Entrevista a Blas Muñoz, poeta de versos luminosos

Por Isabel Alamar.

Blas Muñoz nos hablará en esta entrevista de su poemario El paso de la luz, recientemente editado por Isla Negra Editores / Crátera Editores. Nos contará cómo nació esta obra, donde tan bien juegan las luces con las sombras tanto en los poemas como en los dibujos, creados ex profeso para esta cuidada edición por Pablo Santin. También nos hablará de sus amistades, de sus proyectos, de lo importante que es en su vida la poesía. Y hacia el final de la entrevista nos regalará un poema espectacular de su autoría que nos demostrará que Blas Muñoz Pizarro es un gran poeta valenciano.

 

Si no me equivoco El paso de la luz en un principio eran los doce poemas finales que figuraban en tu antología De la luz al olvido (Vitruvio), no obstante, el editor de Isla Negra (Carlos Roberto Gómez Veras) los percibió con entidad suficiente para formar por sí solos un libro. Supongo que estarás encantado con esta segunda oportunidad que ha tenido tu obra.

No te equivocas, Isabel. De la luz al olvido podría haberse cerrado sin esos poemas inéditos escritos entre 2011 y 2013. En principio eran la primera parte de un libro más extenso. Como ya comenté en otra entrevista, el proyecto inicial pretendía desarrollarse en tres partes dedicadas, respectivamente, a la mañana, a la tarde y a la noche. En cada una de ellas, el yo lírico seguía el transcurrir del tiempo en doce poemas que se iniciaban en noviembre y finalizaban en octubre: la mirada (y la palabra) seguía la mañana, mes a mes, desde el amanecer hasta el mediodía, en un espacio exterior; la tarde, mes a mes, en el espacio interior de la casa; y la noche, mes a mes, en otro espacio interior: el de la propia conciencia. La primera parte concluyó, con el título de “El paso de la luz”, pero sólo pude escribir dos poemas de la segunda parte que no me satisficieron. Tras dos años de nuevo silencio poético, sólo interrumpido circunstancialmente con la escritura de algunos pocos poemas solicitados para revistas, decidí en 2015 incluirlos al final de mi antología, como un breve libro con la suficiente autonomía para ser un corpus cerrado y terminado, aunque sin la extensión normal para ser editado de forma independiente. Carlos Roberto Gómez Beras, en su paso por Valencia en 2019, adquirió mi antología y tiempo después me comunicó su entusiasmo por esos poemas finales. Y fue en la tarde del 18 de julio de 2020 cuando me sorprendió, por Messenger desde Puerto Rico, con su oferta de edición, cristalizada ahora algo menos de un año después. Y, por supuesto, estoy encantado. Isla Negra y Crátera han unido sus nombres en este proyecto y el resultado es inmejorable.

A cada poema le corresponde en el libro una ilustración de Pablo Santin, ¿qué crees que le aporta a cada uno de tus poemas los dibujos de Pablo Santin? Y…  ¿por qué crees que al editor le llamaron tanto la atención aquellos doce poemas que leyó en tu antología De la luz al olvido?

Sí, fue mi editor de Isla Negra quien me propuso a Pablo Santin. (Diré de paso que la idea de la composición del libro y su maquetación es obra de Carlos Roberto, mientras que la realización material, es decir, su edición en papel y su distribución en España, ha correspondido a los editores de Crátera: Gregorio Muelas, José Antonio Olmedo y Jorge Ortiz Robla). Y, si me lo permites, responderé a tu primera cuestión con unas palabras de mi “Nota de Autor” publicada al final del libro. Cito textualmente: «La mirada cambia la realidad. Hoy tengo entre las manos aquellos doce poemas encadenados escritos hace un tiempo, convertidos en un nuevo libro. Y ya no son los mismos. Sobre ellos se proyectó hace algo menos de un año la mirada piadosa de quienes ahora han sido sus editores, y, gracias a ellos, la mirada posterior de Pablo Santin, encarnada en las imágenes que conviven junto a los poemas, tras haber sido realizadas, una a una, para cada uno de ellos. Una galería que no se limita a ilustrar, sino que muestra su propia realidad y su propia coherencia. Hay tres propuestas de lectura: la de los poemas, la de las imágenes, y la de ambas páginas abiertas en un diálogo que cada lector, con su propia mirada, deberá interpretar».

En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, me constan las palabras con las que Carlos Roberto se ha referido a esos poemas en nuestras conversaciones privadas. Sólo diré, sin presunción, que coincido con él en que representan lo mejor de mi producción poética, tanto en su expresión como en su realización formal, puesto que, en estos poemas encadenados, isométricos, de idéntico encaje todos ellos, la luz asciende y el significante significa. Ir más lejos, situándolos más allá de lo personal en el marco general de la poesía escrita en los últimos años por otros, excedería con mucho lo que puedo decir en su nombre, aunque me conste.

El prólogo es de José Antonio Olmedo López-Amor, el texto de la contraportada de Gregorio Muelas, sin duda dos de tus amigos poetas que te admiran y apoyan en todo lo que haces. Por cierto, cómo los conociste, cuéntanos cómo se ha ido fraguando vuestra amistad  en el tiempo.

Además de este prólogo, un trabajo admirable que lo revela como uno de nuestros mejores críticos actuales, José Antonio ha puesto su mirada en varias ocasiones en mis libros anteriores y a él le debo una entrevista luminosa e imprescindible que publicó en la desaparecida revista La Galla Ciencia. Gregorio, además de sus propias reseñas, le ha dado vuelo internacional a mi obra con artículos publicados en revistas universitarias extranjeras. Y ambos dedicaron la parte central de su mayor obra crítica a mi antología; me refiero a su excelente trabajo Polifonía de lo inmanente. Apuntes sobre poesía española contemporánea (2010-2017), editado por Lastura con prólogo de José Luis Morante.  Mucho es lo que les debo, aparte de su amistad. Amistad que nació a la par. He tenido ocasión de referirme a esto varias veces, pero solo en una ocasión lo he hecho por escrito. En Lector in umbra, prólogo que escribí para Estado de acedia, el último libro de poemas de Gregorio, decía lo siguiente: «Cuando nos conocimos (tal vez en 2011 en alguna de las presentaciones de Aunque me borre el tiempo, su primer poemario, pero ya con seguridad en 2012 en la presentación de La mano pensativa, uno de mis libros), iba acompañado de José Antonio Olmedo López-Amor (Heberto de Sysmo). Desde entonces, ambos, jóvenes unidos por una misma edad y una amistad entrañable, me han distinguido con su afecto, correspondido. Con admiración y cierta nostalgia les he ido viendo crecer como autores y creadores hasta conseguir en estos pocos años ser hoy una espléndida realidad». Ya en fecha muy temprana, creo que en 2014, tuve también el privilegio de ponerle un Atrio, a modo de prólogo, a El testamento de la rosa, uno de los primeros libros de José Antonio. Son muchas las conexiones que hemos establecido entre nosotros durante estos años. Son dos jóvenes brillantes y, para mí, muy queridos.

Me parece que eres rico en afectos, dado que también cuentas con la amistad de Ricardo Bellveser, Jaime Siles, Vicente Barberá, Teresa Espasa y tantos otros buenos poetas valencianos. ¿Cómo los ha ido conociendo?

Algunos de esos nombres, y otros, forman parte de mi círculo de amistades más cercano. Y sería interminable relatar siquiera alguna de nuestras vivencias personales, muchas de ellas compartidas. La amistad con Ricardo viene de lejos, pero tras muchos años de alejamiento volvimos a enhebrarla con ocasión de mi regreso a la escritura, hace ya unos catorce años. Hoy me une a él un afecto fraternal. La amistad con Vicente llegó algo antes, a finales del 2006, gracias a nuestro recordado Joaquín Riñón que nos presentó, y día a día se mantiene y acrecienta con nuestra relación constante en El limonero de Homero, al igual que sucede con Antonio Mayor, con Pascual Casañ y con María Teresa Espasa. Con Teresa sucedió lo mismo, pero esta vez fue Vicente quien me llevó a un taller literario que ella coordinaba en el antiguo Mercado de Abastos. Enseguida me mostró su aprecio y valoró mis trabajos. Ella y Ricardo Llopesa me abrieron sus círculos en mi regreso a la vida literaria. Por eso les dediqué a ambos Viva ausencia, uno de mis libros. La amistad con Jaime nace más de mi admiración y mi respeto. Nuestro trato actual es discontinuo, pero viene también de lejos, no cercano como sucedía con Bellveser y con Llopesa. En aquellos lejanos años setenta, Siles era ya un joven admirado y respetado que estudiaba fuera de Valencia, pero al que conocía por sus poemas y por las referencias que de él me daba Marc Granell. Luego, cuando aprobé, ya con cierta edad, en 1983, las oposiciones de Latín, pasó a ser además un colega admirado. Nuestra posterior relación personal tiene años, pero es más reciente. A él le debo la primera reseña de El paso de la luz, publicada hace muy poco en Postdata, el suplemento cultural del diario LEVANTE-EMV, de Valencia. Algunos otros nombres seguramente habría que añadir para completar esta nómina de afectos. Pero esta respuesta sería entonces demasiado extensa, ya que mi cercanía y mi agradecimiento serían los mismos que los manifestados hacia los nombrados por ti. Ellos lo saben, pero no quiero dejar fuera por inadvertencia a nadie.

