Maixabel (2021), de Icíar Bollaín – Crítica
Por José Luis Muñoz.
Hay películas que trascienden lo estrictamente cinematográfico porque se sitúan en otro plano, en el de la necesidad, y podrían, y deberían, ser proyectadas en una clase de ética en el caso de que esa materia concite algún interés en la sociedad actual; Maixabel de Icíar Bollaín (la Estrella de El sur que, de mayor, fue una excelente directora de cine) es una de ellas.
El cine español ha abordado con diversa fortuna el tema de ETA, desde el punto de vista de los terroristas (la excelente Días contados en la que Imanol Uribe tuneó la novela homónima de Juan Madrid sin que éste se enojara, sino todo lo contrario; Yoyes, de Helena Taberna); el de las víctimas (Todos estamos invitados, la mediocre despedida del cine de Manuel Gutiérrez Aragón; Lejos del mar, también de Imanol Uribe pero muy lejos de lo que fue Días contados); o las más que discutibles películas de humor de Borja Cobeaga Fe de etarras y Negociador. ETA centró el excelente, e incomprendido, trabajo de Julio Medem La pelota vasca, la producción internacional de Gillo Pontecorvo sobre la acción más sonada de la banda, el asesinato de Carrero Blanco, en Operación Ogro; y la serie de éxito surgida a raíz de la novela de Fernando Aramburu Patria.
El comando Burruntza asesinó a Juan María Jáuregui, gobernador civil de Guipúzcoa, el 29 de julio de 2000 en Tolosa, cuando tomaba un café sin escolta en un céntrico bar. Con ese vil atentado arranca la película de Icíar Bollaín que, enseguida, da un salto en el tiempo y se sitúa en los años de encierro en la cárcel de Nanclares de Oca de dos de sus asesinos, Luis María Carrasco (Urko Olazábal) y Ibón Etxezarreta (Luis Tosar), que se desmarcan de la banda dentro del proceso de reinserción conocido como la vía Nanclares, por el nombre de le prisión en que se les concentró, y en el proyecto de Maixabel Lasa (Blanca Portillo), viuda de Jáuregui, al frente de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco. Cuando los dos terroristas encarcelados le piden una entrevista personal para pedirle perdón, Maixabel duda pero finalmente acepta porque cree que ese tipo de contactos son positivos para el fin de la violencia: “Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad”.
El film, que se estrena ahora y ha sido presentado en el festival de San Sebastián con notable éxito, surge de una entrevista personal que tuvieron Maixabel Lasa e Icíar Bollaín en Tolosa, en el lugar en donde ETA arrebató la vida a su marido. La directora de Te doy mis ojos dirige con sobriedad, y a veces con excesiva frialdad, este largometraje que gira en torno al proceso de la pérdida y la redención al que se le puede achacar que no tenga más impulso dramático y tenga un tono más de documental que de película de ficción. Icíar Bollaín recoge de forma fidedigna las dos entrevistas que los antiguos miembros de ETA, los victimarios, tuvieron con su víctima en dos largas secuencias a cámara fija. Los asesinos desconocían quién era Juan María Jáuregui, salvo que era un objetivo fácil por ir a todas partes sin escolta, pero ignoraban su pasado como militante del Partido Comunista y de ETA y que, como gobernador de Guipúzcoa, fuera pieza clave en desentrañar los asesinatos de los etarras Lasa y Zabala y meter en prisión al general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo. “Juan Mari no sabía quién lo iba a matar antes, si ETA o Galindo” dice en un momento de la película Maixabel Lasa.
Blanca Portillo hace una excelente interpretación de Maixabel Lasa (extraordinaria esa secuencia en la que no coge ese teléfono que suena de forma insistente porque presiente que le va a comunicar el asesinato de su marido) pero no puedo decir lo mismo de Luis Tosar que aparece en muchas escenas con el pie forzado, más convincente como el terrorista implacable de la primera secuencia que como el arrepentido del resto de la película. Lo mejor del film es ese paseo que Ibón Etxezarreta hace por las localizaciones de todos sus atentados en uno de sus permisos penitenciarios, con el ruido de las explosiones y los disparos que causaron tantos muertos como sonido de fondo, y la frase que cruza con Maixabel al final de su encuentro al hilo de la de ella “Prefiero ser la viuda de Juan Mari que ser tu madre”, a la que responde : “Hubiera preferido ser Juan Mari que su asesino”.
ETA dejó de existir, aunque a algunos les hubiera gustado que siguiese o no se han enterado de su disolución, pero su rastro de dolor sigue generando películas y novelas.