Espejo y tinta

Un «libro víctima» de José Fernández de la Sota: un gran libro

© MANUEL RICO

Es muy difícil, por no decir casi imposible, entender la suma de circunstancias que llevan a un libro magistral, poderoso, indagador de los males del presente y sustentado en poesía de muy alto voltaje, a quedar embarrancado en los arenales del silencio y a entrar en muy pocos, por no decir en ninguno, suplementos literarios. Enciclopedia del fracaso, de José Fernández de la Sota, pertenece a esa infortunada especie. Como contrapunto, libros irrelevantes, llenos de lugares comunes y carentes de emoción ocupan, muchas veces, el lugar de los silenciados. Habrá que evaluar algún día el grado de responsabilidad de los suplementos culturales de los periódicos en la construcción de un canon del que se expulsa, por ignorancia de críticos, por comodidad o por algún capricho del azar, libros cuya calidad se muestra con contundencia con solo abrir una página al azar y comenzar a leer un poema. Por ejemplo: “Nuestros cuerpos aquí después de todo. Ardiendo / a oscuras. Nuestros cuerpos. Ardiendo / inútilmente. Para qué. Para cuándo. Quién enciende la llama que nos quema. Quien apaga / el incendio”. No conozco a Fernández de la Sota. No lo he visto en mi vida. No sé si hemos coincidido alguna vez, los dos de incógnito para cada uno de nosotros. Sí sé que ganó un premio en el que fui jurado hace ya muchos años. Y que el libro con que lo obtuvo, Material de construcción, tenía parecidas cualidades.

Enciclopedia del fracaso parte de un afán totalizador y comprensivo. El fracaso y destino final de toda vida es el leit-motiv con que José Fernández de la Sota traza un itinerario en el que la inteligencia y la imaginación verbales se adentran en algunos de los fantasmas que marcan la biografía del sujeto poético (reflejo, sin duda, del autor del libro). Y lo hace siguiendo la pauta de toda enciclopedia, es decir, anudando los poemas a partir de conceptos o referencias ordenadas alfabéticamente. Así, el sujeto poético monta en un autobús de Alsa que atraviesa España —poema “A bordo (autobuses de España)”— y se adentra en sus mitos y en sus tópicos tanteando las huellas de su mundo cultural, de lo deleznable a lo excelso, y establece, con una dureza que nos recuerda a Blas de Otero, un diagnóstico: “¿Qué diablos es España? Una baraja rota. Una carta perdida. La torpe intransigencia. España es 17 veces nada”.

Ese poema tiene algo de resorte, de palanca que nos conduce a momentos históricos, a miradas hacia la cultura y a incursiones en obras y autores de las más diversas disciplinas y que, en su mayor parte, han marcado el siglo XX. Estamos ante un culturalismo de grietas, de escombros, de restos de un naufragio existencial que es, a la vez, individual y colectivo.

Ese culturalismo, que es soporte de una visión crítica, casi corrosiva en no pocos momentos, del presente y sus cotidianidades y de la historia vivida o evocada, no prescinde de ningún material. Combina los referentes cultos y populares, los que aluden a derivas vanguardistas y los que descansan en la más pura descripción de la realidad. Así, encontramos incursiones en Bolaño y sus límites, en el abismo de los “enfermos de letras”, en el Spoon River de los muertos plurales (“Los muertos y las muertas de Lee Masters enredando en su nación de escombro”) o en Borges y en sus contradicciones más amargas, en sus perversiones políticas, emparentadas con las del Cela censor o con un jovencísimo Juan Manuel de Prada en el entierro del escritor de Iria Flavia.

Habrá que analizar algún día la construcción de un canon del que se expulsa, por ignorancia de críticos, por comodidad o por algún capricho del azar, libros cuya calidad se muestra con contundencia con solo abrir una página al azar y comenzar a leer un poema.

Whitman, Antonio López, Jerry Lee Lewis, Wittgenstein, entre otros muchos protagonistas de la cultura a lo largo de la Historia, irrumpen en esta peculiar enciclopedia como destinatarios de una desmitificación muy especial: aquella que ahonda en sus debilidades sin cuestionar, salvo en casos muy puntuales, su grandeza.

José Fernández de la Sota, autor de Enciclopedia del fracaso

Junto a ese culturalismo agrietado, Fernández de la Sota se adentra en la autoconfesión, en los interrogantes que nos acucian, en un pasadizo existencialista en el que resuenan ecos de los mejores momentos del maestro autor de Ancia: “Nuestros cuerpos haciéndose un lugar en el mundo, / un lugar en el Metro de París, de Bilbao, de milagro”. En poemas de verbo preciso, propenso a la aserción, a la metáfora certera (“El Edén ha cerrado y está en obras”; los gusanos “se encienden en la noche por un rato, / a intervalos, suenan a calderilla derramada / del cielo”) nos acerca al desconcierto ante la muerte, a la decepción por los sueños rotos, a las servidumbres del amor, a las instantáneas perdidas en las fotografías que vegetan en ese saco sin fondo que lleva por nombre Google Drive, a la venganza y a la vergüenza, al poder del dinero y a la marca infame de la pobreza, a la que alude en un poderosa recreación del discurso de Gamoneda al recibir el Premio Cervantes (“Pobreza en el Paraninfo”).

La escritura de Fernández de la Sota es fácilmente reconocible por su originalidad sin alambicamientos. Lo conversacional, lindante a veces con lo prosaico, el sesgo irónico y los deslumbres líricos, algo vallejianos a veces, sustentados en la emoción, la prosa poética cabalgando sobre un pulso narrativo que no desfallece, el versículo o el poema en verso libres o blanco junto a la estrofa de cuño clásico elaborada con rigor y capacidad de sorpresa, se suceden a lo largo del libro con una fluidez infrecuente. Las reiteraciones meditadas y siempre necesarias, los giros imprevistos y el aserto bañado de escepticismo son recursos que hablan de un poeta maduro y muy consciente del territorio que pisa, sin paralelismos o vecindades en su generación. Escribe:  “El nombre exacto de las cosas no existe. Juan Ramón se acercó, pero tampoco. Y el viejo Pound con su Babel a cuestas. Y nosotros dando palos de ciego, a trompicones. Sin saber ni entender. Sin más nada”.

En la Semana Cervantina, conmemorando el premio Cervantes a Francisco Brines advertí en los telediarios de varias cadenas algo que me pareció paradigmático: el cantautor Marwan los cerraba con la novedad de su último libro mientras que Francisco Brines tenía alusiones de paso, obligadas por el Premio, pero de muy escasa relevancia (que ni siquiera se compensarían, semanas después, con la noticia de su fallecimiento). Nada que objetar al cantautor. Todo a los responsables de cultura de los telediarios. De este libro de De la Sota nadie habrá dicho nada en esas televisiones. Quizá en alguna de Euskadi. Ese simple hecho habla no excesivamente bien de nuestro panorama cultural. Y es una muestra de la existencia de una realidad de «libros víctima», libros para los que su contenido, su alto nivel de calidad, nada tiene que ver con una vacunación contra el silencio y el olvido.

José Fernández de la Sota | Enciclopedia del fracaso | Ediciones El Gallo de Oro. Bilbao, 2020. 284 pgs.

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