Viajes y libros

‘Historia de la coluna infame’, de Alessandro Manzoni

Historia de la columna infame

Alessandro Manzoni

Traducción de Elena de Grau

Jus

Barcelona, 2021

156 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

La historia universal de la infamia está llena de nombres propios. Pero no siempre son conocidos, al menos individualmente, los infames. Uno puede maldecir a Jack el Destripador o a Nerón. Le resultará más complicado cuando el ser infame es multitud: sabemos quién mandó lapidar a ciertos reos, pero desconocemos quiénes son los que arrojaron las piedras, que es algo así como un sólo ente, pero un ente plural. ¿Qué nos lleva a formar parte de la masa? Los mecanismos de defensa psicológicos, los que crean esa forma de neurosis, fueron estudiados por Erich Fromm o Carl Jung. Y aun así siguen bajo muchas dudas. Entre otras la herencia de la neurosis infame durante generaciones y generaciones, esos paradigmas que tanto costó encontrar quien los cuestionara. O la intención, muchas veces protagonista, de ser portavoz de tales paradigmas: siempre se ha hecho así es una de las peores sentencias que se pueden escuchar en la boca de nadie. Quererse atribuir la portavocía de esta sentencia, es síntoma de carecer de pensamiento creativo, de ideas propias, de voluntad de mejora. Nacimos para aprender y aprender supone irse haciendo mejor persona.

Esta historia que Alessandro Manzoni (Milán, 1785 – 1873) nos recuerda, la de la columna infame, nos vuelve a sorprender por la intención de los jueces de ser canallas. ¿Qué puede argüir quien decide que hasta que no escuche lo que le conviene, lo que conviene a la multitud, hay que torturar? ¿Y qué es eso que le conviene a la multitud? No hablamos de justicia social ni de reparto de riqueza. Hablamos, sin dilación, de atribuir el mal que se expande a la intención de un supuesto malhechor. En este caso, una enfermedad se dispersa entre la gente y para descargar la ira, se decide que alguien tiene que estar intentando envenenar a los vecinos. Se busca un cabeza de turco y se le exigen cómplices. Manzoni describe y analiza el proceso, tanto el judicial como la evolución social de la histeria que la peste ha generado entre la población de Milán. Y a la búsqueda de explicar por qué se torturó con tanta infamia a inocentes, hasta que confesaron una culpa inexistente, demuestra que pensar que al hacer las cosas como se han hecho siempre, se están cometiendo errores que suponen sacrificio de vidas. Al margen de alguna errata que se perdió entre las traducciones de leyes, y que nadie se molestó en corregir. Que siempre se haya torturado significa que siempre hemos sido infames, no que se justifique la nueva tortura.

Manzoni opone, constantemente, un sentido de la justicia administrativo, casi legal, con el que aporta la compasión. Y sostiene que parecen ser incompatibles. Al menos mientras sigamos siendo quienes somos: “quien desea plantear una verdad incontrastable encuentra tanto en los partidarios como en los detractores un obstáculo para exponerla con sinceridad. Aunque es evidente que les queda la gran masa de hombres apolíticos, despreocupados, desapasionados, que no desean conocerla en absoluto”. Es decir, multitud. Leonardo Sciacia nos advierte, en una nota introductoria, acerca del fascismo que contiene el estudio narrativo de Manzoni, y sostiene que este riesgo sigue conviviendo con nosotros. En el texto encontramos una sencilla frase que podría explicar el origen y la pervivencia de la infamia: “Apagar la luz es un medio eficacísimo para no ver aquello que no gusta, pero no para ver lo que se desea”. Así pues, necesitamos portadores de antorchas en medio de esta cueva en la que vivimos.

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