«Los últimos Gondra», final de un excepcional ciclo de autoficción
Por Horacio Otheguy Riveira
«Los últimos Gondra», de Borja Ortiz de Gondra, reconduce el pasado enlazando a los vivos con los muertos, y con ello no solo se recorre escénicamente una poética de naturaleza gótica con elementos expresionistas, sino que el autor se presta a la unión con el director de toda la trilogía para revivir experiencias teatrales que, de otros países y otras lenguas, supieron recalar con éxito en España en otros tiempos, sobre todo en los años 80 con la Compañía polaca de Tadeus Kantor, que en lugar de abandonar las recurrentes pesadillas de su infancia, volvía a ellas una y otra vez en obras que Kantor no solo escribía y dirigía (Wielopole, Wiolopole; ¡Que revienten los artistas!…), sino que participaba activamente como un mago sin palabras con cuyas manos impulsaba el movimiento de los actores, gente revivida para la ocasión, muertos atormentados o dichosos, perfiles emotivos que, al compás de una banda de pueblo, revivían episodios.
Kantor-Gondra también tienen en común ser muertos en escena. Muertos-muy vivos para evocar los traumas que les pisan los talones. El primero murió trabajando duro con sus artistas a los 75 años, y Borja Ortiz de Gondra, a los 56, se da el gustazo de editar y estrenar como autor y actor (en la segunda de las tres obras, pero en las tres aparece y habla, se integra en la familia que le atormenta), y con todo ello necesita ir más allá y conjugar un aspecto que si alguna vez lo atemorizó, supo rodearse de un equipo técnico-artístico que le abraza (como todos los personajes lo hacen en un momento dado) para dar emocionante corolario a su periplo de autoficción (autobiografía intensa con aportes ficticios que realzan su capacidad de soñar y de ser algo más que sí mismo)… y se mata. Muere. Finiquita sin explicar con precisión cómo ha muerto… porque lo importante es que el muerto palpita entre nosotros, siguiendo de cerca a su propio fantasma, aquí interpretado por Joaquín Notario, a quien no recuerdo haber visto fuera de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Admirado siempre, es muy especial este juego de espejos y de angustias, con un Gondra muerto y otro vivo, aquí, diciéndonos «no soy personaje ni actor, solo soy el autor que se presenta ante ustedes para comprender mejor mi propia historia». El entrecomillado es mío: mi propia ficción sumada a la suya porque Los últimos Gondra es suficientemente imperfecta como para abrir la gran puerta del viejo armario familiar para que entremos todos. Los que degustamos las otras piezas y la inesperada gran novela (Nunca serás un verdadero Gondra) nos sentimos a gusto incorporándonos a la vida y a la muerte de una familia en la que nos sentimos partícipes de muchas maneras. Tal el talento del autor-intérprete de sus propias aventuras, crisis, lamentos y pasiones… al hacerlas universales, trasladando a mil y una noches la tragedia del País Vasco.
No me parece esta última pieza tan buena como las otras. Tan redonda. Creo que cojea de muchas imprecisiones con un toque de confusión para quien no domine el tema, pero a la vez la encuentro la más conseguida como espectáculo de gran belleza, ya que su cercanía y alejamiento del gran Tadeus Kantor y el mensaje de lo mucho que tienen que decirnos nuestros muertos se desenvuelve aquí con una puesta en escena muy distinta a la austeridad feroz del polaco. Es esta una concepción romántica muy del estilo gótico. Los formidables intérpretes se mueven con lentitud conmovedora, los diálogos y las situaciones se desenvuelven con hallazgos de una obra pictórica. Todos los ismos se reúnen y dialogan entre sí, y en esas que llega un artista que brota desde las tinieblas, aunque como Borja, suficientemente vivo para componer una iluminación fantástica con tal raigambre que llega a conformar otras obras dentro de la misma: Juanjo Llorens.
Todos los Gondra tienen vida propia, se alimentan unos a otros, pero también son autosuficientes, por eso todo “el pack” es muy recomendable.
A saber:
Los últimos Gondra (Memorias vascas).
Hasta el 21 de noviembre en el Teatro Valle Inclán. Sala F. Nieva.
«En una noche alucinada, Borja, encerrado en la casa ancestral de los Gondra, recuerda, sueña o inventa el momento de su muerte, rodeado de antepasados vengativos que le reprochan lo que ha hecho con la memoria familiar. ¿O son solo fantasmagorías del escritor ante la noticia más inesperada que podía recibir? Aquel a quien siempre reprocharon “no serás un verdadero Gondra hasta que tengas un hijo” ha descubierto la existencia de dos hijos gemelos de los que nada sabía: Iker, un activista que pronto saldrá de la cárcel reivindicando la lucha política, y Eneko, un escultor que vive en el extranjero sin preocuparse de pasados heredados.
