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‘Leica format’, de Daša Drndić

PABLO A. GARCÍA MALMIERCA.

Leica format es una novela que, frente a otros libros que las visitan o hacen introspección del sentimiento del personaje principal en las calles que se visitan, lee la ciudad. Estamos ante un libro caleidoscópico y polimorfo, tanto en los materiales que lo conforman: partes de otras novelas, definiciones, reflexiones; como por la sobreacumulación de personajes que la pueblan y que prestan su voz. Estos personajes se diluyen en la ciudad, pudiendo ser uno, pero también otros. “La ciudad (…) en el mismo centro entre el hombre y el universo, podría ser ideada a su vez como un microcosmos y un macrohombre a un tiempo (…) Yo so y una microciudad, y la ciudad es un macroYO…” (pág. 397).

Este es uno de los puntos cruciales de la novela: el problema de identidad, que parte de la disociación Croacia-Serbia que nace con la disgregación de la antigua Yugoslavia y tiene su episodio más sangrante en la guerra de los Balcanes. Así la ciudad se convierte en epicentro del mundo, el macrocosmos y el microcosmos se imbrican para explicar el mundo, allí afloran todo tipo de historias y lengua, el problema de Centro-Europa. Se reflexiona sobre la lengua propia, la identidad propia, dentro de ese caleidoscopio de nacionalidades que supone el centro de Europa. Una de las voces narrativas dice: “nos buscamos el pulso propio, yo busco la ciudad, ella me busca a mí, deambulando adormilados y a tientas por la pegajosa masa extendida de nuestros pasados, enemigos enfermos e inseparables hasta que la muerte nos separe” (pág. 113). En esta novela todos son cualquiera, “Bueno, me llamo Rosetta, pero me llaman Rosa, Cuando no me llaman Perla.” (pág. 129). Este proceso se repite en los migrantes que llegan desde Europa a Estados Unidos: “…Lovro Mejaski (…) ahora se llama John Markey. Dice que le es indiferente cómo se llame, porque la vida no tiene nada que ver con la vida en su país…” (pág. 258).

Otro de los elementos definitorios de Leica format es el tratamiento de la historia, en consonancia con el problema de la identidad y del papel de la ciudad. Encontramos una definición que no por su brevedad deja de impresionar al lector: “prostituta incansable, indestructible.” (pág. 188). Sin embargo, la historia que importa es la de los personajes cotidianos, que “jamás se rompen del todo, esos hilos se entretejen, se enredan, hasta que finalmente se disgregan en una especie de sustancia protoplasmática (…) en un protozoo ameboide que se extiende a nuestro alrededor (…) hasta que nos circunda por completo a todos y nos engulle.” (pág. 298). Este tratamiento de la historia se convierte en una crítica a los grandes fracasos de la humanidad: el nazismo, el fascismo, el tratamiento de los migrantes por parte de las grandes superpotencias, la guerra, la experimentación médica con seres humanos… Esta historia fracasada siempre busca su redención: “… el pasado ataca a la memoria, escarba por el recuerdo, trata de limpiar su lecho inmundo, el gran muladar universal.” (pág. 353).

Esta historia de una ciudad, historia de unos personajes, sólo es posible si se presta la voz narrativa a todos sus elementos. La novela está contada desde distintas voces, incluso se presta la voz a médicos de dudosas prácticas ya fallecidos, a personajes que se cruzan y nos cuentas su experiencia vital en la ciudad o, incluso, a los barcos. En un momento dado desaparece la división entre la voz que narra y la propia ciudad, intensificando así el problema identitario que plantea el texto: “¿Quién dice eso, la ciudad o yo?” (pág. 399).

La novela incide en una fuerte crítica a la uniformización y al capitalismo, en esta sociedad “… se vende todo revuelto en masa, no hay exclusividad personalizada porque los individuos exclusivos son cada vez menos…” (pág. 243). Así se justifica uno de los pilares en los que se apoya Leica format, se da voz a los marginados, a los migrantes, a los utilizados en experimentos médicos, a los pobres.

Daša Drndić nos ofrece una novela donde la mixtura de géneros y la abundancia de narradores funciona como una máquina perfectamente engrasada. La ciudad-persona se convierte en el microcosmos que explica perfectamente el macrocosmos en que vivimos, la humanidad. Un caleidoscopio vivo que extiende sus vasos comunicantes entre los que viven y el lugar donde se vive para lograr una novela que nos atrapa desde un primer momento, tanto por la historia que nos cuenta como la forma en que es contada.

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