Las lecciones aprendidas entre las paredes del estudio en esmeralda de Gaiman
Neil Gaiman es uno de esos maestros de la narración que nos enseña algún elemento revelador entre sus palabras. El enormemente premiado guionista es, de hecho, el creador de la obra magna The Sandman un trabajo innovador y profundo que nos muestra un sinfín de aspectos de nuestra mente y de nuestra moralidad que nos hará reflexionar. He aquí, precisamente, el punto fuerte de Gaiman; ahondar en las profundidades abisales de lo humano transitando, de un modo u otro, por aspectos políticos. Esta capacidad también la refleja en obras tales como American Gods o en Batman ¿Qué le sucedió al cruzado de la capa?
Estudio en esmeralda, publicada por Planeta Cómic, no se aleja mucho de todas estas cuestiones, aunque la trama evidentemente sí. La narración escrita entre el propio Neil Gaiman (historia y diálogos), Rafael Albuquerque (dibujo y guion) y Rafael Scavone (guion) nos introduce en el conocido mundo de Sherlock Holmes. La obra en su primera página nos habla de un espectáculo denominado “The Strand Players”. En esta página se nos cuenta, prácticamente, todos los entresijos de la narración. Cuando leáis la obra, si os acordáis, volved sobre ella.
Estamos ante una nueva historia sobre Sherlock Holmes… bueno… Quizás eso no llame la atención. Así es. Gaiman recurre al Holmes de Conan Doyle, arrogante, seguro, racional. A medida que transcurre el cómic asombra por sus capacidades deductivas. En definitiva, un Holmes a pleno rendimiento. Tanto que, en ocasiones, parece tener poderes sobrenaturales. Hasta aquí nada que, de un modo u otro, no conozcamos. Ahora bien, resulta evidente que Gaiman parte del estudio en escarlata de Conan Doyle centrado en John H. Watson que, en principio, nos pareció ser el análogo del Mayor en la obra de Gaiman. Luego nos dimos cuenta que estaban jugando conmigo.
Por otro lado, en la obra que ahora nos ocupa se introducen elementos típicos de Lovecraft que le otorga también un carácter sobrenatural a la obra. Además, permite a Gaiman conducirnos hacia una reflexión sobre los orígenes y el establishment. Y dentro de esta reflexión la obra comienza, lentamente, a auto-subvertirse. Quiero decir con esto que Estudio en esmeralda transita, paulatinamente, hacia una obra de carácter político que nos recuerda, de una manera lejana a From Hell. Quizás sea el aliento victoriano y esas calesas donde transita parte de la historia las que ayudan a enlazar ambas historias. No lo sé… Pero, desde luego, un lector sosegado va a encontrar mucho regusto clásico e innovador a cada paso.
Nuevamente volvemos al principio de lo que hablamos en este artículo. Gaiman es un maestro en introducirse entre los hilos que tejen lo humano y con dichos hilos construye una historia alternativa. Por esta razón, el orgullo torna en humildad, ya que ni el más sabio lo es tanto, ni el idiota (pensemos en Dostoievski) resulta ser lo que parece. Del mismo modo, el salvador puede ser un mero artefacto del poder y no tanto esa persona que logra terminar con los malos de la película. Al fin y al cabo, una breve carta logra romper con un ídolo, convirtiéndolo en una persona más. De hecho, reconozco que una vez finalizada la obra todavía sigo pensando sobre ella.
En definitiva, estamos ante una obra de gran solidez que, además, resulta versátil puesto que puede ser todo lo compleja que cada lector quiera. Por otro lado, la narración visual es elegante y sencilla, con un color homogéneo. Una buena parte de las imágenes carecen de fondo lo que centra, todavía más, la atención en los personajes, en sus expresiones y en la narración escrita. Albuquerque logra transmitir mucha información a través de sus dibujos, sus sombras, esos ojos de Holmes de parecen que se te clavan o esas sonrisas soberbias. Incluso sus fondos nebulosos, también terminan resultando desconcertantes y envolventes. Una obra sobresaliente.
Por Juan R. Coca.