En el mundo cerrado de Algorta, una generación de jóvenes busca su propia vía: Edurne, que se arrepiente de haber comenzado una nueva tumba y una nueva tradición; Claudio y Martina, una pareja formada por el hijo de quien tuvo que irse y la hija de quien seguramente tuviera mucho que ver en esa huida. Pero también hay miembros de la generación anterior atados al pasado: Blanca, que regresa por primera vez desde que tuvo que huir; Uxue, que expía sus culpas propiciando encuentros reparadores entre antiguos enemigos; Imanol, viudo de una activista aferrado a la pérdida.
Rodeado de esos jirones de memorias, Borja deja su propia herencia envenenada a quienes vienen detrás: una casa centenaria, un manuscrito de novela sin terminar, sus propias cenizas. Su viudo, sus hijos y una extraña ciega que teje cestas habrán de decidir cómo se llega al silencio final». Nota del autor.
Texto Borja Ortiz de Gondra
Dirección Josep Maria Mestres
Reparto
Ylenia Baglietto (Martina), Sonsoles Benedicto (Natalia / La cestera ciega), Marc Bosch (Iker), Fenda Drame (Edurne), Aizpea Goenaga(Blanca), Samy Khalil (Claudio / Don Íñigo de Gondra), Markos Marín(Imanol), Antonio Medina (Don Andoni), Joaquín Notario (Borja), Borja Ortiz de Gondra (Yo), Lander Otaola (Eneko), Pepa Pedroche(Nerea), Victoria Salvador (Uxue), Cecilia Solaguren (Ainhoa) y José Tomé (Matthew)
Escenografía Clara Notari
Iluminación Juanjo Llorens
Vestuario Gabriela Salaverri
Música Iñaki Salvador
Movimiento Jon Maya Sein
Videoescena Álvaro Luna
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Los Gondra (una historia vasca). Viernes 29 OCT y 5, 12 y 19 NOV 2021
PRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA. Premio Max a la Mejor Autoría Teatral 2018.
«Los Gondra: un encuentro donde la fábula del bien y del mal en el seno de una familia se da de bruces con la mortificante presencia de un guerracivilismo que no entiende de negociación posible. Así se viaja, desordenada, apasionadamente, del tiempo lejano de los carlistas (Dios, Patria y Rey) frente a los liberales, a la furiosa guerra del 36, para llegar más tarde a la tolvanera de los que confiaban ciegamente en los balazos en la nuca. En medio de cada época, de cada torbellino representado sin orden cronológico —pero sí por cierto orden poético— se baila, se canta, se ama, se odia, se busca la necesidad de un perdón sólido como una roca, para volver a odiar, a intentar amar, a bailar, a cantar en una constante necesidad de andar todos juntos: una familia, una hermandad, una comunidad.
No es un musical ni una ópera, es un teatro testimonial que abunda en técnicas variopintas para allanar un camino que trasciende la epidermis de una función teatral. En escena, actores sensacionales que en cada aparición nos ayudan a compartir la extraña aventura autobiográfica que logra ser de todos, convirtiendo los conflictos de Euskadi en los dramas de una patria universal».
(Extracto de la crítica publicada en CULTURAMAS el 1 de febrero de 2017).
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Los otros Gondra (relato vasco). Sábados 30 OCT, 6, 13 y 20 NOV 2021
SEGUNDA PARTE DE LA TRILOGÍA. Premio Lope de Vega 2017.
«Contra la soledad, el teatro. En la búsqueda, un encuentro en 34 funciones. Del laberinto del dolor familiar, un viaje hacia la luz en un camino trazado previamente, bajo contrato. Borja Ortiz de Gondra es un hombre de teatro, autor y actor, que aprovecha estupendamente ambos papeles y se la juega noche a noche con una valentía insólita, a cara descubierta, y ante la indefensión de ofrecer su historia a espectadores desconocidos, le socorre el gran Jesús Noguero, hecho a innumerables personajes, capaz de componer al propio autor como como personaje, de imitar por momentos algunos de sus gestos y de defender con energía su necesidad de ser él mismo y ser abrazado por ello. Lo consigue en una función excepcional, muy distinta a la que ya aplaudimos, pero aún podemos leer (Los Gondra, publicada por el Centro Dramático Nacional), pero a su vez muy independiente, desarrollada como pieza libre, con remembranza justa para que el espectador más inocente se enganche y se emocione. Imposible no empatizar con esta suerte de desafío con el pasado para renacer liberado de estigmas, y cambiar el desamor de una madre por el incondicional de amores y amigos».
(Extracto de la crítica publicada en CULTURAMAS el 17 de enero 2019).
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