Al habla con Margarita García Robayo: Me cansé del artificio»
MARTÍN SIBILA.
La escritora colombiana Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980) va consolidando una obra de las más interesantes en la actual narrativa latinoamericana. Sus cuentos y novelas ocurren sobre todo en el Caribe latinoamericano y la clase media. La emigración es uno de sus temas capitales.
Después de leerla se siente vacío y uno sabe que sus personajes arrastran cierto cansancio vital por un mundo que no les pertenece y hasta los traiciona. Su obra consta de los libros de cuentos Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza (2009), Las personas normales son muy raras (2011), Orquídeas (2012) y Cosas peores (2015); y de las novelas Hasta que pase un huracán (2012), Lo que no aprendí (2014) y Tiempo muerto (2017).
En esta conversación, hecha a través de correo electrónico, la autora desgrana algunas de las piezas de su maquinaria creativa.
- La televisión aparece con asiduidad en tus textos y algunos temas tuyos vienen de imágenes que ves allí. ¿Cómo es tu relación cotidiana con ese medio y qué más le debe tu literatura a él?
La televisión aparecía mucho más en mis primeros textos, creo. Debe guardar relación con que ha cambiado también la presencia de la televisión en mi vida. O quizá no la presencia pero sí el tipo de consumo. Crecí con la televisión encendida. Según la hora del día, el ruido de fondo eran telenovelas, noticias, o dibujitos si era sábado.
En mis casas de soltera nunca tuve televisión, me parecía tóxica e invasiva. En mi casa de familia tengo, pero el consumo está muy regulado. Mis hijos, ciertamente, están infinitamente menos expuestos a la pantalla de televisión.
- Sobre el concepto del iceberg (el que lo más grande e importante de las historias está debajo del agua, escondido) cómo lo manejas en la práctica. ¿Vas ocultando conscientemente? ¿Tachas mucho con el objetivo de ocultar? ¿O todo ocurre inconscientemente?
Narrativamente me interesa mucho el concepto de la sugerencia. Mostrar antes que explicar, describir en lugar de enunciar. Me gustan mucho los textos que se permiten ciertos silencios. Me parece un gesto generoso con el lector permitirle completar las historias, interpretar a partir de pistas, arriesgar conclusiones acerca de lo que quiso hacer el autor. Yo misma, cuando leo, disfruto mucho más el tipo de lectura que no me da todo dibujado.
- Tus historias le deben mucho al melodrama. ¿En tu entender, cuáles son las técnicas más precisas para que un melodrama alcance altura literaria?
Jamás habría pensado que mis historias le debían mucho al melodrama. Me han dicho, en general, lo contrario: que son secas, “económicas”, breves. El melodrama es exuberancia (todo lo contrario de la sugerencia, que explicaba en la respuesta anterior), y he sabido disfrutarlos mucho, de chica, en la televisión; pero no me sale hacerlo, creo que es muy difícil hacerlo bien.
- Siguiendo con las herramientas o técnicas. ¿Varían mucho en el paso de cuento a novela?
Creo que sí. En mi caso, con los cuentos tengo una fijación más técnica y con las novelas y ensayos me doy mucha más libertad para transgredir los formatos. El lugar en el que me siento más cómoda es en ese tipo de textos en los que mezclo géneros y estéticas y a los que no puedo atribuirles una categoría fija. Textos híbridos.
- Alguien dijo que el erotismo libera tensiones, pero en tus libros el erotismo es tensionante, ¿por qué escogiste esa visión?
A lo mejor con erotismo te refieres a sexo. En ese caso, muchas de mis historias están atravesadas por situaciones de incomodidad y de falta de control, y nada más elocuente para graficar estas dos condiciones que el sexo. También supongo que me interesa desacralizarlo, sacarle importancia y grandilocuencia y mostrar cómo el sexo, para ciertos personajes, también puedes ser un trámite desangelado para conseguir cosas.
- El peso narrativo de tus historias recae en uno o dos personajes. ¿Cómo perfilas un personaje central?
Es cierto eso, supongo que tiene que ver con que pongo mucha carga en el tema y en los climas y menos en eso que llaman “la trama” y que a lo mejor requeriría de mayor intervención de personajes y recursos. Me gustan los argumentos mínimos, simples, acotados, porque los temas que elijo y el tratamiento que requieren implican, idealmente, una mayor profundización.
