Eva contra Eva: la credibilidad gana la batalla al paso del tiempo

Por Mariano Velasco

Qué fuerza tiene una de la primeras frases que le espeta la Eva de Ana Belén a la Eva de Mel Salvatierra cuando se la encuentra dentro de su camerino, tras la función, en los primeros momentos de este combate teatral que es “Eva contra Eva”: “tengo que cambiarme de bragas, unas para el teatro y otras para la vida”.

Que cada cual lo interprete como quiera —uno de los grandes aciertos de esta obra es que propone, propone y propone y admite variadas interpretaciones—, pero la frasecita tiene su aquel, y bien puede tomarse como el punto de partida de este juego de espejos entre vida y teatro y entre nosotros mismos que pone sobre la escena esta adaptación muy libre del clásico del cine “Eva al desnudo”, de Joseph L. Mankiewicz, con texto de Pau Miró y dirección de Silva Munt, en el teatro Reina Victoria de Madrid.

Una actriz joven que admira a una actriz madura, y que se planta en pleno camerino parece que para pedirle un autógrafo. Pero no, en realidad acaba plantándose más bien en mitad de su vida y enfrentada a ella por un mismo papel, iniciándose un diálogo entre ambas que abre y cierra numerosas puertas alrededor de temas muy bien traídos, como es el de lo que supone el paso del tiempo, especialmente para la mujer que se dedica al mundo del espectáculo, y todo lo que de ello se deriva: los miedos, las inseguridades, las injusticias, las desconfianzas, las envidias…

Estando sobre las tablas una de nuestras grandes damas del teatro —y de la música, claro, pero ese es otro cantar— , resulta inevitable que todo gire en torno a ella. Y así sucede. Ana Belén, a la que se le adivina rápido que está en un excelente momento interpretativo, aunando madurez y agilidad sobre el escenario a partes iguales, apenas abandona la escena durante toda la representación. Sí lo hace en un simbólico momento que bien sirve para cerrar ese círculo previamente trazado que va de la vida al teatro y del teatro a la vida, que es cuando rompe la cuarta pared y propone el desenlace final.

Por el camino, Ana Belén —a quien Mel Salvatierra da una excelente réplica plena de vitalidad— crea un personaje en decadencia con asombroso equilibrio, sin dejarse llevar en ningún momento por el exceso de dramatismo en el que hubiera sido bien fácil caer. De hecho, y eso es también acierto del texto, las situaciones más dramáticas se evidencian en su mayoría en la parte onírica de la obra. Tal vez, por otro lado, la más confusa, como era de esperar.

El texto de “Eva contra Eva” es complejo. Premeditadamente complejo cabría añadir, otorgando a la obra ese plus de  mantener al espectador alerta y participativo, como diciéndonos que ojo, que no se nos olvide nuestro protagonismo en esto del conflicto entre cómo nos vemos y cómo nos ven, entre cómo nos modela el paso el tiempo, entre lo que aprendemos y lo que perdemos mientras tanto, entre lo que nos obsesiona y lo que no en este irremediable camino de retirada que viene siendo el transcurrir de la vida. ¿Retirada? Bueno, depende. Veremos que aquí todo depende de la perspectiva, que para eso está el juego de espejos que tampoco abandonan el escenario.

Se agradecer que haya en el desarrollo de la obra, muy bien expresado en esa complicidad disimulada, pero complicidad, que subyace al enfrentamiento entre las dos mujeres, un claro mensaje de sororidad, que deja muy premeditadamente en un segundo plano el supuesto peso que debería tener el director, hombre, amante incluso, para poner el acento sobre la mujer.

Las dos protagonistas están muy bien acompañadas de tres imprescindibles en el mundo teatral: el director de la obra, Javier Albalá, la representante de la actriz, Ana Goya, y el crítico teatral, Manuel Morón. Descoloca, y puede que de eso se trate, el enigmático personaje de este último, que se desdobla en detective en esa parte onírica que propone la obra y que añade una perspectiva más al planteamiento dramático. Y a la larga tal vez sea el que acabe cobrando más peso, subrayando como subraya la importancia – no tanto de la crítica periodística en sí, no nos pongamos estupendos – sino de cómo nos ven y, sobre todo, de cómo nos juzgan los demás.

Y quien, sin desvelar demasiado del desenlace, es al final el que nos muestra que por encima del paso del tiempo, lo verdaderamente importante, en el teatro y en la vida, es que podamos mirarnos al espejo y decirnos a nosotras mismas: “todavía te creo”.

Teatro Reina Victoria

Reparto: Ana Belén, Mel Salvatierra, Javier Albalá, Manuel Morón, Ana Goya

Adaptación y dramaturgia: Pau Miró

Dirección: Sílvia Munt

Escenografía: Enric Planas

Iluminación: David Bofarull

Vestuario: Nídia Tusal a partir del diseño original de Miriam Compte

Sonido: Jordi Bonet

Creación y realización de vídeo: Daniel Lacasa

Caracterización: Chema Noci

Piano: Jaume Vilaseca

Ayudante de dirección: Matilda Espluga “Tilda”

Ayudante de vestuario: Monica Teijeiro

Diseño técnico de vídeo: Martín Elena

Dirección técnica: Pedro P. Pérez, Trasescena

Técnico de luces: Víctor Cadenas

Técnico maquinista: Juan Duarte

Regidora y gerencia compañía: Ruth Alonso – Trasescena

Confección de vestuario: Sastrería Pretaporter

Construcción de escenografía: Taller de escenografía Jorba Miró

Fotografía: Javier Naval

Jefa de producción: Clàudia Flores

Producción ejecutiva: Macarena García

Dirección de producción: Josep Domènech

Distribución: Bitò.

TEATRO REINA VICTORIA, MADRID

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Antes del Estreno: Ana Belén dirigida por Sílvia Munt

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