Todos sabemos que para ti es muy importante la poesía. ¿Cómo vives tu dedicación a ella?

La poesía es mi vida. Bien lo sabe mi familia. Pero no sólo como escritura. El poema viene cuando quiere. Y casi nunca quiere de esa forma que otros llaman ‘inspiración’. Si escribo, es porque me siento a hacerlo. y hace mucho que no tengo esa urgencia o necesidad. Si no escribo, no pasa nada. Sin embargo, es mi vida, no con tanta intensidad como en los breves años (del 2007 al 2014)  en los que escribía a diario y concurría a premios literarios, gracias a los cuales pude recorrer toda la geografía española, pero sí, de otras formas: mi agenda se llena de fechas sin remedio en esta ciudad enfebrecida por la poesía: lecturas en soledad o lecturas públicas, de poemas míos o de poemas ajenos; participación en jurados literarios; entrevistas (prefiero las orales, claro); asistencia a presentaciones; escritura ocasional de prólogos; comentarios privados de libros recibidos, editados o inéditos (aún no sé cómo puede la gente leer cómodamente en una pantalla); presencia diaria en algunas redes sociales; asistencia a las sesiones del Aula de Poesía 1 del Ateneo Mercantil; y, para cerrar con la actividad más duradera y querida, las reuniones semanales de El Limonero de Homero. En fin… Ya lo he dicho más de una vez: vivir la vida es más fácil que decirla.

Qué le pides a la poesía. Qué le ofreces. Qué te da ella a cambio.

Nada le pido. Y nada le doy. No tengo con ella una relación de contraprestaciones. La vivo. Y me vive. Tal vez algún día se me pida cuentas del porqué de mis largos silencios. Sin embargo, lo que recibo de ella cuando escribo es mi propio ser. No sé a dónde voy tras el primer verso. La escritura (siempre dolorosa en su realización por insatisfactoria) me revela y en ella me descubro y me reconozco. Distinto al de antes. La poesía en mi caso es conocimiento y revelación. La comunicación viene después.

¿Ha heredado alguno de tus hijos esa gran pasión, talento y dedicación hacia la literatura o alguna otra arte, en general?

Tengo dos hijos maravillosos. Se han abierto camino en el difícil mundo de la empresa. Son buenos lectores, pero no de poesía. Sin embargo, están especialmente dotados para la creatividad. Los dos son músicos vocacionales, y, aunque no profesionales, han destacado en su antiguo grupo de rock como letrista, compositor y baterista uno, y como guitarrista el otro. En la red pueden encontrarse los discos de su grupo llamado Lingam. Y eran (son) buenos en eso. El mayor, además de ser como he dicho autor de las letras en inglés del grupo, y aun siendo abogado colegiado, dirige su propia empresa de comercio exterior, y cuando habla me asombran su capacidad de análisis y su solidez de argumentos. El menor, por su parte, es socio y director creativo de una agencia de publicidad, con un reconocimiento profesional envidiable.

Siento muy cercanas sus respectivas cualidades, aunque sé que su facilidad para crear, reproducir y disfrutar de la música no procede de su padre. Eso, seguro.

