Los libros de la isla desierta: ‘El crimen del padre Amaro’, de José María Eça de Queirós

ÓSCAR HERNÁNDEZ CAMPANO. Tw: @oscarhercam

El virtuosismo literario de Eça de Queirós es algo que cualquiera que se considere amante de los libros, del arte de contar historias o, simplemente, de la Literatura, tiene que reivindicar. Tal vez, de haber sido francés, ruso o alemán, el nombrede este dotado escritor portugués hoy sería conocido como uno de los más grandes de su tiempo y de las letras. Lo es en Portugal, al menos, junto a Pessoa, Gil Vicente o Saramago, pero ese bellísimo rincón de Europa no es debidamente valorado ni por sus vecinos peninsulares. Sabemos más de allende los Pirineos que de nuestros vecinos, de los que solo nos separa una línea dibujada en un mapa. Bueno sería empezar a estrechar este abismo leyendo las imprescindibles novelas de Eça de Queirós (1845-1900).

Este joven autor, desaparecido demasiado pronto, dejó tras de sí, sin embargo, un enorme legado escrito. Como periodista, escribió numerosos artículos y reportajes sobre sus viajes. Como diplomático, narró sus observaciones y rememoró la vida del país que había dejado atrás y al que, desde finales de los años 70 del siglo XIX, ya apenas regresaría; como literato, se convirtió en el máximo exponente del Realismo en su país con novelas como la que nos ocupa o el clásico Los Maia.

El crimen del padre Amaro (1875), la primera novela de Eça de Queirós, se ambienta en la pequeña ciudad de Leiria, donde el autor vivió un tiempo en medio de su inmenso periplo vital. La novela nos muestra con todo detalle la vida diaria de sus habitantes, existencia marcada y dominada por el clero local, que organiza y dirige la existencia de sus habitantes. El padre Amaro Viera, joven y apuesto sacerdote, es destinado a la ciudad y sus superiores le buscan alojamiento en casa de la Sanjuanera, viuda beata cuya casa, en Rua da Misericórdia, es el centro de reunión de la parroquia y el clero. Con la Sanjuanera vive su hija, Amélia, una bella muchacha de veintidós años. Ella y el padre Amaro se sienten inmediatamente atraídos el uno por el otro, siendo este es el detonante de la novela.

No estamos, pese a la sencillez del conflicto de la trama, ante una novela de amor prohibido. Eça de Queirós aprovecha este previsible planteamiento para dibujar un mural excelso y tremendamente crítico sobre la Iglesia. La novela es, en definitiva, una crítica a la hipocresía y al poder e influencia del clero sobre la sociedad pacata portuguesa de provincias del siglo décimo noveno. Esta crítica, certera y despiadada, se plantea con un sentido del humor sobresaliente, narrando episodios hilarantes con un preciosismo propio de la pintura hiperrealista. Vemos, por poner solo un ejemplo, a un cura obeso y comilón zampar sin mesura, chorreándole la comida por las comisuras, mientras arenga a las feligresas sobre las bondades de la pobreza, entre eructo y eructo, al tiempo que acepta con ansia otra copa de vino de Oporto.

El autor no deja títere con cabeza en una novela que alcanza a todas las clases sociales y estamentos de la sociedad lusa. Su lúcida visión, así como su escritura bella, evocadora y erudita, disecciona a cada personaje e institución con precisión quirúrgica. Y todo mientas nos lleva de la mano para asistir a los amores prohibidos de Amaro y Amélia, en una lectura ágil, atractiva, fluida y literariamente extraordinaria.

El crimen del padre Amaro (que sirvió de base al film mexicano homónimo de 2002, aunque con muchas alteraciones en la historia para su adaptación cinematográfica) es, en conclusión, un clásico de la literatura realista del XIX que mira de tú a tú a sus contemporáneos: Pérez–Galdós, Pardo–Bazán, Zola, Flaubert, Chéjov, Tolstoi, etc. Como tal clásico, divertido, irónico, interesante, erudito, histórico e imprescindible, merece una relectura en el retiro futuro de la isla desierta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *