Pequeño elogio de la fuga del mundo, de Rémy Oudghiri

Pequeño elogio de la fuga del mundo

Rémy Oudghiri

Editorial Alfabeto

Madrid 2021   161 páginas

 

Por Elvira Feral

 

¿Quién no ha deseado al menos una vez en su vida apartarse del mundo? En el ensayo Pequeño elogio de la fuga del mundo descubrimos personajes que decidieron vivir sencillamente y renunciar a elogios y aplausos. Los seleccionados son diez autores y personajes literarios, desde Petrarca y Tolstoi hasta Georges Simenon y Flaubert. Se echa de menos que su autor, el sociólogo francés Rémy Oudghiri, incluya algún nombre femenino.

Petrarca se entregó a la meditación en medio de la naturaleza y no huyó para alejarse del mundo «sino para acercarse a él». Como gran lector que fue, los libros se convirtieron en su gran refugio.

Rousseau se retiró a los bosques de Montmorency a los cuarenta y tres años para pasear, leer, soñar y para descubrir que quería ser escritor.

Otros como Paul Gauguin y Tolstoi huyen poco antes de su muerte. En el caso del autor de Ana Karenina su aspiración era vivir sin posesiones y con ochenta y dos años decide fugarse no sin antes escribirle a su esposa: «… quizá los meses que nos quedan por vivir sean más importantes que todos los años vividos: es necesario vivirlos bien». Por su parte, el pintor Paul Gauguin tenía cincuenta y cuatro años y le quedaba un año de vida cuando decidió huir.

En la soledad de su casa de Croisset, Flaubert dedicaba sus horas a «cazar palabras». Se retiró del mundo para encontrar frases, para buscar la palabra justa, lo que en alguna ocasión se convirtió en un suplicio, pero él solo quería dedicarse a escribir.

Quizá una de las huidas más interesantes es la de Charles Benesteau, inventado por el escritor Emmanuel Bove en la novela El presentimiento. Un personaje que es capaz de ausentarse sin marcharse del lugar donde está. ¿Cómo lo hace? «Está sin estar presente. Está siempre como en otro lugar».

El mar es uno de los destinos favoritos de los fugitivos y en él se refugia Norbert Monde, el personaje de La huida, de Simenon, mientras que al río se escapa el escritor Pascal Quignard para escribir El último reino.

Henri Laborit destaca la forma más radical que tiene de manifestarse la huida: el suicidio. También nos habla este biólogo de su favorita: el exilio a través de la imaginación. Y es que nadie puede impedirnos que soñemos con un mundo que solo existe en nuestra cabeza.

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