Una noche sin luna: ficción verdadera del último adiós

Por Laura Benedicto Escajedo

Retrato de Federico por Gregorio Prieto, hacia 1937.

Federico García Lorca decía que el duende era aquel instinto difícil de nombrar que residía en las últimas habitaciones de la sangre de los artistas, aquello que los empujaba y daba sentido al sinsentido: la pasión pulsional que los hacía afirmar que su sino era indiscernible del del arte, que es sangre, que es raudal en el desierto. Resulta curioso cómo, a pesar de las múltiples conferencias que el poeta dio, no queda hoy ni una sola grabación de su voz. Su habla, sin embargo, sigue resonando en cada línea, en cada palabra, en cada letra, aunque no sea propia.

El 13 de noviembre de 2020 se estrenó en Vitoria Una noche sin luna, obra de teatro de Juan Diego Botto dirigida por Sergio Peris-Menchetta, e inició una gira por todo el país hasta llegar a la capital madrileña en junio de 2021. La obra es la caída en dominó de cada una de las piezas de la frontera que separa la realidad de la ficción, un recordatorio, condena-canto a la vida y a la poesía, a la vida poética, a la poesía vital. Juntos, hacen demoler todo afán de distanciamiento y nos recuerdan que representar una obra teatral no deja de ser hacerla pasar por el cuerpo y devolverla al presente: contemplamos el tiempo plegarse en un bucle sin piedad y nos convertimos en espectadores de las obras de García Lorca en los años 30 y él, a su vez, vuelve a nosotros como un fantasma en un cuerpo otro, el de Juan Diego Botto, que resulta extrañamente propio, si es que alguno puede poseerse, si es que podemos dejar de extrañarnos.

La obra no es una explicación narrada sobre la biografía del poeta granadino, no entiende de cronología lineal ni se recrea gratuitamente en el final macabro. Sin sentimentalismos acaramelados, la pieza teatral es un artefacto que roza la brujería por lograr que el espectador se sienta compungido, presionado, cuestionado, incómodo, turbado, pero también que ría y disfrute de sonrisas inocentes junto al poeta. Botto deja de ser un actor recitando líneas y pasa a ser un conducto carnal de las palabras de Lorca: fusionando conferencias y obras del poeta con textos de nueva creación y basándose en la gran labor historiográfica de Ian Gibson, se consigue elevar a la máxima potencia el efecto de realidad. El cuerpo de Botto es arcilla y el público cae rendido a sus pies dándole la razón. Sin embargo, la pieza se revela y rompe el encantamiento: no hemos echado el tiempo atrás, no somos verdaderos espectadores de una España que se prepara para el terror y el fratricidio, para la pérdida de toda libertad. Si la historia es en cierta medida ficción, si solo existe por los relatos que nos contamos, es imprescindible ser conscientes del poder de la palabra para no caer en trampas perversas de los que la dominan. La obra cautiva pero no anonada a sus espectadores; lejos de eso, pretende despertar las conciencias interpelándolas.

Una a una caen las maderas de la llamada cuarta pared, la que separa el escenario del público, y se nos recuerda que nosotros también somos arlequines de este gran teatro que es el mundo, arlequines viajando como un velero flotando sobre el tiempo, en esta leyenda que somos, ahora y de aquí a que pasen cinco años. Dice Gibson y recoge Botto en Una noche sin luna que la velada en que el poeta fue asesinado el cielo era negro y no se veía la luna, su constante poético, augurio de muerte, hay quien interpreta también resquicios de luz tenue en la noche, transcendencia herida. Lo que no nos cuentan, quizás, es que las noches de luna nueva esta no desaparece del firmamento: solo tenemos que habitar la oscuridad, nuestra propia oscuridad, para poder volver a saltar a la luz cuando esta acierte a aparecer. No somos solo espectadores de Una noche sin luna: cada vez que Botto viste el traje y el mono de la Barraca, se produce en la sala algo así como un experimento sociológico: quiénes somos a la entrada distará cuantiosamente de quiénes seamos a la salida. Solo queda dejar que el duende salga de las venas y revolotee por las tablas.

DIRECCIÓN: SERGIO PERIS-MENCHETA
TEXTO: JUAN DIEGO BOTTO
REPARTO: JUAN DIEGO BOTTO
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: CURT ALLEN WILMER (AAPEE) CON ESTUDIODEDOS
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: VALENTÍN ÁLVAREZ
DISEÑO DE VESTUARIO: ELDA NORIEGA (AAPEE)
ESPACIO SONORO: PABLO MARTÍN JONES
MÚSICA ORIGINAL: ALEJANDRO PELAYO
ATREZZISTA: EVA RAMÓN 
AYUDANTE DE ILUMINACIÓN: RAÚL BAENA
FOTOGRAFÍA DE ESCENA: MARCOSGPUNTO
AYUDANTE DE DIRECCIÓN: XENIA REGUANT
UNA COPRODUCCIÓN DE LA ROTA PRODUCCIONES, BARCO PIRATA PRODUCCIONES Y CONCHA BUSTO PRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN.

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