: ‘La suerte de Regi’, de Iñigo Lamarca
ÓSCAR HERNÁNDEZ – CAMPANO. Tw: @oscarhercam
El nuevo libro de Iñigo Lamarca (Donostia, 1959) es mucho más que un libro; son tres. La suerte de Regi es una verdadera suerte para sus lectores, porque en sus páginas asistimos al nacimiento de un estilo literario -si no, a un género- que es el que combina el ensayo y la novela. Formalmente es una novela; una hermosísima novela que sigue los pasos de Regi, el protagonista de la historia, cuyo periplo vital nos sirve para conocer la historia del último medio siglo en Euskadi, aunque no solo. Vayamos por partes. Decíamos que el libro es uno y trino, y el nexo de la parte ficcional y del relato histórico es su protagonista: Regi. Este hombre, vasco, gay, lúcido, tierno, divertido, irónico, comprometido, reflexivo y gran amigo es en realidad el primus inter pares de un elenco coral y diverso de personajes.
Lamarca presenta y desarrolla a todo un conjunto de personas (hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales) que se van encontrando y se unen en una cuadrilla cimentada en la amistad y en el cariño (a veces amor y deseo) mutuo. Regi es uno más del conjunto, de la constelación de caracteres muy bien construidos y desarrollados, con vivencias propias que le permiten al autor incluir muchos y variados detalles de las múltiples caras del prisma que conforma la realidad. El resultado es un mosaico o, mejor, un mural inmenso, rico en matices que nos permite a los afortunados que leemos la novela, acompañar durante décadas a sus protagonistas.
A ambos lados de las personas que pueblan la historia, Iñigo Lamarca ha escrito, de manera inteligentísima, dos ensayos históricos: el del movimiento LGTB y el relativo al marco histórico general del País Vasco. Para contarnos ambas historias de forma amena (sin faltar al rigor) el autor coloca a sus personajes en diferentes lugares y coyunturas. Desde la militancia antifranquista en partidos de izquierda de Regi (con persecución policial, detención, así como documentadas y escalofriantes torturas), pasando por el activismo LGTB, las ONGs o las instituciones públicas. Lamarca no omite nada y escribe de política, de derechos humanos, depresión, suicidio, eutanasia e incluso de ETA, la kale borroka, los GAL y el procés catalán.
La narración es amena, fluida, tierna cuando toca, cruda si es preciso, natural, sin florituras innecesarias y correctísima. Las trescientas y pico páginas discurren velozmente, pese a que invitamos a los lectores a leer despacio o a releer, ya que, en resumen, La suerte de Regi es una verdadera enciclopedia de historia social, política, del activismo LGTB y, sobre todo, humana. Regi, Amaia, Xabier, Armando, Imanol, Magda, Urko y Maider, quienes forman esa cuadrilla llamada La Chiripa, de la que cualquiera desearía formar parte, y los demás personajes que, como en la vida, aparecen y desaparecen por los avatares de la existencia, viven, aman, desean, se ilusionan, se desencantan, sufren, ríen o gozan como cualquiera de nosotros.
La suerte de Regi habla de homofobia, de la interiorizada, la que se nos inocula a todos por vivir en una sociedad homófoba, y de la externa, la de los insultos y las agresiones. Pero también narra cómo Regi y sus amigos trabajan para deconstruirse y rehacerse después sobre los principios de dignidad, respeto y diversidad. La novela está colmada de amor, también hay sexo y, sobre todo, hay naturalidad. Naturalidad para abordar temas delicados, difíciles o polémicos que, sin embargo, Lamarca trata con respeto y una normalidad balsámica.
Junto a los personajes de ficción (que se inspiran, al menos en parte, en personas reales), aparecen personas, aunque sea solo nombradas, reales: Mili Hernández, Boti García Rodrigo, Beatriz Gimeno, Pedro Zerolo, Jordi Petit, Garaikoetxea, Aznar, Zapatero y otros muchos. Protagonistas de la vida política y social, así como quienes perdieron la vida a manos del terrorismo son recordados.
En definitiva, La suerte de Regi es una novela imprescindible del gran autor y mejor persona que es Iñigo Lamarca. Por eso merece venirse conmigo a la isla desierta.