Diario rural. Otoño – Invierno

Diario rural

Apuntes de una naturalista (Otoño-Invierno)

Susan Fenimore Cooper

Pepitas

«Hablando de libros, ando en mitad de uno que me está encantando: Diario rural, de la señorita Cooper. ¿Quién puede ser? Parece una mujer muy inteligente, y ofrece un relato magistral de la batalla entre nuestras malas hierbas y las de ustedes». —Charles Darwin (En una carta dirigida a Asa Gray)

«La hija de James Fenimore Cooper, el autor de El último mohicano, fue una naturalista y escritora culta y brillante, precursora del feminismo, que vivió en el pequeño pueblo de Cooperstown cerca de Nueva York y que con la publicación de Diario rural llamó la atención de lumbreras de la ciencia mundial del momento como el biólogo evolucionista Charles Darwin». —Daniel Arjona, El Confidencial

«La obra [de Fenimore Cooper] no es ni mucho menos una colección de pasajes bucólicos o sentimentaloides, sino que adelanta conflictos ecológicos que sufrimos en la actualidad, como las extinciones y la proliferación de especies invasoras. Está muy bien escrita, aporta datos e información interesante y pellizca nuestra conciencia medioambiental. Que buena falta nos hace». —Miguel Ángel Ruiz, La Verdad

«Diario rural es, puestos a etiquetar en otro idioma, amazingly beautiful writing, algo muy bello, una lectura sin historia, reposada y cautivadora, un deambular al calor solar sin más objetivo que el disfrute de sostener en la mano hechos tan extraordinarios como que el Nelumbio sí crece en las aguas heladas del lago Ontario». —Eduardo Almiñana, Valencia Plaza «Cuando se quiere mucho algo, las ideas deberían ser claras, pues el sentimiento no puede ser más sencillo. Así brota, como brotan las flores a las que tanto admira Susan Fenimore Cooper, la escritura de este hermosísimo diario, con naturalidad, sin artificios. […] una lección de humildad literaria y vital». —Ricardo Martínez Llorca, Culturamas «Fenimore Cooper tiene una prosa contagiosa […], una prosa comedida que no esquiva el impulso poético». —Juan Carlos Portero, Le Cool

El cielo y los caminos, el bosque y las flores, los mamíferos, los insectos. Y como fondo, la actividad humana que, a mediados del siglo xix, en esa parte del este de Norteamérica conocida como Nueva Inglaterra, comienza a modificar la faz de la tierra y la forma de pensar de sus habitantes. En ese marco se desarrolla el Diario rural de Susan Fenimore Cooper, a quien puede considerarse como la primera escritora sobre la naturaleza.

Diario rural es a la vez una invitación a lo pequeño y a lo colectivo, una contemplación y una reflexión: el libro de una mujer que vivió en un pueblo sin progreso, que se alejó de romanticismos, idealismos y trascendentalismos, y que cultivó la lectura, la observación y la escritura para dar cuenta de lo que hoy apenas queda huella: la vida salvaje.

Este segundo volumen de Diario rural, una pieza fundacional de la literatura sobre la naturaleza que vio la luz cuatro años antes de que H. D. Thoreau publicara Walden, comprende las entradas escritas por Fenimore Cooper durante el otoño de 1848 y el invierno de 1849, y nos regala hermosas observaciones que van desde el origen del gusto por el pastel de calabaza hasta la predilección de Santa Claus por los calcetines y las chimeneas, pasando por los hábitos de los patos joyuyos o los distintos modos en que los poetas cantan al otoño en el Viejo y el Nuevo Mundo.

Susan Fenimore Cooper (1813 – 1894), naturalista y escritora, fue una mujer con una amplia cultura, favorecida en parte por la biblioteca de su padre, el escritor John Fenimore Cooper (autor de, entre otras obras, El último mohicano), al que acompañó en su viaje a Europa. Además fundó un orfanato en Cooperstown, Nueva York, y lo convirtió en una célebre organización benéfica.

Colaboró en publicaciones, como The Atlantic MonthlyThe Freeman’s JournalHarper’s New Monthly y Putnam’s Magazine, y además de Diario rural, publicó, entre otros, los libros Female Suffrage: A Letter to the Christian Women of America o Rhyme and Reason of Country Life.

Susan Fenimore Cooper fue una minuciosa observadora de su entorno, como lo demuestran los muchos apuntes de en Diario rural les dedica a las flores, los árboles, las aves o los insectos. Pero su escritura, firme y precisa, detallista y minuciosa, transparente en la plasmación de sus ideas, la llevó a la reflexión sobre temas tan dispares como la implantación de especies vegetales y animales europeas, el lirismo de los nombres de las plantas, la migración de las golondrinas o la crítica a la matanza de los pieles rojas.

Un libro que aún conserva el olor de la hierba de Nueva Inglaterra en primavera.

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