Parece que “la luz” cobra máxima relevancia en más de un título de tus poemarios y en más de uno de tus poemas. Podrías precisarnos por qué.

La luz, y la palabra luz, aparece en mis poemas a mi pesar. Esa es su tiranía. No sé por qué. Basta nombrarla para que el poema pueda discurrir y realizarse.

 

Si no estoy mal informada, otra de tus obras va a vivir una segunda oportunidad, me refiero a tu poema “La danza”, que cumple ahora 50 años desde que fuera escrito y que pronto va a ser publicado con ilustraciones de José Vicente Bayarri. Pero, danos tú mismo la noticia.

Es un proyecto que todavía está en ciernes. Se ha visto pospuesto por el adelantamiento de la edición de El paso de la luz y por mi trabajo personal en la preparación una nueva antología (será la quinta) de El Limonero de Homero, que aparecerá editada esta vez por Olé Libros, y que me ha tenido ocupado hasta hace unos días. La danza es un extenso poema muy importante para mí. Lo finalicé en 1971 (hace efectivamente 50 años). Poco después ganó el premio “José Antonio Torres”, de Tomelloso, uno de los más importantes que para un solo poema se convocaban en España a nivel internacional. En él encontré la que, desde entonces, ha sido mi voz. Hablé con José Vicente Bayarri porque lo admiro como pintor y como poeta. Aceptó encantado y se lo agradezco. Aún no hemos concretado su realización. Pero lo haremos pronto.

Comparte un poema o estrofa de la publicación El paso de la luz.

 

                              11

Con un rumor de lluvia antigua al fondo
nos sorprende la tibia densidad
de los hondos zaguanes del recuerdo
cuando llega el momento de no ser,
de nuevo, quien, feliz o desgraciado,
vivió aquellos instantes, sino sólo
un testigo no fiel que los recuerda.
¿Con qué fría pasión un hombre puede,
ajeno a aquel que fue, reconocerse
y, así hallado, ofrecerse desde entonces
al ser que se es ahora? ¿Y cómo, cómo
cantarlo si no hay dádiva ni ofrenda,
si en esto sólo hay dudas, ruidos, trazos,
sombras al fin?

Porque decir la vida
es más difícil que vivirla, y porque
nada sé más allá de lo que olvido,
enmudezco otra vez. Y aprendo. Y oigo.
Aquí, al resguardo de la lluvia, en este
ajeno patio de vecinos donde
se oye el trajín de una cocina y vuelve
el olor a manzanas de mi infancia.

                                                          (octubre)

Coméntanos, para finalizar, cómo viviste la presentación de El paso de la luz el pasado día 30 de mayo de este 2021 en el Ateneo Mercantil de Valencia. Gracias por tu tiempo y dedicación. Ha sido un verdadero placer poder entrevistarte.

            Con inmensa gratitud. A quienes asistieron. A quienes me acompañaron en la mesa, mis editores, que hablaron de su papel fundamental como tales. A Ricardo Bellveser, a quien está dedicado el libro, y que a pesar de estar hospitalizado mandó un audio con una breve presentación exacta e intensa. A José Antonio Olmedo, con gratitud doblada, quien como prologuista además de editor suplió la ausencia de Bellveser con un análisis intenso y más breve que en su prólogo en el que destacó el diálogo que en el libro se establece entre los poemas y las imágenes. A Vicente Barberá, que introdujo el acto y a Vicente Bosch, que como directivo del Ateneo lo cerró. Y al propio Ateneo Mercantil de Valencia, que me cedió en estas circunstancias difíciles de la pandemia uno de sus mejores salones y la ayuda necesaria para que el acto pudiera realizarse en las mejores condiciones. Creo que ha sido una de las presentaciones mejores de las que he vivido como autor. De ella han dejado constancia las fotografías de José Luis Vila y la crónica vívida de Magda Villarroya. Para ellos también mi agradecimiento. No pude invitar personalmente a nadie porque no podía garantizar la entrada, al estar reducido el aforo sin reserva previa. Pido disculpas por ello. Y espero que en los próximos meses, después de este verano, puedan reencontrarse muchos de mis amigos queridos con este libro.

Y, finalmente, quiero agradecerte a ti, Isabel, la deferencia de este espacio. Gracias.

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