La rama seca del cerezo
Por Àngels S. Amorós
Rafael Salmerón (texto) y (ilustraciones). La rama seca del cerezo. Madrid: Anaya, abril de 2021. 176 pp. A partir de los 12 años. XVIII Premio Anaya de Literatura Juvenil 2021.
Mientras escucha, Sakura siente como las barreras se resquebrajan. Las que parapetan su corazón,
las que la separan de Tetsuo, del resto del mundo. Y cuando eso pasa, no puede más que sorprenderse.
Hasta ese momento, nadie, ni tan siquiera su amiga Aiko, había visto lo que ocultaban esos muros.
En esta novela contada a dos voces y en dos líneas temporales distintas destaca la humanidad de sus personajes y cómo tratan de conservar la dignidad humana a pesar de las duras circunstancias en las que se desarrollan sus vidas.
Ambas historias se desarrollan en la ciudad de Hiroshima (Japón) y los protagonistas son jóvenes. En la primera, Ichiro y Masuji son dos amigos que para nada se imaginan que sus juegos se verán interrumpidos por una de las tragedias de consecuencias funestas como es la bomba atómica en el año 1945. En la segunda historia nos encontramos en el presenta donde Sakura sortea como puede las burlas de los compañeros de clase motivadas por una deformidad en una de las manos que padece la adolescente. Además, la chica está convencida de que no es una hija deseada y a la dificultad de comunicarse con su madre se une a la ausencia del padre debido al trabajo. Su sueño es dedicarse a la ilustración manga solamente lo conoce Aiko, una amiga virtual que vive en otra ciudad.
A lo largo de la trama se suceden continuos saltos temporales y diferentes formas de abordar a los personajes que protagonizan cada una de ellas. La información se hace de forma dosificada para administrar más el suspense hacia un desenlace inesperado donde predominan, sobre todo, las relaciones personales en un entramado que nos permite sumergirnos en las diferentes experiencias vividas, además de descubrir la cultura nipona tan distinta de la occidental.
Todos los hechos están relacionados, por ejemplo, la mano inerte de Sakura se debe a las consecuencias de la bomba atómica que se ha transmitido entre su familia y que sus padres conciben como un estigma que no desean asumir. Sin embargo, Sakura conoce a dos personas que le ayudarán a verlo todo de otra manera. Por una parte está el señor Utada, que se siente atormentado porque su amigo no sobrevivió a la bomba atómica y lo último que se intercambiaron fue una terrible discusión. Y por otra está Tetsuo, un niño de siete años que vive con sus abuelos porque su padre trabaja en una central nuclear en Fukushima y cada día se enfrenta a los peligros de su trabajo que amenazan su vida a causa de las posibles fugas de radiaciones que se pueden producir.
Cuando los tres se sinceran y explicitan sus miedos, odios y tabúes todo cobra una dimensión diferente. El secreto está en aceptarse tal y como cada uno es y aprender a vivir sin culpa ni temor. El pasado está a la vuelta de la esquina, pero ellos tienen la libertad de aferrarse a este o seguir adelante. En las últimas páginas del libro descubrimos que la rama seca del cerezo es la mano de Sakura y que los fantasmas del pasado si se les mira de cara y en compañía no dan nada de miedo.
El resultado es una historia de superación, amistad y autoaceptación que convierte la obra en una lectura envolvente y enriquecedora que insufla muchos ánimos y conciencia hacia todo y todos los que nos rodean. La guerra, la bomba atómica y las consecuencias de esta en el presente es una excusa para demostrarnos que la visibilización del dolor y de la pena es necesario -en el momento y con las personas adecuadas- para exorcizarlos y desprendernos de ellos y que de nada sirve culpabilizarse por lo ocurrido en el pasado. Todos tenemos algo que nos atenaza y nos llena de culpa y temor, pero tenemos que aprender a poner distancia y a vivir por ello. Un merecido premio de literatura juvenil que se convertirá en una lectura muy gratificante en las aulas.