ÁNGELA M. RAMS.

Cuando en 1936 Sadegh Hedayat terminó su obra “El búho ciego”, probablemente una de las mejores obras de la literatura iraní del siglo XX, sabía que dejaba tras de si un pequeño pero mortífero frasco de veneno. En apenas siete decenas de páginas, el autor nos atrapa en una pesadilla sutil y violenta, una obra que navega entre el sueño y la vigilia, entre lo alucinado y lo introspectivo.

Sadegh Hedayat escribió en la primera página “la impresión y la publicación de este libro están prohibidas en Irán”, sabedor de que el régimen del Shah jamás permitiría la difusión de una obra como la suya; estaba en lo cierto. La obra se difundió a través de copias que distribuyó entre amigos y afines, hasta alcanzar el estatus de obra maestra y libro prohibido al mismo tiempo.

No fue hasta muchos años más tarde, en 1957, cuando fue traducida del persa al inglés por primera vez; muchos deseaban leer la obra magna de aquél críptico autor persa que se suicidó en Paris en 1951, tras quemar sus últimos manuscritos.

Si en las puertas del infierno leemos “dejad aquí toda esperanza”, la misma advertencia debería hacerse en las páginas iniciales de esta novela, que muestra la lucha infructuosa de un protagonista sin nombre por alzarse por encima de su pasado y de su agobiante presente. El argumento se mueve de manera circular e hipnotizante alrededor del protagonista, un pintor de estuches incapaz de escapar de esta peligrosa danza. Que abandone toda esperanza el lector; estamos ante una hermosísima tragedia.

La obra carece de un argumento concreto y ordenado, al uso de la narración tradicional; como el propio curso del pensamiento, transita de unos lugares a otros, sin distinguir lo real o lo imaginado. Sadegh Hedayat es un poeta capaz de evocar las imágenes más espantosas y plasmar, de manera extraordinaria, retales de pensamientos. El paisaje también forma parte de la novela, a veces exuberante, a veces desolado, con elementos de su Irán natal siempre presentes a lo largo del texto.

Nos encontramos ante una fruta exquisita y atrapante, un ejercicio de la mejor literatura introspectiva, que desde luego acompañará al lector mucho tiempo después de finalizar su lectura.