En el dintel de Jano
José María Jurado García-Posada.– La joven colección “Jánica” de la no menos joven, tempestuosa, pertinaz y aun impertinente editorial Cypress ha nacido con una suicida vocación contra mundum. Si sus libros se quedaran en los anaqueles de las librerías o en las cajas de los almacenes sin alcanzar la decena de lectores no sería menor su triunfo, pues es seguro que el Dios de Israel arrojaría una columna de fuego y azufre como la de Cumbre Vieja contra la posmodernidad que estos libros han venido a combatir, incapaz de hallar diez hombres (o mujeres) justos (o justas).
Así reza -y nunca mejor dicho- la presentación de la serie en su web: “La colección JÁNICA reúne textos que documenten e impriman un nuevo giro a esta deriva suicida de Occidente, en la convicción de que es en la dimensión espiritual del hombre donde reside su única esperanza para perdurar como especie.”
Interesa, pues, aunque sea por simonía, hacerse con algunos ejemplares para eludir el incendio purificador que a buen seguro alcanzará este mundo sino lo ha alcanzado ya bajo la escatológica especie de un virus que ha infectado más las almas que las vías respiratorias.
Aunque lo jánico es lo doble, lo opuesto a sí mismo con dos caras, tras la lectura de los más recientes títulos de la colección “Raíces en el Cielo” de Dora Rivas y “De la muerte de Dios a la revancha de Dios” de Gonçal Mayos Solsona, uno comprende que la colección jánica haciendo honor a su nombre da un portazo al pensamiento dominante -que en rigor es un pensamiento dominado- y se limpia el polvo de unas sandalias cansadas de recorrer caminos trillados que vienen y van de la nada al vacío con más o menos adornos.
El profesor de la Universidad de Barcelona Gonçal Mayos Solsona expone en su ensayo de forma lúcida y sucinta el extraño viaje con retorno de la idea de Dios en el pensamiento político del siglo XX. La idea de Dios como una gran luna llena que hubiera entrado en una fase menguante con la ilustración hasta desaparecer en la gran noche cósmica de las guerras mundiales, fusilada por los kalashnikov soviéticos y quemada en el aquelarre nuclear americano, vuelve a surgir de nuevo, henchida, dominante, siempre en el horizonte de lo humano. Y aunque que el pensamiento oficial reniega de esta brusca aparición que adopta por otra parte tristemente más la forma de la media luna enrojecida que la de la henchida luna inmaculada de San Bernardo de Claraval, lo cierto es que es una realidad -política- que no se puede soslayar. De ahí el concepto de “revancha”, la divinidad se ha alzado para recordar a Nietzsche que sus sortilegios de enterrador de Dios han tenido solo un éxito relativo, quiero decir relativista. Como un breve repaso a este viento de lo divino, como idea humana, sin propósito moralizante ni eclesiástico sino puramente ensayístico, Gonçal Mayos expone una realidad cuya negación política constituiría una huida hacia adelante. Así pues, los enemigos de Dios, si no quieren que se les escape (pobres) no deberían dejar de leer este evangelio (buena nueva) de la historia
Ninguna referencia biográfica se nos da de Dora Rivas tras cuyo nombre es seguro que se oculta/se muestra ¿por qué? un poeta, una poeta. Concebido como un libro de pensamientos -los aforismos son la esencia de Cypress- cuya construcción y lógica obedece a los dispositivos más efectistas de la dialéctica breve actual, es también un libro de oración -así se titula una de sus partes finales- y de alabanza a Jesucristo. “Raíces en el cielo” es libro de honduras ascensionistas escrito en otro tiempo para este. En el preámbulo nos dice la autora:
“Los pensamientos que se reúnen son los de una desterrada que está buscando las señales que le permitan volver de nuevo al hogar. Y ojalá se conviertan en acicate para otros extraviados. Somos desterrados del paraíso, y si el Hijo de Dios ha querido compartir nuestra suerte y quedarse con nosotros, incluso en nuestra misma carne, es para que nosotros podamos regresar con Él a la casa del Padre. “
Es pues, también, un libro no menos sapiencial que penitencial, como si su autora, asustada ante la deriva del mundo, hubiera vuelto los ojos (“Jánica”) a lo alto y encontrara un bastión seguro en el Dios que extiende sus raíces hacia el cielo y de cuyo Sagrario nos hemos apartado casi todos (“en el sagrario vive Dios su destierro porque su tierra es el cielo”) y particularmente quienes – y por eso nos viene el libro como anillo nupcial al dedo- aún fieles a los ritos, hemos perdido por agotamiento el fondo. Sabemos que la autora es poeta porque ella misma lo dice cuando afirma “La poesía es de Dios” en la sección mas potente del libro “El don de la palabra” donde, reescribiendo los silencios de Wittgenstein afirma “Hasta que nuestras palabras no enmudezcan, la Palabra no se hará carne”. ¿Hay qué decir más que no sea callar/adorar?
Estos dos libros, teoría y práctica de Dios en el mundo moderno, nos asestan un puyazo en la conciencia: podemos mirar (admirar) Su plenitud en los cielos o quedarnos embelesados contemplando (adorando) el dedo posmoderno que ensaya una higa mientras hace swipe en la pantalla a derechas e izquierdas. Todavía es (pero cada vez lo será menos) una decisión de cada uno la de contar entre los más o menos diez lectores justos de estos libros jánicos, entre los felices escogidos (redimidos) por el Gran Uno.