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«Vivir es un asunto personal», de Rafael Soler

Por Jorge de Arco.

En Vivir es un asunto personal (Olé Libros), acaba de reunir Rafael Soler (1947) sus seis poemarios publicados hasta la fecha.

En 1980, veía la luz Los sitios interiores, bautismo lírico con el que obtuvo un accésit del premio «Juan Ramón Jiménez». Ya por entonces, sus versos surgían como huellas de un vivir intenso y cuyo presente se alineaba en torno a una honda reflexión que esclareciera su propia existencia: «He vuelto sobre mí, despacio, / con el firmísimo propósito de recorrer / la especie que me dieron…». Claro que la acordanza ocupaba también un sitio preeminente en el discurrir de su decir a través de una sed contemplativa, liberadora de cuanto quedaba en el incorregible propósito de articular su mañana:

Con la memoria puesta
lúcido
en plena posesión de lo que falta
y a nadie pertenece (por ejemplo

bruja queridísima
falsa paloma caída de mis sueños)
aquí en madrí y veintitantos
dueño de nada
ya sabes
mi guerra civil ha terminado.
 

Casi cuarenta años después, Rafael Soler publicaba Maneras de volver. Tan larga pausa no era sino una tregua vivencial, una acumulación de experiencias que iban a devenir en un espacio y un tiempo líricos de abundante riqueza versal. Porque en la década siguiente su producción sumaría cuatro poemarios más: Las cartas que debía (2011), Ácido almíbar (2014), No eres nadie hasta que te disparan (2016) y Las razones del hombre delgado (2021). Como apéndice, se incluye aquí y ahora, Otros poemas (1978 -2021), textos dispersos editados en distintas publicaciones.

En este amplio conjunto puede hallarse la sutil fusión que el autor valenciano alcanza al conjugar lo coloquial y lo culto, lo elevado y lo ínfimo, lo onírico y lo verdadero, en un intento de hallar en el enigma de la palabra un decir cómplice, destinado a alumbrar lo más humano. Y en esa búsqueda sustantiva, ajena al azar, hay también una acentuada solidaridad cimentada en los acontecimientos que no son sólo propios, sino comunes. Esa mirada extensa, esenciada en derredor de la otredad supone, a su vez, una valor añadido que conecta con aquel verso revelador de Walt Whitman: «I am large. I contain multitudes».

El ordenamiento cronológico del volumen permite desvelar la evolución lírica de Rafael Soler. En su lúcido quehacer se adivina una realidad domesticada con la cual alcanza una sucesiva certidumbre, un afán transgresor, y también trascendente:

De cuanto pendiente quedará sin ser postrero
abren los días su muestrario

y en vano ofrecen a quien pasa
ese instante con luz que nos conmueve
y la mano que sin rozarnos habla

una tregua la suya inmerecida
por cambio de local en cada vida
 

Y así, asomados a los instantes que rescriben el interior de su semántica, el poeta va arracimando la reflexión, el consejo, la sorpresa, la observación, la sugerencia…, a través de un verso vivaz, vigoroso, que se orilla en la desesperanza, en el temblor vital, en la ausencia o en el fulgor de la carne: «Un collar de perlas / para anudar tu cuello con el mío / (…) y una falda trágica / izada más de más de lo más alto». Además, en estas páginas, caben también los restos de historias lejanas, los pespuntes de lo satírico, el precio del riesgo, las huellas de la pasión:

Eran batallas cortas
de las que duran una vida
y dejan sin resuello al vencedor
trifulcas inguinales
que al empezar terminan

de vuelta cada uno a su pijama
sellábamos la paz
y tus pulgares despacio recorrían
el silencio consentido de los míos

Un volumen, al cabo, dador de cuánto ha ido madurándose en los ojos y en la garganta del poeta y que, ahora, puede descifrarse, descubrirse en esta obra completa y, a buen seguro, no conclusa:

Lo que seamos al fin, pareja,
urna,
o séptimo de caballería
pertenece al secreto del sumario:
ni tu impaciente velo,
ni la sombra de mi espada
cambiarán lo que viene,
esto que fluye sin dueño entre tu halcón
y el mío

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