Satanás, de Marino González Montero. La trilogía oscura
Por Francisco Collado
Marino González Montero es autor poliédrico. Su labor literaria abarca la poesía, el relato (Premio Setenil. 2004). Pero también navega con holgura por las versiones de clásicos grecolatinos, versos flamencos o estudios sobre características arquitectónicas o antropológicas extremeñas. Por no olvidar su faceta de editor (de la luna libros) o codirector de la revista literaria La Luna de Mérida.
Concluye con este Satanás (de la luna libros. 2021), la oscura trilogía imaginada por Marino González Montero. Una conclusión tan aritmética como la coda de una partitura. Un epílogo lógico (dentro de la ilógica), racional (dentro la irracionalidad) y congruente, dentro de ese; casi teatro del absurdo; que compone la tríada dramática del almaraceño. Satanás conserva todos los estilemas del autor, todas las obsesiones e inquietudes antropoespirituales que ya apuntaran maneras en Muerte por Ausencia o Laberinto, anatomía del presente, proféticas entregas de esta cronología del absurdo humano.
Los personajes son trasuntos de sí mismos. Espejos en esta narrativa circular que nos devuelve una y otra vez al abismo de lo incógnito, a las tribulaciones y zozobras básicas del ser humano. Hombre y Mujer son atemporales, navegan por las tres obras como espectros buscando respuestas, buscando su anagnórisis. El reconocimiento de algo que han perdido, los motivos y claves de estos encuentros nada casuales. El personaje ausente de la primera, se carnaliza en la diosa Tyche de la segunda, para culminar la trilogía con un personaje omnisciente que conoce todo acerca de Hombre y Mujer, pero los necesita desesperadamente.
Este Satanás oscila entre un pobre diablo (si se me permite el juego de palabras) y un Demiurgo que lleva observando a la humanidad desde el principio de los tiempos. La humanización del personaje llega de ese sentido del humor marinomontesco, que introduce chascarrillos casi expresionistas, juegos de palabras inteligentes y respetuosos para el espectador connaisseur, anglicismos, referencias mitológicas frente a lenguaje coloquial. Una alquimia verbal y dramática que hace que estas obras salgan al mundo con vocación de culto.
Los textos de esta umbría trilogía siempre dejan escuchar una corriente subterránea, algo soterrado, oculto bajo el disfraz del olvido que surge con fuerza inasible e implacable. El pasado de los personajes que vuelve. Las acciones de antaño que no se pueden ocultar siempre y se desbordan con la intensidad de un volcán, cambiando las vidas y ejerciendo de catarsis necesaria y anhelada.
Para construir su universo disparatado (a la vez que grave), surrealista (a la vez que certero), jocoso (a la vez que espinoso), el autor maneja,; con lúdica filosofía, elementos de la Commedia dell´ Arte, frases de elevada lírica, juegos de palabras, reminiscencias de Sartre o Beckett, o distraídos anglicismos para conseguir destilar esa mistura entre drama y tragedia que es la marca de la casa. Lo tragicómico aquí nos conduce hacia las obsesiones más elementales, las angustias más básicas. Los miedos y tribulaciones del ser humano. El triángulo dramático ahora cierra el círculo de esos personajes que, siempre desconocen el significado de su presencia en esos escenarios parcos, expresionistas, simbólicos y oníricos en los que tienen que descubrir su purificación.
Este Satanás deviene un protagonista potente, señero y algo sufridor en el gran teatro del mundo. Con sus ágiles diálogos, su ironía extrema y su profunda humanidad. Porque lo que les ofrece el ángel caído a Hombre y Mujer es recuperar sus orígenes. En base a un texto soberbio, elaborado con precisión de orfebre, este satanito les dona a los hombres su propia humanidad frente al avance imparable de la deshumanización.
Insiste Marino González Montero en complicar la vida a los compositores con rimas imposibles, con textos casi inmusicables. Plenos de referencias a la antigüedad clásica, filosóficos o certeramente bordes, que dificultan la partitura notablemente, pero mantienen ese matiz tan propio del autor de jugar con el musical como una baza más de su universo disparatado e irreverente.
Un cosmos que ha sellado con esta última entrega del triángulo umbrío, donde Satanás como un moderno Prometeo les retorna el fuego a los hombres con la forma de la dignidad y la razón. Un espíritu de lo oscuro que; paradójicamente; viene a donarles la luz. No en vano otro de sus nombres es Luzbel (portador de la luz) Ya me estoy contaminando del irreverente humor marinomontesco…