El juego de los Embustes. El montaje del director

Por Francisco Collado

 

                        María de Melo Producciones. 40º Festival de Teatro “Vegas Bajas”

 

Revisitar esta propuesta de María de Melo Producciones, supone para el espectador una grata sorpresa. La obra ha tenido su rodaje desde su estreno en la Sala Trajano de Mérida, y esto queda patente en el juego dramático. Por eso hablamos de Director Cut, asimilando el cinematográfico término. La obra original ha sido engalanada, pespunteada (como el soberbio vestuario que realiza la misma compañía) y alquimizada. Ha sufrido una notable y elaborada labor de poda y riego. El ritmo dramático  es apabullante, sin aliento. De hecho la performance debe ser agotadora para los actores (100 minutos de intensidad), en especial para Jesús Lozano Dorado, que habita en la piel del pícaro Don Perdo de Pelayo con amplio dominio del timing, un incesante ir y venir. Esperpéntico y jocoso, pero no exento de recámara. Este es uno de los méritos del texto que, bajo el disfraz del retruécano y el adefesio, trata con respeto al espectador, ofreciendo una inteligente sátira atemporal.

Las peripecias de las falsas marquesas de Galapagar, del simulado pícaro, del quimérico noble, de la simulada sirvienta, se presentan atrozmente divertidas y afinadas en su ácida crítica social. Bajo el disfraz del vodevil y la comedia de puertas, el autor-director-actor, se ríe en las barbas de todas esas ideologías casposas que tratan en enfangar la sociedad. En medio de la dialéctica de los floretes y los lances verbales, encontramos envites muchos más profundos, que se van hilando con el disfraz del humor y lo grotesco, pero dejan cargas de profundidad para el espectador avezado.

El ritmo es ágil, la coordinación de escenas, certera. Los personajes han sido simbiotizados por los actores como si se tratara de una segunda piel. Amparo Morquecho extrae su vis cómica en el personaje de la criada-marquesa, con amplio registro gestual y certera declamación, ampliamente celebrada por el público.

Inma Cedeño y Marina Haberkorn desarrollan sus personalidades en conflicto con seguridad, y amplio dominio de los roles, creando un juego tremendamente divertido en escenas como la de los biombos, declamando a dúo o cantando.

El plano de juego físico también está ampliamente conseguido. A destacar el momento de la esgrima a tres (con diálogos incluidos), que solicita de gran precisión, fluidez y control del tempo. El resultado es tremendamente divertido.

Jesús Lozano, como Demiurgo, ha creado una paleta de personajes icónicos e identificables. Las actrices, y él mismo, los desarrollan dotándoles de una personalidad potente y plena de inteligencia. Estamos ante una obra de texto nada liviano, aunque adopte el disfraz de la comedia del áureo siglo y la imaginería y pompa del  XVIII. El verbo, ágil y certero, cela bajo la risa una visión pesimista y cruda de las aspiraciones de nuestra sociedad.

María de Melo Producciones apuesta por la interpretación con músicos sobre el escenario. En su obra Alfonso X, la última cantiga, la música antigua forma parte esencial del desarrollo de la dramaturgia. Emilio Villalba, Sara Marina, Belisara Ruiz e Ivo Blanek, desgranan la notación del Rey Sabio. Para El Juego de los embustes la compañía se ha enriquecido con el chelista Fernando Merchán (OEX). Y el violinista Jorge Almansa (Orquesta Clásica Santa Cecilia). Las transiciones musicales están perfectamente imbricadas y contribuyen a la presteza dramática. La música diegética acompaña las acciones y motivaciones de los actores con precisión y sin solapar, en un segundo plano, como solicita la textura teatral. El abanico de obras interpretadas es ecléctico y acertado, abarcando desde la cadencia obsesiva del Vals nº 2 de Shostakovich, al castizo Suspiros de España, pasando por la Serenata Nocturna de Mozart; precursora del romanticismo; o la singular e hipnótica melodía de la “Danza del hada del azúcar”. Todo un acierto del Festival de Teatro Vegas Bajas, incluir en su programación esta obra. Una lúcida y divertida sátira de libertinos, lacayos mendaces, truhanes desdichados y diálogos brillantes que divierte y enriquece. Esto es teatro.

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