El grito de los pájaros locos, de Dany Laferrière

El grito de los pájaros locos

Dany Laferrière

Traducción de Rubén Martín Giráldez

Editorial Pepitas de calabaza

Logroño 2021    288 páginas

 

CRÓNICA DE UN PASEANTE SOLITARIO

 

Por Íñigo Linaje

 

Hablar hoy en día de literatura es hablar de fusiones genéricas, de trasvase de formas que confluyen y se solapan. Una novela puede tomar a veces la hechura de un ensayo o de una crónica, y, a su vez, contener elementos autobiográficos que la acercan a eso que se ha dado en llamar miscelánea.

Esto es lo que sucede precisamente en el libro El grito de los pájaros locos, de Dany Laferrière (Puerto Príncipe, 1953), escritor e intelectual haitiano que comenzó su carrera profesional como periodista y que en 1976 se exilió en Quebec huyendo de la dictadura de su país. Si hay un hecho que determinó la vida de Laferriére por completo fue el asesinato, ese mismo año, de su compañero del semanario Le petite samedi soir, Gasner Raymond.

Ese crimen real, cuya sombra planea a lo largo de todo el libro, es el que desata esta crónica trepidante que narra las veinticuatro horas de un día completo en Puerto Príncipe, Haití, una ciudad que lo mismo ampara a seres menesterosos que a jóvenes idealistas y prostitutas. El grito de los pájaros locos, como no podía ser de otra manera, está escrito en primera persona y mezcla -en un entramado memorialístico sujeto al presente- retazos de la vida del autor-protagonista en las horas previas a su huida a Canadá.

A medida que la narración avanza, Laferrière va abundando en recuerdos de su infancia (la ausencia de su padre, la omnipresencia de la madre) y de su adolescencia: las luchas políticas, su compromiso como informador (“El periodismo no puede ser otra cosa que una infatigable lucha contra la dictadura”), sus relaciones amorosas, etc. Todo ello ensamblado en un relato fragmentario lleno de saltos temporales, escrito a veces con una prosa precisa -de corte periodístico- y otras con abundantes diálogos y reflexiones existenciales.

Pero lo que pone de relieve el libro, aparte de trazar un esbozo de las relaciones humanas en una ciudad particular y en un país concreto (“un país tal, que tu madre ha de suplicarte que abandones, porque es mejor el exilio que la muerte”), es la represión a la que son sometidos sus habitantes y los estragos que producen regímenes políticos como las dictaduras.

Laferrière, el hombre que se convirtió en extranjero a los cinco años al perder a su padre en el exilio, el hombre que se debate entre el amor de dos mujeres, el joven que deambula de noche entre burdeles y discotecas antes de abandonar su ciudad natal para siempre, se autorretrata así en las primeras páginas del libro: “Soy un rumiante. Siempre reflexionando. Pienso sin parar, mientras camino, mientras como, todo el tiempo. Y eso tampoco le gusta al poder. En definitiva, estoy en peligro en este país. Y nadie va a defender a un lobo solitario”.

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