‘Medea a la deriva’, 1554 pasos hasta el útero materno
ANA BELÉN JARA.
Medea, mujer de la Cólquida… hija de la ninfa Idía y del rey Eetes, nieta de Helios ¿Princesa? Más que eso, sacerdotisa y heredera de los secretos de la diosa Circe, su tía. Medea, mujer que amó.
Desde la tragedia de Eurípides hasta el día hoy, Medea ha sido tantas veces retratada, narrada, interpretada, que podríamos decir que es uno de los personajes femeninos más importantes de la mitología griega. Lo cierto es que esta narración parece no agotarse más. Es como esos hilos sueltos que nos encontramos en una prenda de vestir, de los que más tiramos, más desentrañamos.
No por nada es un clásico, su vigencia y su aplicación a los contextos en los que es narrado nos induce a reflexionar sobre la realidad, a cuestionarla y también, por supuesto, a retratarla. Los recursos para hacerlo son inacabables, infinitos, y si no es así, hay tantos como personas y sus sucesivas transformaciones en el tiempo, para contar a Medea. Hoy asistimos al comic ¿El primero? No, pero sí uno que trae consigo el más infinito de los espacios conocidos y no me refiero al océano, sino a la soledad, esa palabra que tanto resuena en este último año y medio.
De Buñuel a Medea desde la perspectiva de un extremeño
El historietista e ilustrador extremeño, Fermín Solís, es autor de numerosas obras, entre las que podemos mencionar Los días más largos (2003), El año que vimos nevar (2005), Lunas de papel (2007), La belleza de las jirafas y otras historias. Antología 2000-2020 (2020), etc. No podemos dejar de destacar una de sus novelas gráficas más recientes, Buñuel en el laberinto de la tortuga (Reservoir Books, 2019), comic que aclamado por la crítica traspasó el papel y llegó a la gran pantalla, con un éxito tal que le valió el reconocimiento de mejor película de animación en los Premios Goya 2020. Y como si fuera poco, el foro europeo de coproducción de series de animación, Cartoon Forum, ha seleccionado recientemente el proyecto de serie La pandilla VHS, basada su obra Operación Frankenstein (Narval, 2015), para la edición 2021 que se celebrará en septiembre de estaño en Toulouse.
En esta apasionante carrera irrumpió recientemente un comic para adultos, Medea a la Deriva (Reservoir Books, 2021), un libro en el que el autor empezó a trabajar hace una década y que finalmente este año podemos devorar. Es que sí, es una obra que se hace muy breve, pero no porque su contenido sea corto, sino porque cada viñeta es una aproximación al esperado pero desesperante final de la protagonista. Lo que sucede es que el historietista va más allá del mito que conocemos popularmente, para introducirnos de lleno a la inmensidad en la que Medea, ya anciana, sufre su destierro: un iceberg en medio del azul profundo del océano, un trozo de hielo al que ella mide con sus pasos a diario, con la esperanza de que este termine por derretirse y, así, se acabe su calvario. La muerte, en definitiva, es su única esperanza.
La agonía de la Medea de Solís es tal que resulta imposible no empatizar con ella y querer librarla de ese sufrimiento al que la vemos condenada, avanzando por la narrativa visual del autor a pasos agigantados. No es extraño, pues después de este año y medio de pandemia, en el que tuvimos que aislarnos y distanciarnos, aprendimos a llamar a la soledad por su nombre y a reconocerle un espacio a nuestro lado, un lugar que muchas veces coincidió con el dolor. Por eso creo que no en vano se hizo esperar esta obra, llegó en el momento justo.
A nivel gráfico el comic es, me animaría a decir, minimalista, y en ese punto es donde está su fuerte. Hay tanto blanco y tantos azules que es imposible que el papel no nos transmita la desolación del personaje femenino. En ese escenario desprovisto de sobreinformación, aparece un rojo que rompe con la monotonía para dar vida: es su sangre, la sangre del albatros, y es el sol (Helios) que sale todos los días casi como un recordatorio de la sangre derramada por sus manos.
En cuanto al guion, el autor logra revelar de a bocados los sucesos que marcaron el destino de la protagonista, sin contar, por ello, el mito completo. En este sentido, si como lectores contenemos la información del paratexto, será muy fácil completar los vacíos. Pero si no conociéramos la historia que hay detrás, el efecto de ansiedad y desazón sería incluso mayor pues ¿qué hace esa mujer sola en medio de un bloque de hielo y en la nada? ¿Qué hizo para merecer el peor de los castigos? ¿A quién mató? ¿Por qué maldice a Zeus? ¿Quién la llama madre por las noches?
Todas las Medeas, todas
En el imaginario popular, Medea es conocida por asesinar a sus hijos, Mérmero y Feres, para vengarse de Jasón, su esposo. Este había decidió abandonarla para casarse con Creúsa, hija del rey de Corinto, Creonte, a pesar de todo lo que Medea había sacrificado y realizado por él. Podríamos decir que se ha llegado a simplificar al personaje como una mujer que, por un amor pasional, fue capaz de llegar hasta las últimas consecuencias, al punto tal de acabar con su propia descendencia.
Pero no podemos hablar de una sola Medea, sería un error esperar que esta obra nos hable del mito original (si es que existe un solo mito) que conocemos, además, por diversas fuentes, entre las que están Séneca y Ovidio, por ejemplo. Reducir este personaje a la venganza y a la crueldad es simplificarlo y, además, negar su actualización. El comic de Fermín Solís nos plantea este dilema moral pues aborda una Medea que, a través de un monólogo elocuente y visceral, reta a los dioses, maldice a Jasón, acepta sus crímenes y admite que en ella no existe el arrepentimiento, pero a su vez, es una Medea con la que es imposible no sentir empatía.
Sus crímenes son atroces, pero ¿qué pasa con las causas de este accionar? No podemos invisibilizar la vulnerabilidad a la que Medea está sometida. Recordemos que este personaje femenino fue humillado, rechazado, ignorado, está al límite, ni siquiera está en su tierra, es una forastera que rechazó a los suyos por un hombre. Y lo peor es que, como mujer en una sociedad patriarcal, esperan su silencio y su obediencia. “De todos los seres vivos y que tienen entendimiento las mujeres somos la criatura más desventurada” dice Medea en la obra de Eurípides, pues está sentenciada a contar con riquezas para conseguir un esposo, que no solo se adueñará de ella, de su cuerpo y le exigirá descendencia, sino que se podrá marchar si así lo desea, una opción con la que ella no contará sin sufrir desprecio.
“¿Por qué la mujer no puede ser algo por sí misma?”. A través de la propuesta de Fermín Solís conocemos una Medea indefensa, pero no por ello quebrantable. Su autodeterminación y su repudio hacia los límites socialmente establecidos para las mujeres, su expresión de deseo y su autonomía, la han convertido históricamente en la encarnación del mal, pero esta obra viene a cuestionar este rol y a darle voz. En definitiva, lo que ha molestado siempre de Medea es que sea una mujer poderosa y que trascienda los límites entre lo divino y lo terrenal, entre lo humano y lo animal, a la hora de perseguir sus propios objetivos ¿Su castigo? La simplificación de carácter tan complejo que, por suerte, Medea a la deriva viene a recordar.
Ahora nos queda esperar para ver esta interpretación de tan poderosa mujer en las tablas, pues la obra será adaptada al teatro por el dramaturgo Isidro Timón y se estrenará a finales de este 2021, así que habrá oportunidad para sumergirnos, otra vez, en este destierro.