El TeatroscopioEscena

«¿Que no…?»: un ejercicio patafísico lanzado al vacío de la comunicación

Por Horacio Otheguy Riveira

La patafísica brilló muy poco entre el brío del dadaísmo y el bullente ingenio del surrealismo: entre todos, desde la Francia de comienzos del siglo XX a la larga segunda posguerra mundial, consiguieron iluminar el adormecido mundo cultural burgués, romper un poco sus esquemas, divertirse poniendo en solfa casi todo o por lo menos no tomándose en serio casi nada, aunque la patafísica de Alfred Jarry (Ubú Rey) pretendía un alcance más científico. Por su parte, Raymond Queneau se hizo cargo del legado de los tres, definiéndose como «patafísico auténtico porque, ¡joder, no sé cómo me las he arreglado pero ya estoy otra vez al principio!».

La patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias, por lo tanto, determina el hecho de saber cómo y dónde hay posibilidades de imaginar, de jugar, de atravesar y buscar el otro lado de las cosas: otro punto de vista posible gracias al pensamiento humano.

Una obra muy divertida, ingeniosa, inquietante, como una montaña rusa de palabras que se enredan, buscan y pierden a sí mismas, aquí convertidas en una desigual experiencia teatral.

Raymond Queneau (1903-1976) fue «uno de los artistas más importantes y prolíficos del enloquecido y transgresor París de mediados del siglo XX. No es fácil encontrar en nuestro ámbito cultural escritores de talante tan sugestivo». Palabras del coautor y director Jesús Cracio con las que estoy de acuerdo. Con lo que no he conseguido empatizar es con lo conseguido en forma de espectáculo con un reparto entre muy bueno y excelente, pero al servicio de un desarrollo escénico que contradice el eje sobre el que gira la acción, en principio muy atractivo: muchas maneras de contar un conflicto producido en un autobús (adaptado al Madrid de hoy), según las características sociales y/o psicológicas de una variedad de tipos humanos que no llegan a ser nunca personajes propiamente dichos, dada su fugaz entrada, estancia y salida en el demasiado grande escenario que les ha tocado en suerte. Las palabras entrecruzadas de la gente, todos nosotros en realidad, en el devenir del día a día donde lo nimio alterna con lo grave… En general, esta versión teatral del libro inclasificable, muy bien provisto de creatividad, Ejercicios de estilo (1947), va perdiendo garra a medida que avanza, excepto la felicidad transmitida en unos pocos cuadros.

La función está concebida como desfile de cuadros de revista musical, si bien la música solo aporta un clima de referencia: variaciones sobre un Bach muy cercano y entrañable, aunque de pronto aparezca un aire de brillante zarzuela, cantado y bailado por casi todo el elenco.

No hay un crecimiento de intenciones, más allá de la zarzuelera narración donde parece que a partir de allí el show irá hacia arriba en fascinante espiral. Pero no. Se queda en repetición a ratos simpática, pero en exceso fría y cansina, ya que el relato de cada quien no mejora la historia, pues esta se reitera sin piedad.

Penoso reencuentro con un gran director, Jesús Cracio, responsable de muchas funciones inolvidables (por ejemplo, Los domingos matan más hombres que las bombas, Joe Killer o la anterior de 2015: Tengo tantas personalidades…, de Max Aub), aquí encantado con esta experiencia, a tal punto que se reunió con otros dos para adaptar el texto de Queneau al teatro. Una versión desafortunada que no mejora con su puesta en escena, salvo momentos aislados como la brevísima escena del paleto prejuicioso a cargo de Fernando Sainz de la Maza; el cuadro cantado y bailado por varios ya mencionado, un par de situaciones a cargo de Nur Levi (formidable pitonisa o camarera de las mil y una caídas con sonrisa), y sobre todo las escenas mudas de Àlex Villazán (por primera vez sin la dirección de José Luis Arellano, gran maestre de LaJoven donde el actor se formó admirablemente).

Villazán asume un número de clown con un dominio pleno del espacio y la expresión corporal, mezcla de mimo y bailarín. Y en otro momento, se hace cargo de una sucesión de situaciones donde mantiene vigorosamente el tipo pasando de policía duro a psicoanalista, niño sumiso ante las bofetadas de un cura-maestro, y luego amante feliz con una señorita muy bien dispuesta. Sin palabras consigue convencer de que en el mar de fondo de este ¿Que no…? habría material abundante para consolidar un espectáculo de más rico alcance.

En definitiva, un show de irregular interés en el que el talento de los intérpretes y el director componen escenas que se admiran pero no suman, ya que se suceden junto a otras con desmayado impulso, si bien hay que destacar una muy eficaz producción donde resulta sobresaliente el diseño de vestuario, capaz de añadir intensidad cuando irrumpe con trajes de otras épocas o un despliegue visual formidable.

 

Partiendo del tema base, Notaciones, se van sucediendo sin interrupción distintas formas narrativas e interpretativas del mismo suceso. El gran abanico de la inquietante visión de la comedia humana comunicativa. Todo ello unido y aderezado (intentando ser lo más fiel a Queneau) por la Toccata y Fuga en D menor de J. S. Bach interpretada en variadas versiones que mudan desde la clásica sinfónica hasta el rock and roll pasando por el jazz. Un escenario con escasos elementos donde 8 intérpretes darán cuerpo a 34 personajes otorgando al tratamiento de la luz y su expresividad dramática un significado fundamental para crear entornos y marcos que la desnudez del montaje reclama. Un teatro pleno de riesgos y de aventura. ¿Quién no ha escuchado alguna vez múltiples versiones de un mismo suceso según la persona que nos los cuenta? Jesús Cracio

 

Dirección: Jesús Cracio

Adaptación: Antonio Fernández Ferrer, Christian Boyer Jesús Cracio a partir del libro Ejercicios de estilo de Raymond Queneau

Con Javier Ballesteros, Nur Levi, Rosa Martí, Arturo Martínez Vázquez, Paloma de Pablo, Fernando Sainz de la Maza, Claudia Salas Álex Villazán

Voz en off: Ramón Langa

Diseño de espacio escénico: Pablo Menor Palomo

Diseño de iluminación: Pilar Velasco (AAI)

Diseño de vestuario: Beatriz Robledo

Diseño de sonido: Iñaki Ruiz Maeso

Coreografía: Marta Gómez

Ayudante de dirección: Pablo Martínez Bravo

Residencia de ayudantía de dirección del Teatro Español: Íñigo Santacana 

Fotografías: Jesús Ugalde

Una producción del Teatro Español SEDA

Duración: 70 minutos.

NAVES DEL ESPAÑOL EN MATADERO. HASTA EL 21 DE NOVIEMBRE DE 2021

 

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