- Sopa de pescado es un cuento sobresaliente dentro de tu trabajo. ¿Qué otros incluirías en una antología?
Qué curioso, jamás diría eso de ese cuento. De hecho, me gusta poco porque puedo verle el artificio muy fácil. Es un cuento que funciona porque tiene artificio, truco (como todos los textos literarios, claro, pero hay gradaciones), y a mi eso, justamente, es lo que menos me interesa hacer (y leer) en la literatura. Cambio toda la vida un cuento artificioso por dos versos de un poema que me conmueva.
- ¿Por qué decidiste incluir el ensayo explicativo de Lo que no aprendí? O sea, la segunda parte del libro.
La primera parte es la excusa de la segunda. Hay muchas historias comparables a la de Lo que no aprendí, pero no es tan frecuente ver develado el procedimiento. La segunda parte fue una decisión no solo dentro del libro, sino de la vida: no quiero más artificios, me cansé del artificio, de la reconstrucción infinita de versiones acomodaticias, trucadas. Y se trató entonces de sentar una postura ante el lector y decirle: de esto se trata, lo que me importa es esto, la memoria no existe porque no es fiable, al igual que la literatura.
- En Tiempo Muerto cambias un poco de geografía, del Caribe colombiano a la Florida. Como lector uno se siente en otra dimensión. ¿Cómo escritora te sucedió así? ¿Extrañaste las geografías que venías novelando?
No diría que cambio de geografía, los personajes provienen del mismo espacio físico y simbólico: el caribe latinoamericano y la clase media. En este caso lo que cambió es que esa clase media aspiracional tenía en mente ascender no tanto en términos económicos o de consumo (como en el caso de Hasta que pase un huracán o incluso en un punto de Lo que no aprendí) sino en términos de educación.
Allí hay otro retrato sintomático de la clase media latinoamericana (que es sobre lo que yo escribo) que emigra. La conducta de esta pareja frente a la emigración, frente a sus pares, frente a la conformación de una familia sin rasgos claros de pertenencia, frente a la idea que cada uno tiene de patria, es el tema de esta novela, pero también es la evolución de varios de los temas de mis novelas anteriores. O sea, no solo no es otra dimensión, sino que es la constatación tópica y formal de la dimensión que vengo trabajando desde mi primera novela.
- Has dicho que Cosas peores representa una maduración en tu técnica cuentística. ¿Crees que Tiempo Muerto lo es en tu novelística?
No sé cuándo dije eso de Cosas peores. Creo, por supuesto, que los cuentos de ese libro son mejores que los de mi primer libro, pero básicamente porque mi primer libro no me gusta nada. Son historias que hoy no escribiría, no porque crea que son “malas”, sino porque no me interesan en términos tópicos, no me mueve nada a escribir algo así.
Si bien reconozco en ambos libros de cuento la raíz de algunos de mis temas posteriores (el desarraigo, la incomprensión, la falta de control sobre lo que nos pasa) no me parecen a la luz de hoy lo más representativo de lo que he escrito. La razón es que lo formal en la literatura me interesa, lo trabajo mucho, pero no es lo que me desvive. Y en los cuentos que he escrito estuve claramente más preocupada por los aspectos formales.
En cuanto a Tiempo muerto, sí, es una novela que me gustó escribir y el resultado no me avergüenza para nada, pero –aunque es más elemental– también siento muy cercana y representativa de mis intereses mi primera novela que se llama Hasta que pase un huracán.
- ¿Te ves escribiendo una novela larguísima?
No sé qué significa una novela larguísima, porque no creo que ningún escritor se plantee su escritura en término de número de páginas, palabras o caracteres. Las primeras versiones de todos mis textos son “larguísimas” y hago un gran esfuerzo de concentración para que terminen siendo textos breves y sugerentes y para que, en la medida de lo posible, no les sobre nada.
- Supongamos que García Márquez y Marvel Moreno nacieron en otros países. En Cuba o República Dominicana, digamos. ¿Qué autores o libros colombianos escritos por autores nacidos antes de 1970 son los que más aprecias?
Emma Reyes, Tomas González, Fernando Vallejo, Piedad Bonnet, entre otros.