“Anatomía de una sombra”, de Alberto Chessa
Por Jorge de Arco.
Con Anatomía de una sombra obtuvo Alberto Chessa el XVIII premio de poesía “Dionisia García”. Desde que en 2010 el autor murciano (1976) recibiera por La osamenta un accésit del “Adonáis”, su obra ha ido creciendo plena de rigor y sabiduría. Ya en aquel bautismo lírico señalé su preocupación por la conducta del ser terrenal, la cual le llevaba a intentar equilibrar el orden que corresponde al pensamiento y a la realidad. O lo que es lo mismo, a dirimir la dicotomía de cuánto esconde ensimismado el lenguaje de nuestra mente y cuánto la diaria existencia nos permite aceptar.
En los siguientes poemarios, su palabra ha ido perfilándose y madurando mediante una creatividad liberadora, cómplice de un contenido ferviente, unánime. En Un árbol en otros (2019) -que era hasta la fecha su último libro-, el poeta advertía de que “…la vida crece y se hace un hueco entre la vida, entre palabras llenas de sangre y tierra”. Esa vida, al cabo, la más íntima, asomaba con tintes de incertidumbre por entre su decir en tanto el propio yo se afanaba en hallar territorios ajenos al dolor, pues ya era consciente de que “en cada herida de mi cuerpo hay un amor dispuesto a ser nombrado”.
Ahora, en esta Anatomía de una sombra (Aula de Poesía. Universidad de Murcia. 2021), el amor se derrama y vertebra en un emotivo y emocionado conjunto. Porque como afirma el propio autor en su epílogo, es este un “libro-espejo de los últimos tres años de mi vida”, y cuyo testimonio es el de alguien que “buscó su tabla de revelación (mejor de revelación) en la poesía”, para así vencer el desamparo, librar el desconsuelo:
No me dejes, mi amor, desconocerte.
No permitas que el cáncer te desnombre.
Sálvate. Sálvanos. Entre nosotros la noche
siempre nacerá despierta.
Mi vida es hoy un punto suspensivo,
una espera del alba en plena albada.
Toda mi vida ahora es recobrarte.
Ya advirtió Luis Rosales en La casa encendida, “del dolor y permanece siendo el mismo hombre”. Pero esta vez, la intención de Alberto Chessa no era tan sólo retornar de aquella pesadumbre siendo el mismo, sino también domesticar su impotencia, contener su cólera, pues era inevitable contener esa hilera de preguntas que no encuentran respuesta y de las cuales deriva una dialéctica limitadora y mortal. Claro que la búsqueda no significa exactamente encuentro, pues razón y corazón parecen participar siempre de un sistema de correspondencias ajenos. De ahí que el sufrimiento multiplique su presencia y se refleje por doquier, en una suerte de atmósfera palpitante:
Desde que estás enferma te averiguo
mucho mejor que todos los ayeres:
la quimio ha derribado el contrafuerte.
No eres la otra. No eres otra.
Ha sido y sigues siendo la bahía
que exige el mar derecho de pernada
y a todo lo que vuela ser su nido.
Dividido en tres apartados, “De la vida en vilo”, “Del cuerpo en vela” y “Sub rosa”, el volumen avanza de manera lineal, ahondando en esa dicotomía ya citada y a la que también aludiese Paul Valéry: “La mezcla de amor y mente es la bebida más embriagadora”. Ese duelo de contrarios, permite también configurar un espacio donde integrar lo común y concentrar un verso balsámico, dador de un consuelo que realce su ulterior semántica. Porque en la consciencia de su conciencia, el sujeto lírico pretende disolver las sombras, rearmarse y refundar un tiempo que suponga perdurabilidad, llama compartida:
Este libro eres tú. Tú eres el libro,
la entalladura de este monólogo a dos voces,
de este verso arlequín con varios amos
y un único deseo de verdad.
Eres el libro, amor, el árbol que lo engendra,
la música del verbo, la palabra en la música.
En suma, un poemario unívoco en su tematización, que responde a esa tiniebla que tanta veces desordena la existencia. Un poemario, sí, pleno de connotaciones afectivas, que sabe bien cómo acrecentar la magnitud de un mensaje revelador, honesto y extraordinariamente humano: “También la vida exige / que les hagamos sitios a esos terrores / que exigen el prodigio de estar vivos”.