VIDA PERFECTA (T.2): ¿La mejor serie de comedia del año?

Por Gerardo Gonzalo.

Movistar acaba de estrenar la segunda temporada de una serie, que hace dos años irrumpió como una de las mejores y más refrescantes ficciones que había visto en mucho tiempo. De hecho, recuerdo haber disfrutado esa primera temporada de forma casi simultánea con Fleabag, multipremiada con Emmys, Globos de Oro, etc. Pero, aún apreciando mucho esta comedia británica, me pareció mejor, más fresca y original, la producción española. Una serie inteligente, que mezclaba con audacia temáticas casi contrapuestas en un mismo argumento, que tanto me hacía reír a carcajadas, como me sorprendía o me deslumbraba por su ritmo y las interpretaciones de sus protagonistas, en una trama cuyas derivadas te llevaban por caminos inexplorados.

Con una primera temporada así, con mi experiencia como espectador y con el bagaje cinéfilo y seriéfilo que uno lleva encima, parecía inevitable que este reencuentro transitara por dos senderos. Por un lado, estaba el interés por retomar esa historia y esos personajes con los que tanto había disfrutado. Pero al mismo tiempo, también sentía cierto escepticismo, ya que parecía imposible mantener el nivel excelso de su primera temporada y me daba la impresión de que su capacidad de sorprender, había alcanzado un tope difícilmente superable. Pues bien, tras ver esta segunda temporada, ya puedo decir que me equivoqué en mi apreciación.

Si la primera fue sobresaliente, la segunda es directamente magistral. Leticia Dolera consigue mejorar lo que parecía casi inmejorable, haciendo evolucionar la trama hacia caminos que aúnan el delirio con el existencialismo, el sentido del humor con la depresión, el terror al futuro con la ilusión de lo que nos queda por vivir y  los miedos personales con los saltos al vacío.

La trama gravita sobre una amalgama de ejes argumentales, cuyo gran acierto es poseer individualmente una entidad suficiente tal, que podría albergar cada uno una serie propia. Historias que parten de una raíz, que es el momento vital de la protagonista, Leticia Dolera, madre de un bebé e inmersa en una crisis personal de sentimientos y afectos, que le hacen orillar una  insensibilidad que ni ella es capaz de entender. Un personaje en un pozo existencial al que le ha llevado ese cruce de caminos en que está su vida y que repercuten sobre su maternidad, la relación con su hermana y su amiga, la familia, el padre de su hijo, su pareja y sobre todo aceptarse, saber aceptar y encontrar sus aspiraciones vitales.

Por otro lado su hermana, que parece haber tomado la decisión de “madurar”, lo que en su caso ha conjugado con el verbo “renunciar”. Para ello se embarca en una relación adulta y más formal que le haga bajar de esa nube, que ella parece ser consciente de no poder habitar eternamente.

También la amiga encara esa crisis, que la vida y la edad te llevan a vislumbrar y que surge cuando el amor, la excitación y la adrenalina, pasan a ocupar un lugar subalterno por las circunstancias que te rodean. Con una vida convencional (¿perfecta?) donde el trabajo, la rutina, los hijos y un marido al que ya no ves como antes, la hacen sentirse adormecida. Busca así, una última oportunidad para despertar y sentir como antes… aunque quizás, el equipaje que uno lleva ya no lo haga posible y la sombra del egoísmo te persiga implacablemente

Por último, especialmente emocionante resulta el retrato de Gari que se hace en esta segunda temporada. Nada se dramatiza, pero nada se esconde, en una situación en la que lucha por convertirse en alguien que no puede llegar a ser y que queda atenazado por el miedo a que lo que más quiere le deje atrás por ser como es. Un relato del temor a no estar a la altura, pero llevado de forma luminosa y llena de emoción. Él junto a su novia, busca el reconocimiento y su valía frente a un mundo que en apariencia parece quedarle grande, pero cuya generosidad y dignidad, hace que le permita mirar por encima del hombro al resto de personajes. Él sí tiene un rumbo claro, un orgullo fundamentado y a diferencia del resto, es consciente de cuáles son sus prioridades y sus limitaciones.

Nada de esto funcionaría, sin las mayúsculas interpretaciones de Leticia Dolera, que encarna con desgarradora contundencia la crisis y depresión de la protagonista. Aixa Villagrán, cuyo personaje evoluciona por derivadas y profundidades que parecerían incompatibles con la esencia del mismo. Celia Freijeiro, convincente, profunda, veraz, naturalista desde la contención, en una interpretación de una mujer que parece tenerlo todo, imantada por una sensación de vacío y empujada por una vida que no le termina de llenar. Y por supuesto Gari, Enric Auquer y su novia Sara González, que componen un retrato emocionante y conmovedor, que lejos de caer en una interpretación maniquea y facilona por la naturaleza de sus personajes, huyen del autocompadecimiento y luchan por apoyarse y formar parte, de un mundo hecho para excluirlos.

Una serie soberbia que rehuye la obviedad y los lugares comunes. Con personajes que quizás no están a gusto con lo que son, ni consiguen superar satisfactoriamente los retos que les marca este momento de sus vidas, pero que buscan encontrarse a sí mismos en una especie de última oportunidad por cambiar las cosas y que deben y quieren aprovechar, aunque sin saber muy bien cómo hacerlo. Todos despiertan en el espectador un sentimiento de cercanía y aunque no sabemos si se están equivocando o no, sí que somos capaces de empatizar con sus situaciones, sus decisiones y sus miedos, que en parte, también son los nuestros.

Puedo decir que con esta serie me he reído mucho, me he divertido, pero también me ha hecho reflexionar y me ha emocionado. En resumen, un carrusel de risas y lágrimas, como la vida misma, por la que todos discurrimos, todos nos equivocamos, a veces acertamos, pero no por ello dejamos de seguir adelante.

Leticia Dolera lo pone todo en la serie (esto es literal) y nos da la mejor ficción de comedia que he visto en mucho tiempo, mezclando cuestiones que parecen incompatibles, sin rehuir su complejidad y que solo un talento audaz y superlativo puede ser capaz de hacer converger con acierto. Sé que Dolera concita pasiones divergentes en lo que se refiere a sus opiniones y que ciertos sectores es posible que no se acerquen a su obra por sus prejuicios personales sobre ella. Sin duda se están equivocando, ya que se pierden a una artista mayúscula, que bajo un embalaje de apariencia ligera, nos envía un mensaje profundo, que aquí articula en una ficción llena de verdades, a las que todos nos debemos de enfrentar y que ella nos pone delante.

Sufrid, reíd, reflexionad, disfrutad, en resumen hay que vivir esta vida perfecta en su imperfección, imperfecta porque así es la vida y perfecta porque es la que tenemos y la única a la que podemos agarrarnos. Enganchaos a la vida….. y de paso, a esta serie.

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