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Descubre la ‘Guía para identificar a los personajes de la mitología clásica’, de

RICARDO MARTÍNEZ.

Ahora sí, ahora ya podemos saber (por poder identificar) lo que eran, o representaban, cada uno de esos héroes de ficción que nos los presentaban los maestros de la antigüedad actuando como seres reales, de los cuales, de su comportamiento, habíamos de derivar una enseñanza (como todas las enseñanzas, positiva y negativa: esto es, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer)

Ahora ya estamos menos huérfanos de padres putativos. Y a este aprendizaje ha venido a contribuir –entre otros, esto es, entre otras representaciones gráficas, o estudios, o comentarios fecundos- esta guía del arte, minúscula en tamaño pero mayúscula en cuanto a didáctica sencilla y comprensible.

Qué decir, por ejemplo (p.90) del lamento inacabado que ha condenado a las hijas de Dánao (menos una, vaya casualidad, la que, por amor, había casado con Linceo, quien, transcurrido el tiempo, había de matar a su suegro para quedarse con su reino de Argos), aquellas que, haciendo caso del oráculo, renegaron de casarse con sus  primos, los Egiptidas, a los que mataron en la noche de bodas. Se casaron con otros, y sus descendientes fueron los fundadores de la estirpe de los dánaos, pero, ay, “cuando las Danaides murieron, fueron castigadas por su crimen en el Hades: tenían que llenar eternamente de agua unas vasijas usadas para la preparación del baño nupcial, pues estaban agujereadas (Por cierto, ¿qué habrá sido del pobre Sísifo?)

¿Y así ha de entenderse la idea de la justicia verdadera?, se diría el protagonista de hoy. Ellas son condenadas por obedecer al oráculo, sin embargo su única hermana desobediente, ha de convivir con el asesino de su padre. ¿Habrá que derivar de ello, a pesar de que así expresen los dioses imaginarios su voluntad, que la única justicia fiable sea la justicia poética?

¿Y qué pensar, hoy también, de la travesura de Ícaro, el hijo de Dédalos, el gran arquitecto del Laberinto (de tan larga tradición en la iconografía y la simbología en la historia humana) y de su travesura juvenil de acercarse demasiado al sol con sus alas de cera? Una travesura juvenil, sí, pero no exenta de su didáctica: no te acerques demasiado al sol, el equivalente del poder (¿tal vez un adelanto o advertencia de no acercarse al poder en general, y al político en particular? (p. 91)

A la vez, a cada iconografía o enseñanza  acompañan cuadros explicativos y de fácil aprendizaje como ‘Atributos posibles’ haciendo relación a las figuras y sus atributos, y de ‘Variantes iconográficas’, que explican el por qué de cada una de estas imaginarias realidades. Tal vez las que, con el tiempo, habían de alimentar la variada y animada iconografía de los sueños, a los que tantos de nosotros, también hoy en día, hacemos más caso que a la realidad inmediata.

Claro que, tal como va de malhadada y proscrita la realidad diaria, quizá mejor el sueño. Ahí por lo menos viajas.

Una mesa de noche con un libro así como interlocutor no puede hacer mal alguno, al contrario, es una compañía necesaria.

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