Pablo Ferradas: «Para mí escribir tiene mucho de juego y quiero que quien me lea también se divierta»
Por Mila Parente
“Me llamo Pablo y comencé mi carrera literaria perdiendo un concurso del cole”. Así se presenta en su página web Pablo Ferradas. Un buen día pensó en unir la bata de enfermería con la creación de sus propias historias y acertó, porque parece que forman un buen tándem.
¿Quién le iba a decir que, años después de aquel chasco en la escuela, llegaría a ser autor de cuentos, obras de teatro infantiles y alcanzar el número uno de ventas en la categoría de literatura fantástica juvenil?
- Has pasado de las ciencias de la salud a las letras, de la enfermería a la literatura. ¿Combinan bien? ¿Cuándo dijiste: “Yo quiero ser escritor”?
Siempre ha habido buena convivencia entre mi amor por contar historias y mi amor por las ciencias de la salud. Las buenas historias me han ayudado a resolver muchas situaciones complicadas mientras vestía el uniforme, y mis experiencias con uniforme me han dado buenas historias. Pero compartirlas con el mundo es algo muy diferente, así que supongo que el día que dije “Yo quiero ser escritor” fue el día en el que me decidí a profesionalizar mi afición por contar historias. El día en el que comencé a investigar cómo funciona la narrativa, a formarme y a echarle horas a este nuevo oficio. Supongo que fue el día en el que pensé que podía ganarme el pan cambiando el pluriempleo de enfermero en varios lugares por pluriempleo de enfermero y escritor. He tenido días mejores, lo admito.
- ¿Cómo es tu estilo? ¿Quiénes son tus referentes?
Me gusta escribir sin demasiados artificios, palabras rimbombantes ni florituras. Y no es fácil escribir una lectura fácil. Conseguir que el lector se olvide de que está leyendo. No significa prescindir de técnicas, figuras o recursos de estilo, sino que la prosa fluya sin tropiezos. Mis mejores lecturas son las ‘novelas pasapáginas’ y me hace feliz cuando alguien dice que se ha fulminado enseguida alguno de mis libros, porque significa que he conseguido mi objetivo.
También me resultan imprescindibles el sentido del humor y la diversión. Para mí escribir tiene mucho de juego y quiero que quien me lea también se divierta. Pero, como dice César Mallorquí, diversión como contrario a aburrimiento, no como contrario a seriedad.
Mis referentes han ido cambiando a lo largo de los años. Lo mejor de dedicarme a este oficio es conocer cada vez a más autoras y autores fantásticos. Profesionales a los que quieres parecerte por sus voces, por su imaginación, por su capacidad de trabajo, etc. No sé, soy capaz de envidiarles por muchas cosas. Si tengo que poner nombres, por pensar en referencias muy claras, comenzaría por Margaret Weis y Tracy Hickman (los padres de la saga Dragonlance), que me marcaron tanto en La caja de Bernit, o Frank Herbert, ahora que Dune volverá a ponerse de moda, al que debo parte de la ambientación de La esfera imperfecta.
Del panorama nacional hay muchísimas personas en las que pongo los ojos. Desde la narración histórica de Javier Negrete hasta la descripción perfecta y el humor de Jesús Cañadas, pasando por la inteligencia y la sensibilidad de Chiki Fabregat, el romanticismo espontáneo de Ana González Duque, la poesía implícita en todo lo que escribe Pedro Mañas, la agilidad de lectura y la emoción de Patricia García-Rojo, la originalidad del tándem Fer Alcalá y Geòrgia Costa, la maestría narrativa de César Mallorquí, etc. No sé, envidio muchas cosas de mucha gente.
Las que más me gustan son las aventuras que les suceden a personas pequeñas, esas que se enfrentan cada día a miles de conflictos cotidianos. Una persona como tú y como yo a la que, un buen día, se le plantea lo que parece un problema más, pero que se acaba convirtiendo en la madre de todos los líos.
- Escribes fantasía y ciencia ficción, similares aunque no iguales. ¿Qué tipo de historias prefieres contar?
El eterno debate de la fantasía y la ciencia ficción. Hay quien dice que un libro es fantástico si hay magia, pero si lo que aparece es un avance tecnológico que puede ser posible, o no, dentro de cien años, es ciencia ficción. Me siento cómodo en cualquiera de los dos géneros porque me parecen ideales para escribir lo que me gusta, historias con las que los lectores puedan pasar un buen rato durante horas.
Las que más me gustan son las aventuras que les suceden a personas pequeñas, esas que se enfrentan cada día a miles de conflictos cotidianos. Una persona como tú y como yo a la que, un buen día, se le plantea lo que parece un problema más, pero que se acaba convirtiendo en la madre de todos los líos, incluyendo conflictos internacionales, interplanetarios o ‘inter-órdenes-mágicas’.
- La caja de Bernit (2016) fue tu primer trabajo. ¿Qué significó para ti?
La caja de Bernit es el libro al que más cariño tengo. Me parece una historia preciosa (lógico, la escribí yo) y, además, está lleno de detallitos en fondo y forma. Por ejemplo, me permití jugar con los capítulos, de manera que el título de cada uno coincidiera con la última frase del capítulo anterior, y también fui algo travieso con los nombres de los personajes. Fue una experiencia maravillosa que aún continúa dándome alegrías. Cuando apenas estaba escrita la primera parte, unas amigas profesoras lo trabajaron en sus clases de animación a la lectura y funcionó muy bien, así que me vi obligado a terminarlo. También fue una bofetada de realidad del trabajo que hay detrás de un libro.
Pero empecemos por el principio. Yo tenía un cuento corto, dividido en notitas numeradas, con el que pretendía adornar una serie de regalos de Navidad. Tiempo después me di cuenta de que ahí había una historia más grande que quería contar y compartir con el mundo y, solo tal vez, revolucionar el panorama de la literatura juvenil. Simplificando un poco, autopublicar es tan sencillo como cumplir algunos requisitos técnicos, darle a un botón y subir tu archivo a una plataforma digital, ¿qué puede salir mal? Por suerte, no seguí ese camino. Como quería llegar a un público más extenso que amigos y familiares, invertí en trabajos de corrección, aprendí a maquetar, que el bolsillo no daba para tanto, y tuve la suerte de que a una amiga que lo leyó le gustara tanto como para regalarme su trabajo de ilustración profesional. Estaba decidido, al menos, a recuperar el dinero invertido (tengo cierto cariño a mi dinero, qué le vamos a hacer). Por lo que La caja de Bernit no vio la luz hasta que logré crear una relación de confianza con el público a través de mi web, mis redes sociales y mi canal de YouTube.
Mi primera novela publicada supuso meses de escritura, de aprendizaje, de trabajo con varias personas y, una vez finalizado el libro, otros tantos de espera antes del lanzamiento. Pero valió la pena. Tuvo una buena acogida e incluso llegó al número uno de ventas de Amazon en la categoría de literatura fantástica juvenil por delante del Sr. Potter. La noticia me llegó estando de vacaciones y solo guardo el pantallazo en el móvil de aquel breve éxito. ¡Pero sucedió! Y recuperé mi inversión que, aunque no sea lo más importante, me animó a embarcarme en mi siguiente proyecto: La esfera imperfecta.
- Como has comentado, meses después llegó La esfera imperfecta (2017), que lo tuviste guardado durante casi dos décadas. Existen tres épocas diferentes y dos planetas distintos. ¿Podría ser una visión del futuro?
En alguna ocasión he dicho que La esfera imperfecta es mi segunda primera novela. Toda la escaleta y la mitad del primer borrador ya estaban escritos cuando publiqué La caja de Bernit, pero sin La caja de Bernit no habría adquirido la experiencia suficiente como para publicarla con éxito.
Técnicamente me busqué otro desafío, intercalar tres historias que sucedieran en tres momentos temporales distintos y en dos planetas. Que todas las historias repercutieran unas en otras y que fueran engranando, jugando con la tensión narrativa y sin revelar nada antes de tiempo. Como si escribir bien una novela lineal no fuera ya suficientemente complicado, pero ¡hemos venido a jugar! ¿No? Y, a veces, el juego sale bien y te vuelve a llevar al número uno, esta vez en la categoría de ciencia ficción juvenil.
Sea una novela middle grade como La caja de Bernit o young adult como La esfera imperfecta, me gusta que tenga un componente esperanzador. Me gusta dejar a mis lectores con el corazón calentito y con ganas de más, aunque esto nos pasa a más escritores. Aunque el futuro que preveo en La esfera imperfecta es bastante chungo y cercano. Como easter egg os desvelo que todo comienza a complicarse en 2077, justo para mi centésimo cumpleaños, también se intuye mi confianza ciega en que las generaciones posteriores sabrán hacer las cosas mejor que los que ya no estemos. Spoiler: no pienso vivir 100 años para comprobarlo.
- En La Conseguidora (2019) narras la vida de una adolescente que va al instituto en un identificable barrio madrileño. Además, fue la novela ganadora del II Premio Diquesí de Literatura Juvenil. ¿Qué se siente al ver que tu obra es reconocida?
Una gran sorpresa y una gran alegría. Sorpresa porque nunca había escrito una novela tan rápido. Cuando me animé a participar en el certamen apenas faltaban unas semanas para la fecha límite, así que busqué el cuaderno de ideas que nunca duermo lejos de él, y escogí la historia de La Conseguidora. Me parecía adecuada para la editorial Diquesí y además estaba ambientada en lugares que conocía muy bien, lo que agilizaba mucho la documentación. Le conté un cuento de buenas noches a mi peque y, un par de horas más tarde, ya tenía un primer borrador de la escaleta, y un principio de lumbalgia de haber estado dos horas encorvado entre peluches).
Recuerdo la emoción que sentí al ver mi novela editada por Diquesí. Yo había maquetado mis dos anteriores novelas, así que reconozco y valoro el trabajo de edición, pero también soy un poco tiquismiquis con que todo quede bien. Y quedó mejor. Su trabajo de ilustración, diseño y tipografías, ¡hasta la calidad del papel! Añadieron valor a mi historia de manera que a mí ni se me habrían pasado por la mente.
Diquesí es una de esas editoriales pequeñitas que hacen las cosas bien. Cuidan mucho a sus autores y a los libreros, y me siento muy afortunado de poder trabajar con ellas. Estoy seguro de que el buen trabajo en equipo fue el responsable de que la Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil (OEPLI) seleccionara La Conseguidora en su catálogo como una de las 200 obras relevantes de 2019. También cumplí otro sueño al ver mi historia de magia urbana reseñada en la Revista Lazarillo.
- Utilizas mucho las redes sociales y ofreces consejos literarios con humor. Como escritor y también como sanitario, ¿de qué manera piensas que la literatura ha servido para evadirse de la situación pandémica que atravesamos desde el pasado año? ¿Crees que la gente lee más o menos?
La cultura, en general, ha sido una válvula de escape tanto para quienes no podían salir de casa como para los que nos daba miedo regresar a ella después del trabajo. Las historias, contadas en cualquier formato, han sido terapéuticas. Durante los meses más duros, yo mismo sufrí un parón lector importante del tipo de literatura que consumía habitualmente. Pero me refugié en la música, en películas de acción previsibles y en grandes sagas de cómics a las que tenía muchas ganas y nunca encontraba el momento. Hay mil maneras de encontrar la historia que necesitas en cada momento.
Creo que los coles están haciendo un trabajo excepcional con el alumnado y las familias para promover la lectura. Estoy seguro de que se están educando grandes lectores y escritores de aventuras en las aulas. En cuanto a los que somos un poco más mayores, no estoy seguro de que leamos más, pero creo que leemos mejor. Gracias a las redes, hay comunidades muy amplias de lectores que comparten, recomiendan libros y nos descubren a autoras y autores geniales entre la marabunta de publicaciones. En muchas ocasiones, joyitas que no aparecen en las estanterías de los más vendidos o premiados. Si das con el nicho adecuado de personas con las que coincides en gustos, sabes que vas a poder escoger libros casi con los ojos cerrados sin equivocarte. Así conocí a autores como José Antonio Cotrina o Concha Perea, por ejemplo.
- Por último, ¿nos puedes dar un adelanto de tus próximos proyectos?
Siempre que hablo de futuro comienzo con un “si todo marcha”, y más aún después del annus horribilis. A pesar de que para mí el 2020 fue un año de parón en cuanto a publicaciones, escribí bastante.
Si todo marcha, este año participaré en una antología juvenil ilustrada y para 2022 tendré otra novela en las librerías. Mientras tanto, sigo tecleando más historias. A veces en solitario, a veces en compañía de Ana González Duque, con quien estoy escribiendo una bilogía de fantasía juvenil desde 2018, intercalándola entre nuestros proyectos individuales.
El caso es no parar porque siempre hay una aventura a la vuelta de la esquina y alguien tiene que contarla.