«Katla»: Yo soy tú

Por Gerardo Gonzalo.

Netflix acaba de estrenar la serie islandesa de 8 episodios Katla. Una ficción que nos lleva a un remoto pueblo, Vik, en las cercanías de un volcán al sur de Islandia, en erupción desde hace un año, donde aguantan unos pocos vecinos, semiaislados, que asisten a acontecimientos misteriosos y desconcertantes.

La serie está capitaneada por su creador, Baltasar Kormakur, quizás el realizador islandés más conocido e internacional, con una filmografía variada, aunque más tendente al cine de acción, que alterna las producciones en su país con otras en EEUU. Aquí  nos encontramos ante su segunda serie, tras la notable Atrapados (2015).

Aunque presenta una apariencia de misterio con tintes de ciencia ficción, Katla es mucho más. Se trata de una ficción que nos lleva a otros terrenos como el drama familiar, la pérdida, el sentido de la existencia, la culpa, la enfermedad y las obsesiones del ser humano. Todo ello desarrollado en un entorno hostil, apocalíptico, plagado de individuos perdidos y aislados, traumatizado por diversos tipos de ausencias, que de repente, ven como de forma inexplicable recuperan lo que creían perdido, pero que lejos de hacerles felices, les provoca una situación vital insostenible entre el miedo, el desconcierto y una sensación irrealidad.

Una serie compleja en el mejor de los sentidos, brillante en su ejecución, espléndidamente interpretada (aquí destacaría muy especialmente a Guðrún Ýr Eyfjörð), capaz de crear una permanente situación de desasosiego en el espectador y de golpearle, con rotundidad, en algunos momentos donde acabas sufriendo y padeciendo con los personajes.

Estamos ante una trama excelente, que nos propone un viaje existencial y nos coloca en el espejo moral sobre como afrontaríamos, nosotros mismos, las situaciones que vemos en la pantalla. Alivio, miedo, felicidad, desgracia, vida y muerte se entrelazan en un relato perfectamente hilvanado por un grupo de protagonistas cuyas historias se entrecruzan con un volcán de fondo, constituido en una especie de Dios capaz de dar y quitar.

La originalidad y profundidad de la trama y de las situaciones, dan relevancia y especial interés a una ficción que puede tener el envoltorio de muchas otras, pero con la calidad y transcendencia de muy pocas. Todo ello gracias a la semblanza que hace de unos padres, una hermana, un marido y un amante, rotos por las abruptas y traumáticas pérdidas de sus respectivas relaciones afectivas y familiares y cuya recuperación les va a ocasionar en la mayoría de los casos un trauma mayor que el de la propia ausencia.

A todo ello, ayuda además un escenario extremo y un fondo de misterio insondable y sobrenatural que desconcierta, fascina y complementa el relato personal, enriqueciendo la acción y el ritmo de la serie.

Quizás, por poner algún pero, la reacción de algunos personajes ante determinadas situaciones resulte algo fría. Puede que una muestra del aletargamiento en una especie de muerte en vida que padecen, aunque uno espera que enfrentarse a la resurrección de un ser querido, provoque reacciones más extremas.

En cualquier caso, yo he disfrutado, eso sí, he disfrutado sufriendo, desasosegándome, emocionándome y aterrándome por algunas de las decisiones que tienen que tomar los protagonistas. Una serie que tiene ecos del mejor Stephen King y cuyo último capítulo es para mí, desde ya, uno de los mejores de la ficción televisiva de los últimos años. Seco y directo, es un final de trayecto con imágenes y situaciones que te obligan a cerrar los ojos, no por su truculencia visual, sino por las insoportables decisiones que conlleva lo que va a suceder. Un final que cierra en unos casos y mantiene cierta ambigüedad en otros, pero que acierta en ambos supuestos

Una excelente serie, original, diferente, dura en el fondo, pero sin resultar desagradable en la forma, capaz de llevarnos desde una apariencia de ciencia ficción a los miedos, anhelos y situaciones más íntimas por las que puede pasar un ser humano. Para mí, desde ya, una de las series del año. Véanla y sobre todo disfruten… Eso sí, sufriendo.

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